Por primera vez me miré al espejo sin sentir miedo. Al final, todo había sido una pesadilla, producto del estrés con el que cargaba últimamente. Sin embargo, me asustaba la Sylvia que veía reflejada en el espejo: desgarbada, agotada, triste y con ojeras que no disimulaban mi estado mental. Me sentía tan tonta frente a mí misma, detallando cada grieta de mi alma, sin poder detener la catástrofe interna que se podía acercar.
Había estado de acuerdo, había hecho enojar a ese señor que se hacía llamar mi padre, pero fue muy cínico de su parte haberme puesto la mano encima. Poco a poco la imágen que tenía de él, iba desapareciendo en mi corazón.Después del incidente, no me quedó ánimos para ver la película. Mis pocas ganas de divertime se fueron por la borda. Sin embargo, comer un poco de pizza me haría bien, incluso en el peor momento. Podía estar muriéndome, pero jamás discutía con la comida. Eso sí que no.
Estaba siendo testigo de como se terminaba de fragmentar los pedazos ya fragmentados de mi familia. Por un lado, mi madre fingía estar dedicada fervorosamente a su trabajo, pero en el fondo pensaba en la infidelidad de su marido. Lo percibía en su mirada caída y en sus pocas ganas de buscar ayuda profesional para superar la traición. Por otro lado, el hombre que tenía como padre; había terminado por firmar su sentencia conmigo. Era un insensible que no le importó absolutamente lo que los demás pensaran. Solo pensó en él mismo y eso me dolía en el fondo.
Finalmente, para completar la cereza del pastel, estaba pagando por los errores de los adultos y no estaba segura cuánto tiempo más podía soportar. No había mucha diferencia con la imagen de un espejo hecho añicos. Al parecer no existía y nadie se preguntaba cómo me sentía, a excepción de mis únicas amigas. Así que para evadir de momento la realidad, me juntaba con las chicas y juntas leiamos novelas de misterio, algunas de terror y algunos libros sobre la vida de asesinos seriales muy conocidos en la historia del país. Éramos unas raras, eso lo tenía claro. No obstante, éramos unas colegialas inexpertas. A pesar de nuestra poca experiencia en la vida y de nuestra cobardía, nos interesaba un poco el ocultismo.Al día siguiente, todo parecía mejor. El amarillo típico de la mañana dio nota de buen presagio y el canto de las aves pareció complementar tremenda armonia, siguiendo el curso de aquella realidad lejana a la mía. A pesar de lo mal que había pasado en la noche, la vida me resultó hermosa y me levanté con una sonrisa de lado a lado. Me duché, me vesti y empaque el desayuno de prisa, porque no pretendía llegar tarde a la escuela.
La jornada de clase había empezado como de costumbre a la misma hora de siempre. Me encontraba asistiendo esta vez al curso de Física del señor Gillis: rechoncho, de mediana estatura, mirada caricaturesca y de aproximadamente cuarenta años de edad. Algunos le llamaban "La Mole", por su parecido con el personaje de los cuatro fantásticos y le conocían como el profesor que sonreía siempre, incluso en los peores momentos. Nos encontrábamos estudiando una nueva unidad, relacionada al Espectro De Luz en la Física. La verdad odiaba la clase de Física, pero no por tratarse de una ciencia, sino por el señor Gillis. A pesar de ser alguien energético, no lograba gustarme del todo.
Mientras el señor Gillis explicaba la clase, me distraje un poco y puse mi atención sobre una chica que estaba al otro lado de la ventana, en el patio de la escuela. Aunque se encontrase a cierta distancia, su rostro se me hizo familiar. La observé fijamente, sin quitarle la mirada de encima y en unos segundos, supe de quién se trataba. En efecto, era la misma chica que había huido de casa en aquella ocasión. La chica se mantuvo en la banca, mirando con la misma intensidad con la que yo lo hacía. Sentí que ella intentaba comunicarme algo. Pero no podía saberlo si no la alcanzaba en el patio. De repente, el tono de voz del señor Gillis me dió un tremendo susto. Fui el espectáculo de unos segundos, en el que todos reían a carcajadas. Sin embargo, el jolgorio de risas no duró mucho, porque el señor Gillis hizo respetar su clase con un golpe sobre el escritorio y aterrorizó a toda la clase; incluso a mí. Las únicas que se mantuvieron serias y taciturnas desde el principio fueron las chicas.
La hora del receso llegó y nos dispusimos a tomar un breve descanso en las inmediaciones de la escuela. En lo que respectaba a nosotras: Lía, Lila, Salomé y yo; nos apartamos de los demás. Era costumbre ir a la vieja cabaña de jardinería que anteriormente había pertenecido al pobre Fredy. Fredy había sido jardinero de la escuela durante muchísimo tiempo, pero su locura lo llevó a parar al manicomio. Se había obsesionado tanto con el personaje de Pesadilla en la calle Elm: Fredy Kroeger, y esa obsesión le salió cara. Era enfermizo de nuestra parte visitar su cabaña, pero su historia era simplemente sensacional para un grupo de raras como nosotras.
— ¿Porqué estabas tan distraída en clases del señor Gillis? —pregunto Lía.
— Sí ¿Qué tanto veías en la ventana? —reforzó Salomé.
— ¿Se acuerdan de la chica de la que les hable?
— Sí, la que irrumpió en tu casa—contestó Lila.
— Bueno, hoy la he visto de nuevo.
— ¿No me digas que en la escuela? —anticipó Salomé.
— Pues fíjate que sí. Me miró como si quisiera decirme algo.
— Tal vez quiere disculparse por lo del otro día —opinó Lía.
— Eso creo. Pero no entiendo cómo pudo entrar a la casa y porqué me ha seguido hasta la escuela—dije confundida—. ¿Qué quiere de mí?
— Para todo hay una explicación. Tal vez dejaste la puerta principal o la del jardín sin seguro, y no creo que te haya seguido. Es mera coincidencia que estudie en nuestra escuela.
— Suena coherente, pero estoy convencida de que los seguros estaban puestos.
— Una a veces está segura de haber hecho algo, pero en realidad lo hiciste en la mente—intervinó Lila—. Pero no le des más vuelta al asunto, amiga.
— Está bien—quise olvidar el asunto, pero en realidad no descansaría hasta saber que era lo que quería esa chica de mí.
Llegué a casa y fuí directamente a la cocina por un bocadillo. No era que me gustara el dulce, pero no sé qué bicho me había picado para tener esos antojos. Luego de eso, subí a la habitación, me cambié de ropa y me senté en el escritorio. Necesitaba hacer un trabajo escolar, pero no fue necesario accionar la máquina de escribir, porque el aparato empezó a funcionar por su propia cuenta y el papel quedó marcado con una nota que no pude descifrar. No salía de mi asombro y de mi miedo.Hola, Sylvia, yo también he sufrido.
Ignis R.
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🕯️~° El Espejo °~ 🕯️/En Edición/
KorkuDespués de la infidelidad de su padre, Sylvia Morrinson decide mudarse con su madre a una nueva casa, en un vecindario cercano al suyo, ya que debe continuar asistiendo a la misma escuela por falta de recursos. Además sus mejores amigas estudian all...