9: Cortadas

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Nunca en su vida pensó llegar a tanto. Había muchas cosas que aún no entendía de Mayden, pero ahora era fácil comprender que nunca le dijo lo que realmente pasaba.
Se había encontrado con Sonia esa tarde, después de la pelea con Mayden, o mejor dicho, después de haber sido derrotado limpiamente por un chico que no era su mejor amigo...
Había un odio tan palpable en los puños de Mayden.

-Mira, tenéis que oírme- gritó Sonia cuando José perdió la mirada en el suelo de nuevo.

-Te estoy oyendo, joder- una punzante corriente de dolor atravesó su abdomen y tuvo que contorsionarse de dolor. Mayden había roto una de sus costillas, no tenía idea de como o cuando pero así era, y Sonia se empeñaba en mantenerle quieto para que éste la escuchase.

Ella lo tomó por los hombros y lo obligó a quedarse quieto, para luego soltarle la cruenta verdad -Mayden se suicidará sino haces nada- José se quedó en silencio, fijando sus ojos en los de su novia, que de pronto se habían vuelto vidriosos.

-Que lo haga- Sonia lo abofeteó -¡Joder! ¿Qué, estáis loca?

-¿Lo dejarás morir?- le gritó separándose de él y caminando repetidamente por el departamento, visiblemente consternada

-No se está muriendo, ilusa- gruñó él incorporándose trabajosamente ante Sonia -en todo caso, el que recibió los golpes fui yo.

-¿Cómo puedes ser tan ciego, idiota?- le abofeteó otra vez, pero sin fuerza, se había echado a llorar. -Tienes que hacer algo.

José la sostuvo entre sus brazos, a pesar de que el peso de su cuerpo le hería el costado de la costilla lastimada. No había tenido tiempo para ir al hospital porque había estado convencido de que eran golpes superficiales, pero ahora el dolor aumentaba cada vez más mientras las heridas se enfriaban.
-¿Como estás tan segura?- preguntó por fin.

-Hay navajas en la funda de su móvil y...

-... Sangre en sus muñecas- completó él, comprendiendo lentamente -pero Mayden es un chico fuerte y no tiene razones para suicidarse.

-Claro que si- se deshizo de su agarre para mirarlo a los ojos -tú.

-¿yo?- preguntó ingenuamente -¿Porqué? ¿Por los trogloditas acaso?

Sonia negó lentamente, sin romper el contacto visual se acercó a él con pasos erráticos e inseguros hasta estar frente a frente. -Mayden te ama.

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Cuando lo encontró, Mayden se hallaba sentado en el suelo, en una esquina sombría del departamento, con la espalda recargada contra la pared y los brazos extendidos. Entre las sombras su cuerpo parecía reducirse a tirones de tela ensangrentada, o un simple muñeco deshilachado, pensamientos que le erizó la piel. José se mantuvo a cierta distancia todo el tiempo, incapaz de respirar correctamente y con el nudo en la garganta de la culpa. Cuando su mirada atenta dio con la cabeza de Mayden, la vio gacha y suelta, con la barbilla pegada al pecho. Su cabello despeinado se pegaba penosamente a su frente y cubría sus ojos, pero a la escasa luz parecían apagados y vacíos. Ausentes.
En sus brazos, que tenía extendidos a ambos lados de su cuerpo, había una serie de cortadas, profundas pero frescas que se abrían como bocas sedientas que gritaban sin voz un dolor que quemaba aún en lo más recóndito de ese cuerpo apagado, en un lugar en el que el corazón latía infructuosamente. La sangre, que formaba un charco alrededor del mustio chico, seguía fluyendo por cada incisión.

La escena era simplemente devastadora.
-¿Mayden...?- se atrevió a preguntar, arriesgándose a acercarse unos pasos más. Su amigo se desangraba lentamente ante sus ojos, pero él aún quería oírlo hablar, algún indicio de que su vida no se había escapado de entre el centenar de bocas sanguinolentas y demoníacas que plagaban sus brazos. El débil chico, oyendo el murmullo de una voz que no era la de su ominoso interior, renovó las lágrimas, con más intensidad que antes.
José se acercó y cerró por completo la distancia entre ambos, como a un hermano, lo abrazó precionándole contra su pecho, consciente de que la sangre manchaba ahora su sudadera, ahogando y tragándose el dolor de la costilla herida y el sufrimiento que lo atenazaba por haber sido tan estúpido, tan irracional, tan idiota. Por haber puesto a los trogloditas antes que a él.

-Todo estará bien, Mayden. Confía en mi...

Dos almas al filo del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora