Capítulo 4

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Facundo, antes de ir al hotel, llevó a Leonardo a un centro comercial, le compró algo de ropa y zapatos y también se paró en una hamburguesería a comer con el niño, a quién previamente le había preguntado qué quería come y le dijo hamburguesa. Leonardo aún no se lo podía creer cómo Facundo pudo arreglar las cosas para por fin sacarle de allí. Las otras cuidadoras no eran malas pero Etel al parecer le tomó manía, pero por fin estaba con aquel hombre que lo había defendido de aquella mujer a capa y espada.

-Bueno, creo que ya es hora de volver al hotel. – Le dijo Facundo y a Leonardo se le notó en la cara que no quería, pero se quedó callado. No quería pedir nada más a Facundo. Ya le había comprado mucho y no quería parecer abusivo. – Y esa carita? - Le preguntó el muchacho al ver que Leo perdió la sonrisa y miraba al suelo -Qué sucede?

-Nada. – Respondió, observando a Facundo por unos instantes.

-Me podés decir qué pasa? No me voy a enfadar. – Le animó el mayor.

Leonardo lo miró con pena pero le contó lo que sentía.

-No quiero volver aún. En la casa hogar casi no salíamos y no quiero estar encerrado aún, quiero que vayamos a más sitios.

Facundo sonrió para ocultar la tristeza que quiso invadirlo. Le daba pena los niños de la casa hogar. En verdad no podían disfrutar de mucho, pero trató de que su pesar no se reflejara en su rostro.

-Y dónde te gustaría ir? – Preguntó, pero el niño se encogió de hombros -vamos, decime qué querés hacer?

Leo alzó la vista y fijó sus ojos en los del hombre. El hecho de que a Facundo quisiera saber su opinión, lo hacía sentir importante.

-Dale, Leo. Mirá que yo no conozco nada de ésta ciudad. Dónde te gustaría llevarme? - Motivó el artista, acomodando un brazo sobre los hombros del adolescente. Y no pudo contener una sonrisa al ver el brillo que iluminó la mirada del niño ante sus ojos.

-Al zoológicoooo... - Respondió, dando un saltito de entusiasmo.

-Pues así va a ser. Voy a llamar a un taxi y vos le das las indicaciones, ok?!.

-Sí, sí, si! - Decía dando pequeños saltitos y por último se abrazó a la cintura del mayor. Facundo, al principio, no supo qué hacer por la sorpresa, pero reaccionó en un instante y le correspondió el abrazo.

Así abrazados, salieron a la calle y Facundo paró al primer taxi que vio en la vía y le dijo la dirección del hotel. A Leonardo se le borró la felicidad de la cara, pero Facundo, al darse cuenta, se lo aclaró al instante.

-Leo, quitá esa cara que sí vamos a ir pero primero vamos a dejar todas estas bolsas. No podemos ir cargados con todo _  Leonardo le sonrió a Facundo y cuando volvieron al taxi, empezó a darle la dirección y, muy entusiasmado, le iba diciendo por dónde tenía que ir, aunque por supuesto no hacía falta ya que, como cualquier taxista, éste se sabía todas las direcciones de la ciudad.

Al llegar, había una fila no muy larga para pagar la entrada, lo que causó que Leo se impaciente un poco y Facundo lo tuvo que calmar un par de veces, diciéndole que iban a entrar de todas formas. Al ingresar, fueron a ver todo lo que Leonardo pedía. Pero cuando Facundo vio la sección donde estaban los reptiles, le dio curiosidad por entrar y se lo propuso a Leonardo y, aunque a éste no le gustaban, no dijo nada. No pudo hacerlo al ver la cara del mayor que quería entrar. Pero cuando iban avanzando, viendo uno que otro reptil, Leo entró en pánico, se abrazó al mayor y empezó a llorar. Le temblaba todo el cuerpo. Facundo lo sacó de allí inmediatamente.

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