Epílogo

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Epílogo.

Los Ángeles, California.

Noviembre, 2020.


Permanezco quieta, tratando de no perderme en la consciencia de la realidad. Aprieto los labios, cierro los ojos con fuerza y trago el nudo de emociones que pugna con dejar mi interior. Intento calmarme tomando varias respiraciones profundas. Las lágrimas se agolpan bajo mis párpados, y arde, arde tan fuerte que temo derrumbarme aquí mismo.

Estoy compungida, sobrepasada por la situación.

Miro directamente hacia él. Luce furioso, desilusionado. Con la mirada encendida fija en el ventanal del despacho. Un puñado de rocas se asienta en mi estómago y un sudor frío me recorre desde la punta de los pies hacia el inicio del cráneo. Estoy aterrorizada.

Sus ojos azules me atrapan inmovilizandome. Su cabello castaño está echado hacía atrás con pequeños rizos rebeldes cayéndole por la frente. Me detalla con ojos centelleantes de furia y el rostro compungido por el dolor. Tiene las manos hechas puño en los costados y los nudillos blancos por la presión ejercida sobre el escritorio.

Aprovecha mi desconcierto para golpearlo con fuerza sobresaltándome. Se endereza sobre sí mismo, cuadrando los hombros ajustándose las muñecas del pulcro conjunto grisáceo. Me mira como si estuviese analizándome atentamente, comprendiendo que era real.

   - ¿Que mierda haces de vuelta aquí?.- El frío gélido de sus palabras me hiela el pecho.- Después de todo el daño que me hiciste, de joderme la vida y destrozarme el puto corazón... Tienes el nervio de volver.- Siguió con voz dura, lacerante..- Tocas mi puerta, anuncias que has vuelto y vuelves a meterte en mi puta cama, como si nada hubiese pasado.

Mi corazón se aprieta con fuerza, tanto que tengo que morderme la lengua conteniendo un gemido de dolor. Le había destruido.

Pero había luchado y vuelto por él, por nosotros.

Una sobria sonrisa tira de su rostro. Pasea los dedos bajo la sombra de su barbilla y sus ojos se dirigen como flechas hacia mi.

- Tenerte aquí mi amor, delante de mí. Tan frágil y desarmada. Tan rota. Después de todas tus mentiras y engaños...- Acató una pequeña pausa presionando los dedos sobre el puente de la nariz, sopesando las líneas siguientes. -¿Qué mierda te queda por llevarte de mí?.- ¿Por qué volviste si te lo llevaste todo? .- Lo jodiste, ¿No lo entiendes? me jodiste, nos jodiste para siempre.- Con el corazón atenazado, recibí su comentario peor que si me hubiese abofeteado.

La sangre se me congeló en las venas. Esta era la sentencia que yo misma había firmado cuando decidí irme de aquí, lejos de él, lejos de nosotros.

Inhalé profundamente, me sonrió con malicia.

- Toma lo que te digo como una advertencia.- Tantéo las hebras de su cabeza revolviéndose en su lugar. Destrozado.- La vida da muchas vueltas y el tiempo no se detiene ni por ti ni por nadie. Y ten por seguro que yo no me detendré hasta recoger todos los pedazos que quedan de ti y hacerlos tanta mierda que al final, te va a ser imposible juntarlos de nuevo.-

Le había perdido.

Un sollozo contenido dejó mi pecho, comencé a hipear. La realidad me golpeó como un tren a toda velocidad sobre una superficie gelatinosa. Me anclo a mi lugar y me obligo a respirar tanto como puedo. Estoy inmóvil, nada dentro de mi cabeza parece funcionar. Es como si rebobinara el cassette una y otra vez y no hubiese sonido alguno. Hueco. Sin nada dentro. Es justo como estoy ahora.

Intento con desespero desprender las palabras de mi boca, queriendo explicar por qué tuve que dejarle de manera tan repentina. Que detrás de mi partida había una verdad aún más dolorosa que no hubiese podido soportar. Pero en el intento, se atropellaban las palabras unas con otras, dejándome muda.

El hombre frente a mí luce tan frío e inalcanzable, tan lejano al hombre que conocí. Mi amante, y fiel compañero. Ese hombre ya no estaba y entonces comprendí. Yo le había matado.

Con un sonoro crujido echó la silla hacia atrás, sacándome de mi estupor. Se puso de pie lentamente y rodeo el escritorio con elegancia ajustándose el saco vinil sobre los hombros. Su mirada lapislázuli se detuvo sobre mi solo por un segundo, tan rápido que me pareció irreal. Echó la cabeza arriba dibujando una sonrisa sorna en el rostro.

Los ojos que alguna vez me miraron con ternura y devoción, me atravesaron con fiereza dejándome clavada en mi lugar. Se acercó a zancadas largas y firmes, me obligué a mantenerme quieta. Tomó mi cuello con sus manos, sus pulgares se colaron bajo el suéter de estambre y temblé ante la expectativa. Sus manos delinearon mis clavículas antes de posicionar la palma sobre mi pecho. De un solo jalón tiró con fuerza el colgante de mi cuello y me dejó atrás.

- Esto ya no te pertenece.- Advirtió antes de seguir.- Rozó mi hombro con el suyo al pasar y me sorprendí de no tambalear. Dejándome descolocada y desecha, el ardor se extendió por mi mi cuello hacia todas mis extremidades. Llevo mis dedos hacia el mismo lugar, incrédula aferrándome a él con fuerza, se ha llevado el único motivo para regresar.

La promesa de un amor eterno.

Me dejó atrás, me dejó tan vacía y tan rota como nunca estuve. Lo había jodido todo.

Vaciló unos segundos antes de volverse hacia a mi, la esperanza brilló en mi pecho y lo abandonó tan pronto como las palabras abandonaron su boca.

- Bienvenida al infierno señorita Vidal.

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