-8-

111 12 19
                                    

- Oye, ¿me estás escuchando? - dijo mientras agitaba frenéticamente su mano delante de mi cara.

 - Oh.. Lo siento, no, ¿puedes repetirlo?

 - Te estaba diciendo que fue todo muy extraño. Además de todo, llevaba una vestimenta muy extraña, completamente diferente a lo que se ve ahora. 

 - Creo, según como la describes, que la he visto en el parque y hablamos un rato.

 - ¿A que al principio resulta curiosa pero luego es amable? Espera, ¿dices que la has visto?

 - Según como la pintas creo que si. ¿Habrá venido contigo de su época? ¿Cómo se supone que volverá? No entiendo nada... Además, - sentí como mis manos se calentaban y decidí guardarme mis pensamientos - ah, déjalo.

 - Hey, puedes decirlo, yo también me percaté - me sonrió 

 - No tengo nada que decir, tranquilo.

 - Dilo - notaba como John me presionaba a sacar mis ideas al exterior, cosa que detestaba.

 - Que no.

 - Sé en lo que estás pensando, yo tuve tu edad. Te obligo a decírmelo.

 - Tiene una bella figura.

 - No me convences.

 - Vale, estuve mirando sus pechos, ¿algún problema?

 - Así se dice muchacho - afirmó con orgullo.

 - Primero me dices que diga algo que no está correcto decir, ¿y luego me llamas muchacho? - me senté en el borde de la cama esperando alguna respuesta - Nada de lo que dices tiene sentido.

 - Debes aprender a expresar tus pensamientos en algo que no sean tus poemas, y yo te estoy ayudando. - declaró completamente convencido de sus palabras.

 - Realmente no tienes remedio. Bajo con la familia.

Bajamos las escaleras y vi a madre preparándose para salir a la calle.

 - ¿A donde vas madre? - pregunté curioso.

 - Voy a comprar unas frutas al mercado, no me tomará mucho tiempo 

Las últimas palabras que salieron de su boca se extinguieron en el aire con aires de tristeza. Últimamente era la única emoción que desprendía. Seguramente fuese por lo que nos hizo padre cuando era yo aún un niño; realmente fue un completo idiota con esa decisión de escribir el panfleto Reynolds Ella simplemente tenía sus épocas tristes en las cuales maldecía constantemente a padre por sus errores, y era en esas mismas cuando podíamos ver a la tía Angélica, quién venía a consolarla. 

P.O.V  Eleonora

Paseaba tranquilamente por las calles de Nueva York, lo cual era de la poca información que me dio Burr. Caminando y caminando terminé parando en una amplia pradera despejada, nada tapaba la visión. Me senté a admirar el paisaje y maldije el no tener algo para plasmarlo en un papel. Noté que el paisaje era demasiado hermoso para tan solo admirarlo y algo me llevó a bailar.

No era ni mucho menos una danza meditada pero todas las emociones que me perturbaban fluían con mi cuerpo y se separaban de mi mente. 

Mis manos se movían tal ola en el mar, mis piernas tal hierba contra el aire y mi cabeza tal enamorada buscando el amor. Daba vueltas sobre mi misma, daba pasos adelante y atrás, sin ritmo concreto y sin coordinación alguna y aún así escuché unos aplausos detrás de mí.

P.O.V Eliza

Una vez comprado lo necesario presentí que no era tiempo para llegar a casa. Me sentía miserable cada vez que mis hijos me veían en tal estado, así que me mentalicé para volver a casa lo más despejada posible. 

La canasta aún colgado de mi brazo me acompañó hasta aquél bello descampado al que solía ir cuando estaba en este estado. Por el camino pasó por mi mente el hecho de que Philip hubiese hablado con una muchacha. Me preguntaba porqué lo escondería de mí, ¿acaso era mala chica?

Al llegar al sitio vi a lo lejos a una joven muchacha con vestimenta peculiar danzar sin ritmo ni coordinación, pero sus movimientos expresaban una marea de sentimientos. Al notar que dejó su cuerpo estático por un momento, incluso si parecía que iba a retomar su baile, aplaudí ante lo que mis ojos presenciaban.

Al parecer, aquella muchacha no se esperaba que hiciese eso, pero realmente fue una acción involuntaria, me fascinó su baile.

 - Gracias - dijo tras un sonrojo que cubría su cara y me acerqué más a ella.

 - Bailas asombroso, chica. Oh, siento ser tan repentina, me llamo Eliza Hamilton, ¿y usted?

 - Soy Eleonora, un placer conocerla, señora. - hizo una inclinación con su cuerpo e imité la sonrisa que me concedió.

 - Igualmente señorita Eleonora

 - Oh, no hace falta que me utilice señorita conmigo, señora Hamilton.

 - Entonces, ¿Eleonora?

 - Exacto, Eleonora.

[editado]

Always on my mindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora