D O S
Esa niña ilusa se había enamorado de una fachada. Amó a un demonio con rasgos de ángel.
Creyó que podrían ser una pareja feliz, pero falló, fue estúpida en amarle, en profesar su religión. Y ahora solo huía de él, de su lobo, de su muerte, de su amante, porque conocía las consecuencias de quedar de nuevo con él.
Ella había corrido durante horas tropezando con sus adoloridos y cansados pies con luz de fugarse de aquel sitio, con una pequeña esperanza a que su lobo no la encontrase, a que no la desechara como era de costumbre al consumir un poco de su tierna y tibia carne.
Ella nunca sería libre, era como un pobre cordero al matadero, solo por otro euro de varias grietas en su frágil mineral. Y su pura sangre mancharía el agua, como a aquella joya que portaría en su cabeza el carnero.
Únicamente en esa locura deseaba una cosa; ir a su hogar, un mejor lugar.
Ella esperaba algún día hacer eso, ir con su madre y su padre...Volver a sonreír, que la tuviesen entre sus brazos, tener esa seguridad como antes, regresar a su vieja casa de muñecas incorruptible, sin embargo, con aquellas roturas en su delicado corazón no volvería a ser lo mismo.
Pero aquel destino sería tanta belleza para aquella caperuza.
Esa niña se sentía sola en ese bosque, esa arboleda llena de secretos, uno envuelto en un velo tan desgarrador como el anterior, y todos los guardaba en su garganta, con tantas ganas de gritar hasta el cansancio, por la decepción y las amarguras que le seguían doblando.
Llevaba años escondida en su creación falsa; la de niña adorable con su dulce capa rojiza por su raza. Evitó siempre su verdad. Ella era más grande que su cuerpo, más fría que cualquier casa donde la capturaran, no obstante, no poseía control de sí misma, y jamás lo tendría, ya que le fue negado desde su bautizo.
Caminó durante horas, de forma que sangraron sus pies, sin embargo siguió caminando esperando lo pésimo a cada pequeño paso condescendiente en aquel vaivén expuesto por su lobo, malditamente lento y tortuoso. Dejándose llevar por el miedo que poseía entre sus venas corriendo como el gélido viento en sus huesos, asustándose a cualquier extraño sonido. Quebrantándose en ese bosque tan grande y tan diminuto.
Daba la vuelta a cualquier espejo entre tanta nieve, y temía por ella misma, porque solo la caperuza y el lobo sabían de lo que podía llegar a ser capaz.
Las voces en su cabeza, las alucinaciones constantes, el miedo en cada poro de su piel eran reales, y caperuza no lo sabía. Lo desconocía a tal grado de confundirlas con fantasías.
Porque a cada pequeño beso de su muerte ella se acercaba más a su verdadero reflejo, a su verdadero cazador y no ser la propia presa de sus instintos.
A la arrogante muerte le encantaba, se había enamorado de la niña de labios color cereza.
Para él, ella era su manjar más preciado. Jugaba con ella hasta el delirio, hasta corromperla, porque amaba tenerla a su merced, debido que a la misma muerte le excitaba el peligro que ella le causaba. Le cautivaba cada reacción a él, y quería más por esa dulce niña. Esa niña que ocultaba algo mucho más oscuro de lo que era él, y orillarla a revelarse, a ser su auténtica persona era inclusive más estimulante, más apasionado que probar su piel alabastro, sus labios o su sangre tan dulce y venerable.
Y ahora había algo que temía la muerte a perder, y esa era su bella ave encerrada en su jaula de diamantes, ya que no le compraría una de oro, ella se merecía toda una mina de ellos, la razón; por todo el fuego que les acarreaba, por toda la pasión desenfrenada que ella le hacía vivir por unos momentos haciéndolo sentir vivo, sus lindos aspectos que el notaba hacia su persona, por cada tentación que ella le daba, por ese delirio en el placer que estaba dispuesto a llevar y explorar con ella.
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LA CORONA ROJA
VampireEl Sabor Del Poder. Un mundo desconocido para el ojo humano, divido por castas y status. Una persona nacida de puros que establece la paz en una sociedad regida de sangre, clasismo y muerte. Irina Romanóv una chica que por apariencia es bella, pero...