Los papeles

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Era una habitación pequeña, suficiente para un escritorio, un par de sillas y unos archivadores. Fuí a revisar los archivadores. Nada que no fueran papeles, planos y finanzas sobre las fábricas. Si había algo, sería el escritorio. Un mueble clásico de abeto, que podría datar del siglo XIX. No estaba seguro, ya que no soy muy aficionado al arte. Tenía papeles diversos por la mesa, pero lo importante se encontraría en los cajones con llave. Con un papel y una regla, abrí el primero. Papeles de finanzas no muy lícitas, pero no se podía relacionar. Todas mis posibilidades recaían sobre aquel último cajón. Tenía una gran seguridad, cerrado con llave y un candado, debía tener algo importante. Me abrí paso con las tenazas y el papel con regla, hasta que oí un pequeño ''clic'', que indicaba que el cajón se había abierto. Nada más abrirlo, supe que había encontrado lo que necesitaba, aquel símbolo me esperaba nada más abrir el cajón. Estaba en un sobre lacrado, abierto de forma meticulosa para conservarlo. Había más cartas como aquella, pero esta era la única que conservaba el contenido, y al fondo, una pistola Glock esperaba a ser usada en caso de necesidad. Me deshice de la pistola tirándola a una papelera, mientras pensaba: ''si se sentía en peligro para necesitar usarla, debo andar detrás de algo muy oscuro, más que las cantidades industriales de materiales que ha comprado en el mercado negro''. Me dispuse a leer el contenido de la carta, cuando el ruido de una puerta abrirse en la lejanía disparó mis sentidos. ''¡Alguien viene!'', pensé mientras salía corriendo de aquella habitación sobre en mano buscando dónde esconderme. Encontré un hueco oscuro al lado de la escalera por la que había venido. Esperé, pensando que si alguien pasaba por mi lado no me vería, y simplemente pasaría de largo. Oí pasos, se acercaban a la escalera, eran pasos fuertes y numerosos. Los pasos empezaron a hacer más y más ruido cuando subían por la escalera de latón, hasta que subieron arriba del todo. En ese momento, pude ver a cinco personas grandes, cubiertas por una gabardina cada uno, yendo al despacho de Esteban. Aproveché el momento, y silenciosamente, bajé las escaleras, salí del recinto y arranque el coche para alejarme en la oscuridad de la noche de aquel tenebroso lugar.

Nocturnis tenebrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora