CAPÍTULO 13: DESTRIPADOR

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Me encuentro paseando por el medio del rebaño. En la sede de E.P.I.C, en el mundo real tenemos una granja con varios animales para alimentar a los trabajadores que no viven en el mundo del O.M.N.I.A.U.M, invitados y evidentemente nosotros cuatro. El rebaño está alimentado, por orden de Sutil, con pescados o carne otros animales, aunque después de muchos debates y discusiones ha tolerado que los herbívoros pasten, alegando que es un mal necesario para la supervivencia vegetal, pero disculpándose ante la vegetación. Bien es verdad que Sutil tiene unas manías muy raras, pero yo no soy mucho pensar, así que no me caliento la cabeza. Lo que veo es que el plan funciona y que puedo satisfacer mis anhelos, el restó me es igual, obedeceré las órdenes, sin cuestionarlas.

Paseando por la granja recuerdo mis días de niñez, hijo de unos granjeros que tenía un matadero. Desde muy pequeño que mi padre me inició con el oficio familiar. Mis padres me enseñaron a alimentar el rebaño, a sacarlo a pasear, a limpiarlo, en definitiva, a cuidar los animales. Cuando ya tuve suficiente edad me llevaron al matadero para sacrificar los animales y hacer alimento para el consumo. Mis padres tenían un método peculiar a la hora de sacrificar el rebaño. Primeramente, lo colgaban del cuello, dependiendo del tamaño con ayuda de poleas, después lo degollaban, para a continuación de destripar la criatura, esparciendo por tierra todos los intestinos. Al parecer de mis padres si lo hacía de este modo, la carne tenía más sabor. Bien es verdad que nunca he llegado a averiguar si aquel método daba el resultado esperado, pero lo que no puedo negar es que la carne que se producía a mi granja era la más sabrosa de la comarca y teníamos un gran número de clientes.

Pero volviendo al sacrificio el primer día que lo fui ver, en vez de provocarme rechazo, me provocó fascinación, la sangre del bicho esparciéndose por la bañera, situada debajo de ella para no contaminar la carne con la tierra, las tripas saliendo del interior de aquel ser vivo, los sollozos del animal... Todo junto me pareció un espectáculo emocionante y grato para mi vista. Me apetecía entrar a la bañera y mojarme con toda aquella sangre y revolcarme entre las vísceras. No lo hice nunca, al menos no con los animales de la granja, si lo hubiera hecho y me hubieran pillado contaminado la carne de venta, el castigo hubiera sido ejemplar, igual me hubieran cortado un dedo, como le pasó a mi hermano mayor un día por orinar a la bañera donde sacrificábamos los animales. Mis padres era muy buena gente, siempre que respetaste sus reglas, pero como no se haga lo que ellos decían... Mejor no pensarlo. Bien es verdad que a mí nunca me han cortado ninguna parte del cuerpo, claro que yo ya había visto ese tipo de castigos con mis hermanos y me cuidaba de no desobedecer, no me apetecía que me faltase ningún miembro del cuerpo. Un día a mi hermana le segaron un pezón por haber llevado un chico al matadero.

Así que siguiendo las normas de la granja los años iban pasando y yo mejoraba mi rendimiento de trabajo a la granja. Desde muy pequeño se me ha dado bien esto de obedecer y no cuestionar las normas. Hacía lo que me ordenaban, sin calentarme la cabeza. Si había otros que pensaban por mí ¿para qué preocuparse? Mi objetivo era ser lo más eficiente y eficaz posible. Me transformé en el favorito de mis padres. Bien es verdad que en la escuela iba fatal, pero, aun así, mis padres estaban orgullosos de mí. En su parecer, ¿para que necesitaba estudios si tenía lo que necesitaba? La granja familiar y las ganas suficientes para hacerla ir adelante. Cosa diferente de mis hermanos que nos abandonaron nada más poder. No sé qué es de ellos, lo que, si sé, es que obtuvieron, los dos, becas para estudios universitarios. Supongo que los anhelos de abandonar la granja los hizo mejores estudiantes.

Cuánto tuve edad suficiente mis padres, que ya estaban mayores y no tenían la misma fuerza que antes, me dejaron sacrificar mi primero animal. Qué satisfacción más grande obtuve al ver las vísceras caer debido a mi corte. A mi alrededor los aplausos y las palabras llenas de orgullo de mis padres me elevaban y me hacían sentir especial. Era lo mejor para ellos, hacía el trabajo bien hecho y además se tenía que limpiar el recinto porque las bacterias no se multiplicaron contaminando la carne. Durante todos mis años de observar había aprendido a dejar muy limpio el puesto de trabajo sin dejar ningún rastro, más que el cadáver sacrificado.

OMNIAUMWhere stories live. Discover now