Capitulo 6.

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Capitulo VI.

Me enderecé en el sillón tan rápido como pude

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Me enderecé en el sillón tan rápido como pude. El mareo persiste y me es imposible enfocar con claridad. Todo me da vueltas. Me llevo las puntas de los dedos a la frente presionando con suavidad. Exhaló un gemido contenido. Me siento realmente mal. Manos cálidas se colocan sobre las mías y reposan comprobando mi temperatura corporal. Le miro sorprendida. Su toque es sereno y refrescante.

- ¿Que ha pasado?.- Pregunto desorientada.

- Te has desmayado.- Contesta una segunda persona. Desvío la mirada hasta la pelinegra siendo consciente del del rubor que se expande por todo mi cuerpo al percatarme de las circunstancias.

El ojiazul me observa atento. Una línea de preocupación le cruza la frente crispandole el rostro. Aprieta mis manos con ternura y las retira para colocarlas sobre mi regazo. Una corriente eléctrica me recorre la punta de los pies hasta los dedos de las manos. Estoy febril, extasiada.

- No tienes fiebre.- Afirma.- ¿Te duele la cabeza?.- Niego con vehemencia.

- Estoy bien, lamento mucho todo esto, me iré enseguida.- Apresuro.

- ¿Irte? .- Pregunta desconcertado.- De ninguna manera.- Prosigue.- Acabas de sufrir un episodio, aunado al golpe que te he dado esta mañana.- Agrega.- Vas a quedarte aquí, quietecita y dejarás que un médico te examine.

-¿Médico?.- Repito asustada.- De ninguna manera, ya me siento mejor.- Expongo.

Me aterran los médicos y no tengo un seguro que cubra los gastos y posteriores eventos.

- No estaba preguntandotelo.- Responde molesto.- Va a revisarte un médico tanto como si te gusta como si no.- Afirma.

- Max...- Advierte una segunda voz en el salón que había olvidado por completo.

- No puedes obligarme.- Me enfado.- Quiero irme. Voy a irme.- Acato firme.

- ¡Joder!.- Se pasa las manos por el pelo.- ¿Siempre eres así de terca?.- Deja que el médico te revise, me confirme que estás perfectamente bien y entonces puedes irte si así lo deseas.- Añade con cautela colocándose de pie rápidamente.

- ¡No me conoces de nada! No puedes ir por ahí dándome órdenes, imponiendo tu voluntad.- Ataque frustrada.

- Tienes razón.- Acepta.- No te conozco. Sin embargo estas en mi propiedad y bajo mi cuidado, lo que ocurre en mi territorio es mi responsabilidad, por lo tanto en estos momentos Ángel eso es lo que eres, mi responsabilidad.- Finalizó.

Hice caso omiso del mote y me plante firme.

- Bueno tu estas completamente loco si crees que...-, El piso tembló bajo mis pies y un mareo me sacudió con fuerza doblando mis rodillas, sus fuertes brazos me sostuvieron de manera inmediata manteniendome aferrada con fuerza de la cintura pegandome a su varonil musculatura. Maldijo por lo bajo colocandome nuevamente sobre el mullido sofá. Me miró con reproche para después volcar la vista a la puerta.

Un hombre calvo y con un gran maletín se acercó con premura. Comencé a temblar con anticipación. Debía lucir bastante mal para deducir con facilidad que era yo quien necesitaba atención médica urgente. Se acuclillo frente a mí con parsimonia y  me ofreció una sonrisa afable, luego comenzó a examinarme.

- Tienes la presión baja.- Afirmó después de unos minutos y un chequeo constante. Se colocó las lentillas sobre el puente de la nariz.- ¿Te has alimentado correctamente por la mañana?.- Terció observando fijamente los garabatos en su libreta. Baje la vista avergonzada, se me había hecho bastante tarde y con la efusividad del empleo perdí por completo la noción del tiempo y por consecuente mi tiempo para el desayuno. Si incluimos la impresión que sufrí al verlo me sorprende únicamente haberme desmayado y no entrar a un coma por referencia al impacto recibido.

