Mentiría si dijera que, a pesar de su vientre abultado, no era bonita, pues si lo era; sin embargo lo que me cautivó fueron esos ojos verdes que se perdían en un infinito al que yo no tenía acceso. Su mano derecha viajaba en grandes círculos sobre su barriga de ¿5 meses? , cómo si quisiera desenroscarla de su cuerpo.
Saqué un caramelo mentolado del bolsillo interno de mi saco y le ofrecí
_¿Quieres? _. Ella no se inmutó, se limitó a responder sin quitar la vista de ese punto imaginario
_ Anthony sabes que no puedo comer eso.
Abrí mis ojos muy asombrado, ¿Cómo me había llamado? Mi ego se sintió algo ofendido
_ Terrence Graham madam _ me presenté extendiendo mi mano hacia ella.
_ ¿ A qué estás jugando ahora? Ayer jugabas a qué te caías de un caballo, deja de hacerlo por favor_ dijo molesta pero aún sin mirarme.
No quise importunarla más. Debía irme pero no me atrevía, algo me aferraba a esa fría banca de concreto.
Cómo el buen actor que era, asumí el papel del tal Anthony, para tratar de averiguar algo con lo que pudiera ayudar a la pequeña y muy embarazada pecosa.
_ Tengo hambre, vamos a comer algo _ dije con un tono ligeramente autoritario.
La tomé por el codo para ayudarle a levantar y cómo corderito se dejó llevar; estaba tan desvalida, abandonada, que algo en mi corazón se sintió tibio y nuevo; no supe explicar qué era en ese momento.
La guié a un pequeño restaurante italiano, uno de mis favoritos, donde hacían una deliciosa pasta casera. Ver lo rápido que devoraba los linguinis frescos con salsa de tomates y aceitunas, me hizo pensar que realmente debió haber pasado mucho tiempo sin comer. Solo cuando dejó su plato vacío, levantó sus ojos para verme. No puedo describir lo que había detrás de esa mirada, quizás tristeza, miedo, agradecimiento, vacío.
Me arriesgué a preguntar algunas cosas que me dieran luces para poder ayudarla y además iniciar conversación
_ ¿Te gustó la pasta?
_ Si, muy rica _ dijo al tiempo que tomaba la servilleta para limpiarse la boca embadurnada de salsa.
Los buenos modales aparecían esporádicos, cuando su mente se calmaba. Su ropa era fina, aunque estaba sucia y algo rota. Se podría pensar que es una chica de buena familia.
_¿Qué hacías en el parque con este frío? Además hay pronóstico de lluvia.
Esta vez la expresión de su rostro era de incertidumbre, entendí que no lo sabía.
_ Yo, yo...no lo sé _ tartamudeó _ por favor no te vayas a enfadar, con los regaños de la tía Elroy tengo suficiente.
_ No, no lo haría; intento protegerte, en tu estado no es bueno pescar un resfriado pecosa.
Frunció el ceño, no le gustó mi comentario evidentemente. Hizo un gesto de reproche que me estremeció.
_ No te enojes, se te notan más las pecas _ reí
_¿ Qué te parece tan gracioso Anthony?_. Ahí estaba ese nombre nuevamente.
_ Tu me pareces graciosa pequeña pecosa.
_ Hasta cuando tengo que repetirte que no me gustan los motes ¿O es que la caída te dejó sin memoria?_. Su molestia iba en aumento así que tuve que hacer una jugada rápida.
_ ¿Quieres postre? Hay torta de chocolate _. Fui muy arriesgado, pero a qué chica no le gusta una torta de chocolate.
Cómo lo intuí, asiente con el entusiasmo de una niña de seis años.
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Las cenizas de los Ardley
FanfictionMi primera publicación es un pequeño cuento realizado para un evento de Halloween, dónde presenté una historia un poco espeluznante. Si son sensibles a temas demoníacos y a ver a sus personajes favoritos hacer cosas inimaginables, entonces es p...