Capítulo 2: Tormento

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Paddington, Londres, 16 de mayo de 1850

Lord Devonshire se reclinaba en la silla de madera con la pluma en la mano. Ya no sabía qué escribir, llevaba varias semanas enviando cartas a la dirección de Mayfair de los Russell y no recibía respuesta. Le parecía extraño. Además, a eso cabía añadirle que en todos los eventos y fiestas a los que había asistido desde su último encuentro con Lady Jasmine Russell, ella no había aparecido.

Dejó caer la pluma sobre la mesa suspirando. No sabía por qué estaba tan obsesionado con contactar con ella, pero algo le decía que debía hacerlo. Percy había empezado a burlarse de él por su obsesión con una caza maridos, como la llamaba él. No obstante, él presentía que había algo más allá que no lo dejaba parar.

No tenía muchas ganas de aceptar la invitación de su amigo a una fiesta no muy lejos de su casa, pero tampoco quería dejarle solo a merced de los intentos de su madre de casarlo con alguna jovencita. Se preparó pensando si sería ese día en el que se volvería a encontrar con ella. Si lo hacía, no la dejaría escapar. Río amargamente al imaginarse la escena, un cojo persiguiendo a una dama. Eso le hizo recordar las miradas asqueadas de la mayoría de mujeres, los hombres por lo menos le miraban con orgullo por su valentía y honor.

*****

Paddington, Londres, 16 de mayo de 1850

Jasmine por fin había logrado que su madrastra la dejara acudir a un evento social. Al fin y al cabo, las habladurías no la dejaban en paz. Su vestido azul combinaba con el color de sus ojos, era su mejor y posiblemente última oportunidad.

—Esa niña maleducada —oyó gruñir por lo bajo a su madrastra—. ¿Dónde se habrá metido ahora?

Jasmine sonrío por la valentía con la que su hermana Poppy desafiaba a esa mujer, aunque ella no era consciente de los peligros a los que se enfrentaba. A lo lejos se escuchaba la dulce melodía de un piano, aunque el tono era melancólico. Su hermana Violet, tan talentosa como encerrada en sí misma. Desde la muerte de su madre, solo salía de casa para pintar las flores del jardín.

Tocó el frasco de perfume que llevaba escondido entre los pliegues de su vestido asegurándose de que seguía allí. A la duquesa de Bedford no le gustaría descubrirlo, por eso en la anterior fiesta no lo había usado. Sin embargo, debía usar hasta su último recurso esa noche. Cuando se librara de ella, se lo pondría e iría en busca de algún duque. Pensó en el duque de Northumberland y enseguida se le vino a la mente el rostro del conde de Devonshire, apretó el puño y exhaló el aire que había estado reteniendo.

—Duquesa, vayamos usted y yo, no se preocupe por mi hermana —intentó convencerla Jasmine.

—Las normas dictan que las damas casaderas acudan a eventos sociales para ser vistas —respondió con naturalidad la mujer, aunque Jasmine sabía que no le importaban las normas sino los rumores.

—Si me lo permite, Duquesa, yo misma la encontraré —prosiguió la joven pensando que la presencia de su hermana sería mejor para sus planes.

Convencer a Poppy de ir a una fiesta era más difícil que conseguir que bordara. Y eso era mucho decir, pues todos sabía la carencia de habilidad de Poppy para las tareas consideradas femeninas. Eso sí, sabía montar a caballo como cualquier hombre puesto que usaba pantalones para no estar en desventaja. Cómo su madrastra se enterara de todo aquello, suerte que Poppy era una maestra en el arte del sigilo y ella en el de encontrarla.

Jasmine salió al patio interior sujetando el vestido para que no se llenara de barro y tierra pues iba a entrar en las caballerizas.

—Tú y yo nos parecemos tanto, Moon. Estás aquí encerrada como yo, aunque cuando te dejan corres libre por el bosque, como yo —decía Poppy mientras acariciaba la crin del caballo.

Jazmín (Flores perfumadas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora