Capitulo 2

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Observo el reflejo que me devuelve el espejo frente a mi atónita

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Observo el reflejo que me devuelve el espejo frente a mi atónita. Me muestra una cintura definida bajo el encaje de un precioso vestido color blanco con destellos plateados en la cinturilla. El escote es fino y lo suficientemente alto mostrando solo un pedazo de piel sobre los pechos. Mi cabello lacio está recogido en un moño desordenado con pequeños mechones ondulados cayendo a los costados de mi cabeza y mis ojos marrones son cubiertos por una espesa cortina negra que enmarca mis pestañas. Termino mi larga evaluación con los ojos empañados y me recuerdo que llevo prisa.

Dios, aún no me hago a la idea que es verdad. Estoy atrapada. Voy a casarme con un hombre que solo busca destruirme y no puedo hacer nada para evitarlo. Me ha cerrado todas las salidas. Se me ha inculpado injustamente de la pérdida de las tierras de San Cristóbal y el patrimonio familiar de los Espinosa.

El anuncio de la boda más esperada del año ha recorrido los encabezados del periódico, la radio y los televisores a lo largo de toda la vieja España. Y con él, el comienzo de un matrimonio infeliz consumado en las cenizas de la venganza. Mi tormento.

Las condiciones eran bastante claras. Obediencia y sumisión. La vuelta y saldo de las cuentas del rancho Santander, ó el desalojo del hombre que ha cuidado de mi desde que era pequeña y el exilio definitivo de San Cristóbal hacia Venezuela para no volver a vernos nunca más. No había cabida para el razonamiento. Las cartas estaban echadas sobre la mesa y no me quedaba más que jugar con la corrida de sus espadas.

Las paredes de la habitación nunca me parecieron más pequeñas. Estaba asfixiándome dentro y fuera del vestido. Con regocijo me pellizco las mejillas para adquirir un poco de color. El abuelo Agustín me observa desde la silla detrás del espejo. Le sonrío con calidez y me giro para verle directamente a los ojos.

- Es hora.- Anuncié aplicando un gloss natural en los labios.- Vamos a salir de esta, Tata.- Juntos, como lo hemos hecho siempre.

El abuelo negó con la cabeza acongojado.

- No puedo permitir que cometas esta locura.- Exigió con la voz temblorosa por el sentimiento.- No puedo entregarte en matrimonio si no me prometes que vas a ser feliz.

Me hinque frente a él tomándole la mano.

- Voy a estar bien, lo prometo Tata.- Afirme con los ojos empañados.- El miedo atravesó sus facciones.

- No lo permitiré.- Aseguró tajante. No vas a casarte, al menos no en estas condiciones y no con ese hombre. No voy a ser partícipe de tu dolor.

Le miré afligida sopesando sus palabras.

- ¿No vas a acompañarme? ¿Quién va a entregarme si no eres tu Tata?

Me mordí la lengua y guarde un gemido dentro de mi boca. El era la única razón que tenía para continuar con esta locura. Mantenerlo a salvo y lejos del coraje de Álvaro. Podía soportarlo todo, su desprecio, su infidelidad, su venganza y su maltrato. Todo para no perderle a él. No a Agustín. Este hombre que con cariño ha sido mi roca y viento. No puedo derrumbarme ahora, el es todo lo que tengo.

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