|°Capítulo 1°|

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Jungkook corrió en su forma lobuna por el bosque, escapando de la manada que le perseguía. Aún tenía heridas de la persecución anterior, la que había tenido hacía tan solo unas horas atrás.

—¡Está caliente! –gruñó el mayor, alejando la taza de sus labios.

—L-Lo siento... Padre. –dijo el pequeño omega.

El nombrado lo miro con el ceño fruncido, y sus dientes apretados.

La madre de Jungkook le miraba desde el mostrador, estrujando su delantal con ambas manos, observando a su único hijo ser maltratado por su esposo, otra vez.

—¿Lo sientes? –cuestionó con una siniestra sonrisa en sus labios.– Voy a hacer que lo sientas. –tomó con fuerza el brazo del menor, y vertió el café hirviendo en la magullada mano.

Jungkook mordió sus labios con fuerza, aguantando el ardor en su mano derecha. Sus ojos estaban brillantes, debido a las lágrimas que se negaba a derramar, lágrimas que le fueron prohibidas desde que nació, y de solo dejarlas salir empeoraría las cosas.

Cuando su mano fue soltada, hizo una reverencia a su progenitor, quien le dio un golpe en la cabeza y volvió a leer su periódico.

»—Limpia éste desastre, ahora. –ordenó.

El peliblanco tomó el descolorido trapo oculto en su delantal, y limpió el líquido derramado en la mesa, volviendo a su puesto detrás del mostrador, junto a su madre. La única persona que realmente le amó, además de su mejor amigo: Taehyung.

—Déjame revisarte... –susurró. El menor hizo una mueca de dolor al momento en el que la mayor tocó la adolorida mano.

Jungkook tenía cortes cubiertos con curitas, además de algunos moretones que comenzaban a desaparecer, y ahora, las marcas que el líquido dejo en su irritada piel. A pesar de todos los maltratos, la piel del omega seguía siendo suave como la seda, y brillante por su blancura.

Hee Jin amaba a su pequeño Jungkook con todo lo que su corazón podía abarcar, pero temía de su esposo, e inclusive, hace quince años, cuando nació el niño y descubrieron que era un omega, recibió tal paliza que casi muere. No quería el mismo destino para su hijo, quería que su hijo fuera más, que fuera alguien, y que luchara por su vida.

Que viva la vida que ella no se atrevió a vivir.

Puede que por ello, luego de vendar la mano de su niño, besó su frente, y le abrazó cuán fuerte pudo, sin causarle daño, suspiró pesadamente y no intentó ocultar las lágrimas que comenzaron a caer por sus mejillas.

—Huye... –susurró. El menor se tensó, y alejó un poco a su madre, mirándole directamente a los ojos.

—Ma... Má...

—Tienes que irte de aquí, no puedes seguir así. No quiero verte así. –prosiguió en un susurro.– Te haré tiempo, no importa lo que pase conmigo, tú tienes que ser libre... Irte de Busán.

»—Hay una manada en Seúl, es de las más respetuosas, te encontrarán un lugar, cuidarán de ti...

—¿Pero y tú? Mamá... No quiero dejarte, no a ti... No a Taehyung. –al igual que la mayor, lágrimas mojaron sus mejillas a la par que hablaba y negaba con la cabeza.

—Podrás ayudar a Tae una vez estés a salvo. Te haré tiempo, y Jungkook... –llamó nuevamente y tomó el mentón del menor con sus dedos, mirando fijamente los ojos color avellana que tanto extrañará.– Te amo, mi cachorro.

—Te amo, mamá... –respondió con una débil sonrisa.

Lo que sucedió después fue que HeeJin llenó una bandeja con tazas llenas de café, y algunos tazones y platillos con comida. Llegó al centro del comedor, y tropezó con sus pies, creando un gran alboroto. Jungkook observó por última vez a su madre en lo que salía corriendo del restaurante que tanto trabajo le costó a la mayor, y comenzó a correr, tomando su forma lobuna a mitad del bosque.

Mi Lindo Omega (Jikook)|Omegaverse|[Adap.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora