OCHO

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Abrí los ojos naturalmente y me encontré sumergida en una completa oscuridad

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Abrí los ojos naturalmente y me encontré sumergida en una completa oscuridad. Me aterrorizó no saber donde estaba. ¿Acaso la muerte se sentía de este modo? ¿En penumbra? ¿Sin nadie a tu alrededor y en una agonía eterna sin ver la luz? ¿Dónde habían quedado aquellos lugares de los que tanto hablaban los fervorosos y fanáticos religiosos? ¿Acaso solo existía el limbo y el alma quedaba vagando eternamente? ¿Por qué me angustiaba tanto mi estado incorpóreo? Si así fuese, que estuviese en el limbo; estaría condenada a toda una eternidad en completa incertidumbre. Pero, si no lo estaba ¿Qué oscuro destino me esperaba?

Como una estrella fugaz cruzando el firmamento, una idea sin coherencia vino a mi aparente conciencia. Quise sentir mis propios movimientos como si gozara físicamente de mi cuerpo ex humano. Entonces probé a dar un paso hacia adelante, según una brújula imaginaria y sin saber si poseía movimiento alguno.

¡Sorprendente! Pude dar dos a tres pasos. Excitada por el descubrimiento, continúe la hazaña y quise avanzar un poco más. Sin embargo, no pude desplazarme y fuí retenida por la fuerza de algo irreconocible, que en segundos maltrato mis muñecas. ¿Por qué podía sentir dolor? Hasta donde yo sabía, podíamos sentir dolor dentro de un cuerpo físico. No podía ser que los muertos pudiesen sentir flagelaciones físicas. Pero, lo estaba comprobando. Todo lo que había aprendido terrenalmente acerca de la muerte era una farsa.

Entonces se me ocurrió gritar en medio de la nada, pero ni yo misma escuchaba mis propias palabras. Era como si mi aparato fonatorio estuviese descompuesto. No conseguía entender lo que sucedía. Intenté gritar una vez más, pero continúe enmudecida. Probé dar nuevos pasos hacia adelante. Sin embargo, eso que aún desconocía me retuvo repetidas veces y el dolor en las muñecas era permanente. Sentí ardor, como si un hierro caliente quemara mi piel y el grosor de lo que me hería fuese circunferencial cuan aro. Sin embargo, no había manera de comprobar la hipótesis. Pero sí la posibilidad que fuese cualquier objeto metálico.

Mientras tanto, el ambiente seguía silencioso, frío y oscuro, y ya no estaba segura de que esto fuese el limbo. Más bien, parecía un círculo del infierno, como en la obra de Dante Alighieri.

Tal vez, el deseo de matar a la amante de mi padre, me había condenado automáticamente a los castigos del infierno.

De pronto, un destello de luz apareció de la nada, dejándome anonadada por unos minutos. La intensidad de la luz fue tan fuerte, que tuve que abrir los ojos lentamente. No obstante, el brillo disminuyó, permitiéndome ver sin ningún tipo de molestia. Entonces, me fijé que la luz provenía de un espejo frente a mí. Sí. Un espejo. Muy similar al cristal siniestro de mi habitación.

Resultaba casi curioso como un haz de luz proveniente de allí, podía iluminar todo un cubículo. Aun así, el espejo me causó un terror que ya conocía. Tuve que apartar la vista de él y concentrarme en estudiar mejor el lugar donde me encontraba. Hice un giro de noventa grados, encontrándome rodeada de cuatro paredes, sin puertas, ni ventanas y... Alguien yaciendo en el piso. Hecho un ovillo en el rincón. Era una chica. Muy joven, pero pálida como la muerte.

Todo este tiempo no había estado sola. Sin embargo, la compañía no había sido de mucha ayuda, ya que la extraña no dió señales de ser nada. Ni alma, ni cuerpo.

Bajé mi rostro resignada a la muerte y noté que mis muñecas estaban magulladas. Sí que lo estaban. Quedé absorta. No había ningún objeto extraño que me hubiese causado eso. Entonces,  ¿A qué se debía el maltrato, el ardor, y las heridas? Algo estaba fuera de contexto.

Mis manos empezaron a temblar con violencia a causa de la impresión. Me recordó vagamente la enfermedad de la abuela Milly. Pero, ese recuerdo vago se esfumó cuando escuché un gemido casi humano. Volví mi cabeza hacia el rincón donde yacía el ''cuerpo'' y vi cómo se erguía. Débil, como una criatura al ser expulsada del útero de su madre. Luego clavó sus ojos en mi, mientras intentaba transmitirme un mensaje.

Su voz carecía de fuerza. Como una anciana. Me causaba terror que aun siguiese observándome con ojos de súplica. No entendía por qué me producía esa sensación de recelo. ¿Acaso los muertos temían de otros como ellos?

Entonces se arrastró por el suelo con las pocas fuerzas que tenía. En mi lugar, no hice más que retroceder en respuesta al miedo, y mi espalda hizo contacto contra la pared. Eso indicaba que había alcanzado el límite en medio de un rincón. Ahora sí que estaba acorralada.

Luego, volvió a levantar su cabeza y extendió uno de sus brazos como un mendigo, sin importar ser rechazada. Yo sólo trataba de evitarla con repulsión y pánico. El solo hecho de estar cerca de ella me causó intensos escalofríos. No obstante, continuaba decidida a tocarme. Quería gritarle que se alejara de mí, pero el pánico y el asco silenciaban mis palabras.

Desafortunadamente para mi, el roce de sus dedos me transmitió el frío y la humedad que emanaba todo su ser. Quedé pasmada e inmóvil cuando una voz resonó dentro de mi cabeza. Era tan fuerte como tener una amplificación torturando el tímpano.

«Ella no puede vernos, pero si escucharnos. Pero no temas. Ella no nos escucha. Mi voz sólo está en tu mente y no en el exterior. Te estarás preguntando ¿Quién soy? ¿Qué es este lugar? Y ¿Por qué estás aquí? Bueno. No soy nadie realmente. Sólo soy tu inconsciente. Si has estado pensando que estás muerta, déjame decirte que no es así. Ahora mismo, tu cuerpo físico está en un estado de trance. Lo que ves a tu alrededor solo es producto de tu mente. Es el resultado de tus miedos y tu estado de animo. Por eso debes ser muy cuidadosa. No permitas que ella o eso se apodere de tu mente y cuerpo. Si eso llegara a suceder. Recuerda siempre mirarte a un espejo y pronto volverás a ser tu por unos momentos. Sin embargo, controlar tus acciones no será tan fácil.»

La voz se detuvo y la chica que al parecer era mi conciencia se esfumó como un acto de magia ante mis ojos. 

Entonces, desperté y literalmente estaba en la habitación de mi madre. Al final, las palabras quedaron resonando una y otra vez, como una lección de la escuela que debía aprender.

 Al final, las palabras quedaron resonando una y otra vez, como una lección de la escuela que debía aprender

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