Capítulo 9

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Otra vez esa extraña sensación en el corazón, empiezo a pensar que ya no son nervios, pero si no son nervios… ¿qué puede ser? Me temo lo peor.

-Gracias- es lo único que me sale. Después de algo como lo que me acaba de decir ¿qué puedo contestarle?

-Lo digo sinceramente- me mira fijamente y me sonríe. Intento sostenerle la mirada, pero soy incapaz, sus grandes ojos atraviesan los míos. Me giro y aparto mi mirada de la suya antes de que se de cuenta.

-Vaya, tenías razón, se ve más bonito cuando se acerca la noche. Mira todas esas luces… ¿habías visto alguna vez algo tan bonito?- le pregunto fascinada.

-La verdad es que no- dice sin apartar la mirada de mí.

-Vaya- le digo con falsa resignación

-¿Qué? Lo digo por ti- sonríe burlón.

-Ya me lo imaginaba, modestia aparte, ¿cómo lo haces para pasar tan fácilmente de ser un caballero a un engreído?

-Chica coqueta ¿eh? Me gusta- me guiña un ojo y sonríe.

-No tienes remedio- le digo con falsa resignación y ambos reímos. Al salir de la atracción, nos dirigimos directamente al coche. Bruno mira la montaña rusa con una mueca de desilusión.

-Ya volveremos- le digo con intención de alegrarle la expresión.

-¿Volveremos?- me dice sorprendido. Le sonrió y entro en el coche. El viaje de vuelta a casa transcurre tranquilamente. Llegamos a las 20:52.                  

-Bueno, ya hemos llegado- digo e intento desabrocharme el cinturón de seguridad, pero es inútil, está atascado.

-Vaya, se ha quedado encallado. Espera que te ayudo- dice y se aproxima tanto a mí que noto su aliento en mi cuello. Está tan concentrado que nisiquiera se ha dado cuenta de que nuestras caras están a un centímetro de distancia. Tengo la respiración acelerada, ay, Dios… ¿Pero qué me pasa? Estoy completamente paralizada, me da miedo reaccionar por si… un momento, ¡no digas tonterías! ¡Eso no va a pasar! Tienes que estar tranquila. Escucho un clic.         

-¡Ya está!- exclama y el cinturón, por fin, me libera, pero aun así no siento alivio; sigue a un centímetro de mí.

-Ves, ya está. Se encalla muchas veces, es un coche viejo ¿sabes?- dice con la cabeza agachada y una sonrisa. Levanta la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Apenas a un centímetro de distancia una de la otra, a un centímetro de distancia entre nuestros labios y a un centímetro de distancia de un deseo que no había sentido nunca hasta este mismo momento. Nos miramos por unos segundos, en silencio, sin apartar la mirada. Instintivamente, voy cerrando cada vez más los ojos. Siento su respiración en mi boca. Su nariz toca la mía, se me acelera el pulso y aprieto el freno de mano. De repente, escucho un ruido que me aparta de mis pensamientos o, menor dicho, de mis impulsos. Abro los ojos, Bruno los tiene cerrados y tiene la cabeza ligeramente inclinada hacia su derecha, lo que me permite ver a mi hermano en la puerta de casa, mirando hacia el coche. Aparto a Bruno de un empujón. Mierda…

-¿Estás bien?- me pregunta confuso.

-Sss-sí, tranquilo- le digo seseando cual mosca. Seré imbécil.

-Lo siento, si he hecho algo que te haya incomodado, te pido disculpas. No era mi intención- dice y se le nota realmente arrepentido.   

-No no, no has hecho nada, es sólo que…- Un grito me sorprende.

-¡Eeeeh! ¡Leyla!- mi hermano se acerca corriendo. Mierda.

-Nathan, ¿por qué estás gritando?- le pregunto desconcertada.

-¡Eh, tú, quítale las manos de encima a mi hermana!- dice Nathan dirigiéndose a Bruno.

-Nathan, tranquilo, no me ha hecho nada- le digo y me mira de tal forma que creo que si sus ojos disparasen fuego ahora mismo estaría como un pollo a la brasa. A los pocos segundos caigo en la cuenta de porqué: estoy pegada al asiento del copiloto y Bruno está, prácticamente, encima de mí, con su mano derecha agarrando su asiento y su rodilla izquierda encima del mío, dejando ,así, atrapada la mía. De acuerdo, no soy sólo una imbécil, soy la peor de las imbéciles. ¿¡Pero en qué narices estaba pensando!? Ay, Dios, ¿¡y ahora qué hago!? ¡Mierda! ¡Tierra, trágame!

-Esto, Nathan, no es lo que parece- intento convencerlo, aunque sin éxito, claro está, menuda postal.

-Vamos, sal del coche- me ordena con la mirada apartada. Obedezco sin decir palabra. Bruno sigue en silencio, sin saber muy bien que hacer, o mejor dicho, pensando muy bien lo que debe hacer.

-Oye, no pretendía hacerle nada malo, lo siento si te ha molesta…- dice Bruno, pero mi hermano le detiene con un gesto antes de terminar la frase.

-Mira, no tengo ni la menor idea de quién narices eres, pero sólo te voy a decir una cosa y quiero que se te quede bien grabada en esa cabeza: no te vuelvas a acercar a mi hermana ¿lo has entendido?- le dice Nathan desafiante. Bruno parece hacer un gran esfuerzo reprimiéndose la respuesta, que creo, no iba a hacer más que empeorar la situación. Nathan le cierra la puerta de una forma un tanto brusca y Bruno se sienta en el asiento del piloto de nuevo, se gira y me mira, para decirme algo antes de marcharse. Yo le evito la mirada.

-Bueno, espero que te lo hayas bien en el parque de atracciones. Cuando quieras repetir házmelo saber. Ya sabes, puedes contar conmigo como 1, 2, 3 y allí estaré- dice con una sonrisa sincera y haciendo el gesto de contar con los dedos, pero soy incapaz de contestarle. Arranca el coche, se aleja y me siento fatal por no haber sido capaz, por lo menos, de darle las gracias.

-Vamos- me dice Nathan y mi cuerpo le obedece, pero mi cabeza no, ya que mis pensamientos no están en mi mente, sino con los de Bruno.

Bueno, este ha sido el noveno capítulo de mi novela "Nothin' on you" espero que os haya gustado :)
P.D: siento no haber subido capítulo antes, pero no he tenido mucho tiempo libre y, como sabréis, no me gusta escribir algo que no me guste, prefiero esperar a que me vuelva la inspiración y daros lo mejor que pueda o al menos intentarlo.
Pregunta: ¿creéis que después de la advertencia del hermano de Leyla hacia Bruno este desista en seguir intentando conquistar su corazón? ¡Espero vuestros comentarios!
Un beso y gracias por leer :-* YouLoveBM

"Nothin' on you"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora