VEINTISIETE

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Si eso hubiese pasado dos días atrás, o incluso uno, Garrett se habría aterrado. Pero ahora, su mirada primero se enfocó en el cañón del arma, y luego en Seth. No le tenía miedo, sabía que, si él tiraba del gatillo, la bala no lo materia, pero aún así le dio curiosidad saber qué pasaría si disparaba. ¿Dolería o sólo sentiría un pequeño pellizco?

—¿Quieres probar algo? —musitó.

—Las balas no les hacen daño, Seth —muy por enojada o molesta que estuviera, Shadia se movió en torno a Garrett, para ponerse de su lado—. Baja esa arma y úsala contra los verdaderos responsables de todo esto.

Era claro que estaba defendiendo al legohriano.

Seth aún mantenía la pistola en alto, y poco a poco, mientras sus ojos enfurecidos se enfocaban en Garrett, se dio cuenta que la mano le temblaba. Su dedo ni siquiera estaba en el gatillo. Por el contrario, detrás de Garrett apareció Kirah, con la pistola de plasma apuntando directamente al prisionero.

—La plasma es peligrosa —dijo—. Quema la piel, despedaza la carne, y perfora el músculo. No creo sea buena idea que quieras comprobarlo.

—Maldición.

Seth bajó el arma, y se dio la vuelta con aires de orgullo y vergüenza. Parte de los de su grupo lo recibieron, mirando a Garrett y a Kirah con bastante desprecio. Shadia, Trevor y Nay, en cambio, se les juntaron más.

—¿Nos vamos? —preguntó Nay.

—Andando.

El camino de regreso al hangar fue de lo más extraño. Los pasillos vacíos por completo, y el eco de las pisadas de los prisioneros era cada vez más irritante. Los laboratorios y salas vacías aparecían siempre en ambos lados del camino, y en una ocasión, tuvieron que frenar para comenzar a eliminar las cámaras que había, tanto en los techos, como en las paredes. Si de por sí el plan era salir del Área 51 esa misma noche, nada perdían si quitaban de en medio los obstáculos que revelarían su posición.

—¿Qué tanto recuerdas —para el asombro de Garrett, Shadia se le acercó, en una de las escaleras que los llevarían hacia el nivel donde estaba el hangar— de todo lo que... eres? —incluso le daba un poco de miedo y pena preguntarle.

—De verdad no recuerdo nada —dijo Garrett—. Todo lo que ustedes me presentaron en días anteriores comenzó a ser mi memoria actual.

—¿Y cómo es que ella...? —no pudo terminar la pregunta.

—No sé si este sea el lugar apropiado —intervino Kirah, deteniéndose ante otro cruce— para hablar de estas cosas. Me gustaría esperar a la Polaxcs.

—¿Nos van a explicar qué son y por qué están en nuestro planeta? —le reclamó Seth, unos metros más atrás.

Garrett no había prestado mucha atención a su grupo en los últimos minutos, pero pudo notar que estaban apartados por cierta cantidad de metros. Y aunque estuvieran armados, seguían desconfiando de los dos legohrianos.

—Algo así —respondió Kirah—. Quiero saber qué tanto sabe Garrett, y qué podemos rescatar de su mente.

Garrett intuyó al instante que tendría bastante importancia cualquier cosa que se pudiera recuperar de sus escasos recuerdos. ¿Qué podría ser importante en ese instante con respecto a lo que hacían en la Tierra? Al parecer, lo único que tenía peso en ese momento era aceptar la realidad de que el traidor que había ocasionado todo aquello podía estar dentro de las instalaciones del Área 51. Y ya era mucho para digerirlo en esos momentos.

Aunque... si la Polaxcs tenía una especie de lista de registro de pasajeros, Kirah sabría de quienes se trataba, ¿no? Los reclutados para aquella especie de misión tenían que tener nombres, y seguramente eran conocidos, tanto para él (aún con su falta de memoria) como para ella. Eso tal vez podría ayudar en tener una lista de sospechosos. Con la ayuda de Kirah, y su memoria intacta, como con los pensamientos de Garrett, tal vez hallarían al traidor aquella misma noche.

Código 51 [Viaje entre Mundos I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora