E P Í L O G O

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Dedicado a
Mis hermosas lectoras y fantasmas que han leído esta humilde historia.







Vivir en las montañas de Alberta, Canadá, fue una de las cosas maravillosas de las que nunca iba a arrepentirse.

Se mudó hace unos meses. Por supuesto, suplicó al director Kim que trasladara su área de trabajo ahí, en un pueblo cercano al famoso lago Moraine. Para ello, tuvo que desahogarse con su mejor amigo, quién le dio un par de consejos, entre ellos, hablar con Hoseok pero su corazón no estaría dispuesto a ver el rostro del pediatra una vez más, no por el bien de su corazón. Quizá era una mala idea huir de sus problemas, pero ése no era problema suyo, lo único que le dolía en el alma era dejar atrás a su hija, la única inocente en todo ése lío, es por ello que pedía a su madre que la visitara las veced wue pudiera y dejara alguna buena cantidad de dinero para sus necesidades. Tenía claro que el dinero no pagaba su cariño pero simplemente no podría sostenerla en sus brazos sin antes tener que cruzar palabras con Hoseok.

El pediatra se convirtió en una toxicidad peligrosa para su vida, pasó de ser el amor de su vida al dolor más grande que pudo sentir. No exageraba, era muy cierto eso de tener una pena muy grande al perder al amor de tu vida, una que le acarreaba pesadillas todas las noches y lo hacía levantarse sudando y gritando que pararan. Tanto fueron sus fantasmas que acudía los fines de semana con un psicólogo para poder lidiar con ellos pero siempre que salía de ahí la respuesta era la misma: Seguía jodido. Así que no tenía de otra más que conducir a casa y ver como el sol se metía lentamente entre las montañas, con suerte veía algún oso o ardilla paseándose a unos metros.

Lo peor de todo, cuando trataba de lidiar él mismo con ello, sus pensamientos siempre terminaban deslizándose hacia el amor que siempre le tuvo a Hoseok y que aún tenía, solo que esta vez sería muy difícil tocarlo, verlo, sentirlo sin pensar que otro hombre le pondría las manos encima donde él lo quería. Inevitablemente era un juego de su mente porque sabía que Hoseok estaba arrepentido, la sabía cuando hizo memoria de su reencuentro, sus brillantes ojos viéndolo con calidez, la forma en que lo besó, con tanta ternura y necesidad, la misma que pudo haber tenido con Shownu...

Mierda.

A eso se refería. Siempre habría un "pero" que su mente no dejaría jamás. Lo perdonó, desde el día uno, de lo contrario estaría hundido en su tristeza, no sería capaz de salir a trabajar, mucho menos de tomar caminatas seguras en el bosque protegido; sin embargo, no podía dar un paso adelante sin poder olvidar, era como un stigma que cambiaría su modo de verlo. Lo hecho, hecho estaba pero dolía, dolía como el infierno pensarlo y por más que trataba desviar sus pensamientos aquello seguía ahí, burlándose en su cara.

Todo estaba mal, era consciente de ello, sin embargo le costaba mucho sacarlo de su sistema. Un día tomó su teléfono y trató de llamarlo, de preguntarle como estaba su hija pero eso le costó dos horas en llanto, envuelto en sus sábanas, suplicando a los diosed que tomaran su memoria y la hicieran añicos para poder volver a Hoseok y amarlo tanto como deseaba.

Era un proceso duro. Por eso tomaba sesiones con el psicólogo y tomaba sus pastillas para dormir.

Su teléfono sonó, al mismo tiempo que su corazón brincó con fuerza.

Era su madre.

-Madre.

Respondió con un sentimiento que no sabría describir como alivio o decepción.

TRANSFUSIÓN DE AMOR【YOONSEOK】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora