-PERO…. ¡qué demonios han hecho aquí!- Refunfuñaba Facundo, porque la gente que contrató, no hizo bien su trabajo. El joven artista estaba a punto de exponer su colección de pinturas en el mejor museo de Madrid, nada más y nada menos que en Thyssen. Había tenido que desplazarse desde Argentina, en un viaje agotador, pero que aceptó con mucha emoción ya que aquella era una buena oportunidad. Él siempre quiso viajar y exponer en España, y su sueño estaba a punto de hacerse realidad, pero en vez de disfrutar de su logro, ahora mismo se sentía frustrado y enojado. Lo malo es que ya no podía hacer nada porque ya lo habían abierto al público, ya que había invitado a una casa hogar, la asociación “Nuevo Futuro” y los niños de varias edades ya se encontraban recorriendo las instalaciones, pero hubo un niño que le llamó la atención por cómo se quedaba viendo sus obras. Estaba embelesado y estiraba el brazo como queriendo tocar el cuadro, pero una de las cuidadoras le llamó la atención al niño.
-¡Leonardo!, ya es la tercera vez que te lo repito, compórtate!! – El niño frunció el ceño, porque no estaba haciendo nada.
-No estoy haciendo nada, sólo estoy contemplado los cuadros – Se defendió, alejando su mano de la pintura.
-Es la última advertencia, no te lo voy a repetir – Dijo ella, en un tono amenazador que hubiera hecho erizar los pelos de la nuca a cualquiera.
Leonardo rodó los ojos y fue a contemplar otro cuadro. Éste le pareció impresionante. El agua de la playa le parecía tan real que sentía que si la tocaba, se mojaría las manos. Por un momento no vio nada más que él y el cuadro, como si todo el mundo hubiera desaparecido y en esa habitación sólo quedarán el cuadro y él, y estiró el brazo, convencido de que se mojaría la mano. Fue como trasladarse a esa playa y estar estirando la mano para coger el agua cristalina de allí, pero no tocó el agua. En cambio, la misma cuidadora que lo había amonestado minutos antes, le cogió la mano y lo jaló bruscamente.
-Pero qué haces?! PLAF _El chico sintió arder su mejilla, y llevó una mano a la cara, para acariciar el lugar donde la señora le había dado la bofetada.
Facundo, que en todo ese tiempo había estaba observando al chico, frunció el ceño y no pudo evitar acercarse a ellos.
-Estás bien, nene? _Le preguntó, cogiendo el mentón del niño, girándole un poco la cara para ver la mejilla donde le había golpeado.
-Sí. - Dijo con una vocecita que, a leguas, se veía que no era así, ya que tenía los ojos anegados en lágrimas sin derramar.
Al ver el manchón rojo que se extendía desde la mejilla hasta la boca de la criatura, los ojos chocolate de Facundo parecieron teñirse de rojo ante el rapto de ira que lo invadió. Acaso esa mujer estaba loca?! Cómo se atrevía a golpear así a un niño que solamente se estaba comportando como uno, tocando, explorando, como lo hacían ellos?!
Reparó en la mirada triste del pequeño hombrecito frente a él. Se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo por contener sus lágrimas y eso le hizo acordar que la causante de esa tristeza continuaba cerca, más precisamente al lado de ellos. Su cerebro parecía estar trabajando a mil por segundos, si esa mujer no tenía reparos en golpear así al chico en un lugar tan concurrido, qué sería capaz de hacer en la intimidad de cuatro paredes?!
Facundo se irguió en toda su altura, que llegaba a unos buenos metro noventa y dos. Intimidante, desafiante como se permitió mostrarse, se dispuso a enfrentar a la cuidadora.
-Cómo se atrevió a golpear así a éste niño?! Es que acaso no se ha dado cuenta de lo dura que ha sido? Mire cómo le dejó la mejilla. Es un niño, por Dios! - Exclamó enojado, sin importarle el espectáculo que estaba montando.
ESTÁS LEYENDO
Sorpresas de la vida
RandomFacundo sonrió mientras observaba a la gente admirar sus pinturas. Al fin, su sueño se estaba haciendo realidad y sus obras iban dejando el anonimato para llenarlo de la gloria que siempre mereció. Sin embargo, toda esa fama quedó en el último lugar...