CUATRO

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Era un fastidio seguir entre sabanas, después de las cinco de la mañana

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Era un fastidio seguir entre sabanas, después de las cinco de la mañana. Entonces, me levanté y bajé a la cocina como de costumbre. Tenía ganas de un buen desayuno, pero en la despensa y en la nevera, no había casi nada. Encontré solamente una caja de yogurt y media barra de mantequilla. El día del incidente en la habitación, no había comprado suficiente comida, porque estaba con los nervios de punta. Al día siguiente, tampoco, porque andaba distraída en otros asuntos. Entonces, bebí un poco de yogurt, mientras iba al supermercado por provisiones. Además, había recordado que mis amigas podían aparecer en cualquier momento frente a mi casa; se habían ofrecido a acompañarme.

Regresé a la habitación y me di una buena ducha. Luego, me mantuve indecisa durante unos minutos frente al closet. No sabía que usar, porque todo lo que tenía me parecía aburrido, pero me sorprendió ver un vestido negro ; de lino grueso y cuello blanco. Así que no me interesó su procedencia y lo hice mío. Me miré al espejo y de repente me sentí atraída por la imagen de una nueva Sylvia. El reflejo dejaba ver a una versión diferente de la que conocía; una linda Sylvia que se ocultaba trás un montón de inseguridades. Un deseo raro y narcisista se me pasó por la cabeza; quería besar a la otra Sylvia en el espejo. Sin embargo, pensé que era enfermo pensar de ese modo. No podía entender porque tenía el peor concepto de mí misma, si en realidad era mejor que eso. Tenía un serio problema de autoestima. No obstante, me sentí a gusto con la nueva Sylvia y le sonreí a la chica que veía a través del espejo. Ella me devolvió el gesto simultáneamente. Pero, luego seguía ensanchando esa sonrisa, incluso cuando ya lo había dejado de hacer. Mi cuerpo se había entumecido, comencé a respirar y a palpitar aceleradamente. Quería gritar, pero las palabras se quedaron cortas, porque no podía ni siquiera mover los labios ¿Qué estaba sucediendo? ¿Porqué a mí? Y todo empezó a salirse de control; la Sylvia en frente mío, sonreía una y otra vez como una secuencia que nunca cesaba. De repente, adoptó una expresión neutral sin mover alguno de sus músculos faciales. Pero, después de cinco minutos, levantó el dedo por encima de los labios y pasó de ser una imagen a tener forma real; fuera del espejo. Después, caminó hacia mí y cuando la tuve cerca, el corazón se me detuvo.

Estaba bañada en sudor de pie a cabeza y la respiración se normalizo por completo. Intenté encender la lámpara, pero me di cuenta que no había fluido eléctrico. Todo indicaba que la tormenta había hecho estragos. Afuera, una gran tormenta tomaba posesión del cielo. Los rayos aparecían cada dos minutos y luego retumbaban estruendosamente. Miré hacia el espejo con cierto recelo, pero no debía tener miedo, porque solamente era yo; envuelta en las sábanas cada vez que los rayos iluminaban el cuarto a través del ventanal. Sin embargo, me sentía amenazada y decidí cubrir el espejo con una sábana.

Había tenido una noche complicada, porque me fue casi imposible conciliar de nuevo el sueño. Y al día siguiente, me sentía aún cansada y con ganas de seguir durmiendo, pero era día de escuela y debía ser responsable. Fue frustrante no poder prestar atención a la clase de la señorita O'connell; mi profesora de literatura. Estaba físicamente ahí, pero mi mente estaba en otro lugar. La señorita O'connell parecía estar explicando algo muy interesante. Sin embargo, no pude captar la información y me sentí mal por eso.

Al salir de la escuela, me apresuré con el propósito de regresar a casa. Quería ver una película; hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una buena tarde de cine. Así que antes de ir a casa, fui hasta la tienda de DVD y pagué ocho dólares por La Heredera de Sangre: era el tipo de película que conservaban cierto estilo a las historias de detectives como Sherlock Holmes, pero también eran muy místicas cómo las de brujas. Volví a casa y preparé el lector DVD junto a la televisora. Tomé mi teléfono celular y marqué a una pizzería. Luego de confirmar la orden, coloqué la película sobre la bandeja y le di reproducir a la pantalla. A los quince minutos de pedir la pizza, sonó el timbre y salí a recibirla. Sin embargo, todo había sido una falsa alarma. 

—¿Cómo has dado con nosotras? —fue mi reacción al verlo frente a mí.

—Hija, por favor. Te lo pido. Necesitamos hablar.

—No tengo nada que hablar contigo. Ya todo está claro. Te gustó más la carne que tú propia familia.

—Yo sé que tú madre está muy afectada por todo está situación. Pero, no debe prohibirme que te siga viendo —dijo con tanta seguridad que me dio ganas de golpearlo y reclamarle como me sentía.

—¡A mi madre no la culpes de tus actos! Soy yo; la que no quiero saber nada de ti.

—Sabes que te amo y eres lo más importante de mi vida —quería que lo perdonara, pero no estaba dispuesta a hacerlo.

—¡¿Amar?! ¡¿Destruir una familia le llamas amar?!

—Lo siento. No era mi intención hacerte daño. Pero, ya no amaba a tu madre y encontré en Rebecca de nuevo el amor.

—¡¿Rebecca?! Esa maldita zorra. No sabes cuánto la odio.

—¡No te permito que hables así de ella! —me lanzó una bofetada y me dolió más que todo su cinismo.

—¡¿Cómo te atreves?! —lo miré con más rabia de la que sentía por el—. Yo soy la que no te permito que vengas a terminar de destruir mi vida por completo.

Cerré la puerta con rabia y no me importó que él fuera mi padre. Olvidé lo que estaba a punto de hacer y subí las escaleras, para luego encerrarme en la habitación a llorar.

 Olvidé lo que estaba a punto de hacer y subí las escaleras, para luego encerrarme en la habitación a llorar

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