Negué levemente para luego escuchar un gruñido por parte del anfitrión estrella. El médico asintió tranquilo. Prosiguió con el escrutinio y retorcí las manos en mi regazo en respuesta a los toquecitos del alcohol en mis rodillas amoratadas. Gemí quedito y me quede quieta. Muerta de vergüenza. ¿Que pasaría cuando él médico se fuera? ¿Me exigiría una explicación? ¿Me permitiría dar mi versión de la historia? pero lo más importante... ¿Me dejaría ir?

- No veo nada fuera de lo normal.- Caviló el médico interrumpiendo el hilo cínico de mis pensamientos...- Un buen desayuno y un cambio en de vendas en las heridas cada mañana durante 3 días y estará perfectamente bien.- Afirmó.

Forcé una sonrisa y me levanté a la par. El médico emitió un ligero saludo y se retiró con gracia.

- Lamento mucho todo esto, no era necesario. Siento haber perdido el tiempo de todos, no suelo desvanecerme con frecuencia. Ahora que estamos claros, me retiro.- Anuncié con fluidez premeditada.

El magnate chasqueo la lengua en desacuerdo, miré a mi alrededor advirtiendo que estábamos completamente solos en la habitación. Me mordí el labio inferior con nerviosismo cuando alargó un paso en mi dirección.

- Aún no puedes irte.- Largó una mueca satisfecho. Fruncí el ceño en desacuerdo.- La vacante.- Me recordó.- Ni siquiera has llenado el formulario.

- No es necesario.- Debatí.- Fue un error venir aquí, no creo ser lo que están buscando, ni estar lo suficientemente capacitada para el puesto. Nos estoy ahorrando el tiempo licenciado...

- Saavedra.- Termina por mí extendiendo su mano en mi dirección, sus brazos son largos y atléticos, tiene un cuerpo fibroso y bien trabajado. Me humedezco los labios y acepto renuente el apretón.- Permíteme a mí determinar si está o no a la altura del puesto.- Terquea. Le aseguro que los conocimientos que no haya adquirido en la universidad podrá adquirirlos como practicante en el despacho.

- ¿Practicante?.- Le miró con sorpresa.- No, creo que está equivocado yo he venido por un puesto de...

- Asistente.- Me interrumpe.- Estoy al tanto señorita Vidal.- Confirma.- Jimena me ha dicho tu nombre.- Profiere al ver mi desconcierto.

- No lo entiende.- Me defendí.- Yo no estudié la universidad, no tengo un nivel de estudios elevado ni mucho menos lo necesario para estar aquí, de verdad lo lamento. Lo mejor será que me vaya.- Giré rápidamente sobre mis pies apresurandome a la salida con determinación férrea.

- El puesto es suyo señorita Vidal.- Me detuve en seco. El aire se congeló en mis pulmones. ¿Había escuchado bien? ¿Me estaba tomando el pelo?

- Si lo quiere por supuesto.- Agregó.

- ¿Qué?, pero ni siquiera ha mirado el curriculum.- Apunté el papel sobre el escritorio. Le aseguró que lo que está allí no es...

- Es suficiente.- Afirmó.- El sueldo es inmejorable y las prestaciones que ofrece el bufete son las mejores. No le hará falta nada. Puede comenzar mañana mismo, hoy necesito que vaya a casa a descansar.- Dijo y se ajustó el traje.

- ¿Por qué?.- Me miró extrañado.- ¿Por qué lo hace?.- Corregí

- Tu lo haz dicho antes, no te conozco de nada. Sin embargo, puedo ver tu determinación y conozco la necesidad. Necesito un asistente de manera inmediata y no me apetece ver a nadie más. Si no eres eficiente puedo echarte enseguida.- Apuntó mordaz.- La decisión es tuya, de nadie más.- Finalizó.

La decisión en un punto crucial. Si de verdad no me recuerda, no conoce de mi pasado y su estadía en San Cristóbal era mera casualidad. Este era el lugar perfecto para comenzar de nuevo. En dado caso que ocurriese lo contrario, si el puede fingir que no me reconoce, el me necesita y yo lo necesito a él. Dos podemos jugar este juego, ¿Verdad?

- Bienvenida a bordo señorita Vidal.

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