22. Vete ya Ámbar

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— Muy bien, niña.- Dijo Sharon, empujando la puerta aún más con su trasero y tirando de Ámbar para que entrara.— Estamos en casa.

Ámbar  entró, arrastrándose detrás de su juguete favorito, con el pulgar plantado en su boca. Miró alrededor de la enorme mansión, con la nariz arrugada. El lugar era enorme, casi tanto como los castillos de los cuentos de hadas que le leía Sylvana, sin embargo, en ambiente era aterrador para una niña de su edad, aquel sitio se veía extremadamente solo e hizo que su piel se erizara. Al entrar no sintió más que frío y miedo.

— ¿Dónde está mi mami?.- dijo ella, retrocediendo un paso asustada. Sharon puso una mano sobre su hombro para detenerla, empujándola ligeramente hacia adelante.— No me gusta aquí ...

— No hay nada que puedas hacer al respecto. Este es tu hogar ahora.

— ¿Qué pasó con mi antigua casa?.- Ámbar preguntó, mirando a su alrededor, buscando algo que le dijera dónde estaba su madre.

Sharon no le respondió y giró hacia el interruptor de la luz cerca de la puerta, moviéndolo hacia arriba.

— Ven aquí...- murmuró Sharon y tomó a Ámbar en sus brazos de sorpresa para llevarla a su nueva habitación.

Al llegar arriba la dejó frente a la puerta de la que ahora era su nueva habitación.
— Ahora esta es tu habitación, ve a jugar por favor.- Dio media vuelta dejando a Ámbar para dirigirse a su habitación.

Ámbar ladeo un poco su cabeza, observó la puerta de su habitación por unos cuantos segundos, acto seguido; dio media vuelta y corrió por el pasillo buscando a Sharon.

— Oye.

— Ahora no, Ámbar.- Sharon respondió, caminando por su habitación y recogiendo otra de las cajas del piso con carpetas y papeles dentro y llevándola a un escritorio. Esta caja decía que era importante, y Sharon caminó minuciosamente despacio y la colocó sobre el escritorio. Eran los papeles de adopción de Ámbar y dentro de la caja también habían unas cuantas pertenencias de la pequeña.

— Todo este maldito papeleo es terrible...- murmuró Sharon por lo bajo, observando todas las carpetas que tenía que revisar y asegurar muy bien.

Ámbar  miró a su alrededor confundida. ¿Dónde estaban sus muebles? ¿Dónde estaban todos los dibujos que hizo y que su mamá había pegado en las sucias y descuidadas paredes de su hogar?, ¿Qué pasó con la alfombra blanca y esponjosa con manchas de café derramado?, ¿Y por qué mamá todavía no estaba aquí?
Esto no se parecía a ningún hogar para ella.

— Uh, Disculpe.- murmuró de nuevo, y Sharon hizo una pausa para encender una lámpara, sentarse frente a su escrito y colocarse los lentes para comenzar a leer los papeles, mirando apenas a Ámbar.

— ¿Qué pasa, Ámbar?.

— ¿Por qué estoy aquí? Este lugar es horrible...- se quejó, mirando a su alrededor a lo que Sharon respondió arqueando una ceja.— No sé parece nada a mi casa. Y hay un error aquí. ¿Cómo es que no puedo vivir con mi mamá?.

Sharon  suspiró y cerró los ojos momentáneamente, pellizcándose el puente de la nariz de esa manera que siempre la hacía parecer mucho más vieja de lo que realmente era. Se pasó las manos por el pelo largo y enredado, antes de peinarlo y atarlo sobre su cabeza y dirigirse a Ámbar. Era claro que la niña no iba a dejarla trabajar con sus preguntas, y si no hacía algo era claro que seguiría así por las próximas semanas, tal vez más tiempo. Así que optó por hacer lo que mejor sabe hacer, manipular a la pequeña. Ámbar era cómo un bonsai, debía hacerla a su medida, para eso tenía que saber guiarla. No era tan difícil ¿no?. Al menos no para alguien como ella, debía ser más inteligente y estratégica que nunca para poder modelarla a su gusto. Solo tenia que encontrar el límite justo; debía ser cauta, precisa y moderada.

Hermosas Consecuencias [𝐌𝐀𝐌𝐁𝐀𝐑 𝐀𝐃𝐀𝐏𝐓𝐀𝐃𝐀]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora