Aparentemente es un día como otro cualquiera. Quizá para el resto del mundo sí, pero yo sé que este día es especialmente importante. Por eso llevo en la cama con los ojos cerrados fuertemente para intentar dormirme desde hace horas, esperando a que el despertador suene. Y cuando por fin lo hace, salto de la cama como si hubiera estado guardando fuerzas para ello toda la noche. Por fin son las 8:00 de la mañana. Me dirijo al espejo con la cara más seria que puedo poner. Pero por mucho esfuerzo que intento hacer, una sonrisa nerviosa siempre acaba por escaparse de mis labios. En mis ojos verdes se puede ver el brillo de la emoción y de no haber dormido en toda la noche por ello. Para intentar tranquilizarme pongo música en la habitación mientras preparo todo, y tarareo las canciones aguantando las ganas de cantar al volumen que la garganta me pide.
Este día es especial porque es el día en que yo, Daniel Lowell, por fin tengo una oportunidad de demostrar que de verdad estoy interesado en dedicarme a la música, en ser cantante.
Cantante... Suena tan bien. Hasta ahora sólo me he atrevido a actuar en pequeñas funciones en el instituto, y nunca como voz. Siempre soy el que está detrás del protagonista, aguardando mientras hace su solo y deja a la gente con la mirada fija en cada uno de sus gestos, sin perder una sola nota que sale de su boca, mientras yo sueño con que se quede en blanco para acercarme, apartarle y seguir con la canción; ser yo el que se sienta tan lleno de atención y hacer saber a la gente que las voces calladas no somos siempre las que no tenemos nada que gritar al mundo. Pero todo esto hasta ahora no eran más que sueños. Por fin he superado la mayoría de edad y desde entonces me tomo muy en serio poder mostrar las ganas que llevo dentro de ser una estrella de la música. O al menos de intentarlo. Sé las posibilidades que hay de fallar y las escasas que hay de sacar algo bueno, pero eso sólo me anima todavía más a intentarlo.
La de hoy es mi primera prueba. Buscan chicos para un musical y no perdía nada por apuntarme. No es un papel del que se pueda presumir mucho, pero yo no quepo en mí de los nervios. Nunca he cantado para nadie fuera de mi grupo de amigos y mi familia. Y claro, ellos siempre me dicen que lo hago bien, pero ¿qué van a decirme siendo ellos? Ahora tengo la oportunidad de que alguien ajeno me dé su opinión objetiva. Y pienso hacer que no se arrepientan de haberme querido escuchar.
El pequeño teatro donde se hace la audición está a un par de manzanas de mi casa. Para ir a clase paso por delante y siempre veo a gente a las puertas practicando los diálogos de sus obras, ensayando las estrofas de sus canciones o planeando cuándo quedarán el próximo día para ensayar. Si por mí fuera iría todos los días a pedir autógrafos a los que están allí. Sé que no son famosos y no lo haría porque algún día puedan llegar a serlo y así tener su firma, pero para mí son el objetivo que quiero alcanzar, algo fuera de mi alcance, y sólo eso me hace tener más ganas de preguntarles cómo se sienten y lo que es tener una oportunidad como esa y, quizá, significar algo para los demás.
Se acerca la hora. Me aseguro de que está todo exactamente donde quiero; cada pelo en su sitio, el vaquero con el cinturón en el agujero indicado, la camiseta planchada y yo perfectamente preparado para lo que va a tocar vivir. Miro el móvil por última vez. No tengo ningún mensaje ni llamada perdida. Pero no dejo que eso me afecte. Cojo aire y por fin dejo salir libremente la sonrisa que tanto me cuesta ocultar, a pesar de que eso signifique algunas miradas raras de la gente que está allí esperando como yo.
La puerta apenas se ve por la cantidad de jóvenes que esperan a que sea la hora y les vayan llamando uno por uno para la prueba. Algunos esperan dando vueltas en las manos un papel, un amuleto o cualquier cosa que les entretenga y distraiga; se nota que son primerizos. Pero la mayoría hablan entre ellos, no se les ve nada nerviosos y parecen preparados para algo incluso más importante que este papelucho. Podrían aplastarme moralmente con sólo mirarme y literalmente con esos brazos que lucen y no intentan disimular bajo esas camisetas apretadas. Me hacen sentir fuera de lugar e intimidado. Creo que me estoy desanimando...
Pero ya es tarde para echarse atrás. Empiezan a pasar lista a los presentes y a entregarnos una pegatina con un número a cada uno. 026. Ese soy yo. Veo la pegatina en mis manos como si fuera ya un contrato con la mejor discográfica del mundo. 026. Ya soy alguien. Ya formo parte de esto. 026... Ojalá no estuviera solo ahora. La emoción se me acumula en la garganta y tengo la sensación de que si no llega pronto la hora en que tenga que cantar, acabaré en el suelo gritando a la nada como un loco. Me encantaría compartir esta emoción con alguien.
Oigo que dicen mi número. Es mi turno. Aunque parezca extraño, los restos de nervios y timidez que aún amenazaban con hacerme salir corriendo desaparecen. A partir de ahora cualquier cosa puede pasar. Y pase lo que pase será importante para mí. Estoy listo, allá voy...
ESTÁS LEYENDO
Entre el cielo y la tierra.
Roman d'amour"¿Por qué tiene que ser tan difícil?" se pregunta todos los días. Y es que nunca pensó que teniendo todo lo que podía imaginar se sentiría más vacío que nunca. A veces se puede tener todo y nada a la vez. Y la mayoría de las veces es demasiado tarde...