Capítulo 4: En las últimas

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Narra Brad:

Uno de los tantos hilos de sangre que sale de la cabeza del oficial se apróxima a nosotros, Callie está aferrada a mi brazo, con la cabeza entre sus piernas.

Las personas a mi alrededor están completamente asustadas: tiemblan, lloran, balbucean y ruegan porque los dejen salir. Y perdón, pero es obvio que eso no sucederá.

Pagecloud es un pueblo muy pequeño, y está es la razón por la que un banco tan grande se encuentra aquí, la fama de ser un pueblo "seguro" atrae a las personas adineradas a construir y dejar su ahorros aquí.

Y es algo que estos ladrones saben, pues se nota que han entrado preparados y parece que no se irán hasta que no se hayan llevado hasta el último dólar de la caja fuerte.

Los teléfonos de todos están siendo confiscados, es algo que pensé que sucedería, pues, si nadie sabe que estamos aquí, si nadie sabe lo que está pasando, nadie alertará a la policía.

Las puertas del banco están cerradas, y las cortinas del mismo tapan los gruesos vidrios de la entrada, evitando que alguien pueda vernos desde afuera.

Escucho un gemido a unos metros, dirijo la cabeza hacia allí, uno de los atracadores se está llevando a punta de pistola a una de las cajeras, me inclino hacia adelante para ponerme de pie, quién sabe qué cosa va a hacerle.

Es entonces que algo toca la parte superior de mi frente, me quedo completamente quieto, y solo con los ojos, miro hacia arriba. Un arma está apoyada en mi cabeza, y quien la sostiene, es el policía de la entrada.

Una gota de sudor baja desde mi mejilla hasta el cuello de mi camiseta, trago el nudo en mi garganta, sintiendo un extraño ardor y vuelvo a pegarme a la pared.

—Buen chico —Pronuncia con una sonrisa. —Ahora, teléfonos... —Agrega estirando su brazo con la palma abierta.

Lo miro directo a los ojos y después bajo la vista, uno de sus ojos es falso, de vidrio para ser más específico, mientras que el que sí es real, es de color verde. Llevo mi mano hacia el bolsillo de mi pantalón y tomo el dispositivo.

—Dámelo —Musita cerrando el puño de su otra mano con fuerza.

Un recuerdo cruza mi mente tan rápido como el flash de una cámara fotográfica, respiro profundo y presionó tres veces el botón de bloqueo, luego le entrego el dispositivo, no puedo evitar sonreír de forma leve, por ello, bajo la cabeza rapidámente.

—Ahora tú teléfono preciosa... —Comenta mirando a Callie, quien no ha parado de llorar desde que esto comenzó.

Le susurro al oído que obedezca, pero no da señales de que me haya escuchado, por lo que con delicadeza, llevo mi mano hacia el celular, el cual se mantiene en su bolsillo.

Estoy a punto de introducir la mano en el bolsillo, cuando ella, completamente fuera de sí, levanta la cabeza y me empuja hacia un costado, pierdo el equilibrio durante un momento y la observo.

—Callie, debes dárselo —Digo entre dientes.

—Vamos niña, no tengo todo el día —Ella niega, y mira al tipo.

—No —Mis ojos se abren, me sorprende con el coraje que lo dice; sin titubear, con la cabeza en alto y sin despegar la mirada de la del delincuente.

—¡Dame eso! —Grita furioso, apuntando el arma hacia mi amiga y quitándole el seguro.

Callie saca el teléfono de su bolsillo y extiende su brazo hacia adelante, el hombre toma el dispotivo, pero ella no lo suelta por completo. Un forcejeo comienza en ese instante, el cual ella termina perdiendo.

Sombras en la oscuridad © [1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora