Capitulo 3

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No es fácil moverse en un país totalmente desconocido sin ayuda de un buscador

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No es fácil moverse en un país totalmente desconocido sin ayuda de un buscador. Me revuelvo incómodo en mi lugar y repaso por tercera ocasión el pequeño punto rojo sobre la ubicación en el mapa. Estoy hastiado. Lo único que quiero es llegar al lugar en el que me he hospedado, darme un baño caliente y echarme a dormir. Chasqueó la lengua impaciente pues me repito que eso no va a ser posible.

Fábregas se ha quedado en cama montándose un numerito de que las fiestas no le van y el resto es historia.

Localizo finalmente el lugar del evento y me apresuro hacia el pequeño Yaris que he alquilado en el aeropuerto. Es pequeño, pero también es cómodo y satisface todas las necesidades de los próximos dos días en mi estadía en San Cristóbal.

El tráfico es horrible. Los estacionamientos están atiborrados y he tenido que aparcar por lo menos cuatro calles atrás.

Joder, son las cuatro y veintisiete de la tarde, voy retrasado. Ajustó el smoking color marino y me acomodo el corbatín sobre la camisa. Giro el reloj sobre mi muñeca y me vuelvo con prisa para emprender mi camino.

Voy tarde, Me repito.

Mi acción de llegar a tiempo se ve rápidamente ofuscada cuando algo estrella contra mi. La magnitud del impacto es tan grande que me golpea con fuerza en el pecho haciéndome caer sobre el pavimento.

Un gemido lastimero me abandona cuando mi espalda choca con el suelo soportando el peso del pequeño cuerpo que yace encima de mi. Me aferro con los brazos envueltos a su cintura y descubro que es una mujer. Una pequeña y con una fuerza increíble.

Me concentro en recuperarme del sofoco que me provocó el impacto. La mujer se mantiene encima mio enterrada en mi pecho. Abro los ojos con lentitud y el aire se me atasca en la garganta cuando le miro.

Es una novia.

Sonrío. Es una novia preciosa. Le detallo el perfil izquierdo con parsimonia esperando una enmienda de su parte.

Me enderezo como resorte cuando le escucho sollozar bajo. Doy la vuelta tomándonos a ambos y la dejo cuidadosamente sobre el suelo colocándome encima de ella. Se cubre los ojos con el antebrazo dando paso a uno desenfrenado. El dolor de su llanto es desgarrador haciéndome estremecer.

Con rapidez me coloco con las rodillas a los costados de su cuerpo intentando averiguar el motivo de su desconsuelo.

- !Hey! ¿Qué pasa?, ¿Te has hecho daño?.- Atropello las preguntas en voz alta retirando el brazo que cubre su rostro, con delicadeza.

Joder, es preciosa. Parece una muñequita, una de las que colocas en un estante del comedor y le observas todo el tiempo. Tiene unos bonitos ojos almendrados y la boquita hinchada. Su nariz está repleta de pequeñas pequitas morenas haciendo contraste con su rostro aniñado.

Niega con la cabeza cuando le sujeto por la barbilla esperando respuesta. Se revuelve debajo de mi y me hago a un lado ayudándola a sentarse sobre el pavimento.

- A ver, tranquila. Ven.- La acomodo con cuidado retirando los rizos caramelo que le han caído sobre el rostro.

- ¿Por qué estás llorando? Eres una novia preciosa, la más preciosa que haya visto jamás. Deberías estar feliz.- Sonrío acunando su mejilla con calidez.- A tu prometido no va a gustarle verte llorar.- Afirmé

Su mano se posa sobre la mía aprentandome con cuidado, intensificando el llanto sin mirarme. La echo sobre mi pecho en un impulso de calmar los pequeños temblores de su cuerpo rodeándola con mis brazos. No tengo jodida idea de que es lo que pasa.

La separo un poco cuando el llanto ha mermado y retiro con mis pulgares las lágrimas que escapan de sus ojos bonitos. Su mirada conecta finalmente con la mía y me desarmo. Tiene los ojos tristes más bonitos que yo haya visto. Una muñequita de ojos tristes y el alma rota.

La aprieto contra mi poniéndola de pie.

- Lo lamento mucho, no le he visto.- responde finalmente, tan bajo que apenas puedo escucharle.

Recoge con fuerza su vestido antes de continuar.

- Tengo que irme. De verdad lo siento mucho, le he arruinado el traje con el maquillaje.

- No pasa nada. ¿Estás segura que estás bien?.- reitero.- Puedo llevarte de vuelta ó....- Me interrumpo cuando su carita se descompone por el terror dando pasos certeros hacia atrás.

- No, no. Yo, y..o.... tengo que irme.- Me mira con temor girando sobre sus talones descubriendo que va descalza.-

No va tarde a ninguna boda. Esta huyendo de ella.

- Escúchame.- me apresuró siguiéndole de cerca.- Tengo un auto aparcado aquí, puedo llevarte a donde quieras, déjame ayudarte.

Antes de dejarme terminar se echa a correr por la avenida. ¡Mierda!. La parte consciente de mi cerebro me pide que la deje ir, sin embargo la irracional se apresura cuesta abajo para alcanzarla.

En unos segundos la rodeo con los brazos evitando su huida.

-!Joder bonita! ¿Puedes detenerte? !Estoy intentando ayudarte!.-. Le sostengo con la respiración errática por el ejercicio.

-!Suélteme! ¡Pero quién se ha creído!, nadie ha pedido su ayuda.- Me mira furiosa, así me gusta más. Parece una fierecilla a punto de atacar.

- ¿Puede dejarme ir? Es lo único que le pido.- Me mira suplicante y yo me deshago.

No, ¡mierda! no quería dejarle ir.

- !No!.- Me apresuro.- Vamos a cruzar la calle hacia el café pequeñito de la esquina ¿Estamos?.- Apunto con mi dedo índice el establecimiento al fondo mientras le sujeto el brazo con cuidado impidiendo que escape de nuevo.- Vas a tranquilizarte y si luego veo que estás en condiciones de marcharte no me opondré. No voy a hacerte daño, solo quiero ayudarte.-

Su mirada me devolvió un atisbo de confianza y una chispa de esperanza se encendió en mi pecho. Relaje los brazos y la solté, hice un ademán de dejarle caminar delante cuando un golpe incierto me sorprendió dejándome sofocado en el suelo.

¡Maldita mujer! Me había golpeado la entrepierna.

Me enderecé inmediatamente con la reprimenda en la punta de la lengua que se disipó rápidamente observando a la pequeña fiera desaparecer por la avenida.

Jale mi cabello furioso, un completo imbécil es lo que era. Mi teléfono comenzó a vibrar constantemente en mi bolsillo, deteniendo mis ganas de correr tras ella.

- ¿Qué quieres Fábregas?.- respondí de mala gana, con la furia bullendo en mi interior.

Es la mujer de Álvaro, ¿No te has enterado? Se ha ido, huyó Max. Le ha dejado plantado.-

El suelo se movió bajo mi pies. La mujer de Álvaro. Al otro lado de la llamada las líneas habían echado el negocio más importante del año por la borda. Yo estaba aquí con un solo propósito. Ganar un juicio, tomar mi dinero e irme a casa.

Me pasé las manos por el rostro con frustración, no solo había perdido el juicio, también mi cabeza por aquella novia fugitiva. Una preciosa, de ojos tristes y el alma rota.

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