Capítulo 8: Impaciencia

79 5 0
                                    

Woburn Abbey, Bedford, noche del 4 de julio de 1850

Las hermanas estaban reunidas en la habitación de Lily y Daisy debatiendo el primer asunto: su madrastra.

—Esa bruja —refunfuñó Lily medio acostada en la cama con una mano en el pecho, le costaba un poco respirar.

—No me extrañaría que algún día hiciera una pócima para matarnos —dijo Daisy convencida sentada en su cama, la de al lado, mientras Jasmine de pie al lado de la cama se escandalizaba por dentro conocedora de la verdad.

—Seguro que tiene un gato negro —continuó Lily intentando profundizar su respiración para calmarse.

—Los gatos no tienen nada que ver con la maldad —intervino Poppy cruzada de brazos de pie cerca de la puerta.

—Son bellos, hay algunos con un patrón de colores digno de plasmar con pintura —murmuró Violet cerca de la ventana mirando a través de esta las luces que brillaban en medio de la oscuridad del cielo nocturno.

—Ojalá saliera volando por la ventana con su escoba y no regresara jamás —concluyó Lily ya con la respiración más pausada acostándose por completo en la cama mirando hacia arriba, donde la cortina caía del dosel del mueble.

—También podemos irnos nosotras —dijo Jasmine captando el interés de las mellizas—, Cuando me case, os llevaré a todas conmigo. Y a Ros también —añadió.

—¿De verdad? —se ilusionó Daisy a pesar de que esperaba que la rescatara su príncipe azul, lo podría esperar en casa de Jasmine estando a salvo.

—No es tan fácil —dijo Poppy mirando duramente a Jasmine por ilusionarlas de aquella manera—. Tendría que conseguir la custodia de todas nosotras —dijo con la voz aplanada y apática. Hacía tiempo que había perdido la fe en una solución así, ella simplemente un día se fugaría y viviría en el bosque o en algún pueblo donde no la reconocieran.

—Yo quiero intentarlo —insistió la mayor mirando a las mellizas con una voz casi rota por la desesperación que sentía—. Si me ayudáis a casarme, lo intentaré.

—Esa es otra cuestión. Nos diste un buen susto a todas huyendo así —dijo Poppy intentando parecer indiferente.

—Me disculpo por mi comportamiento y... —pensó en si contarles la verdad, pero dudaba que entonces le permitieran casarse por la posibilidad de marcharse sin conseguir su custodia— debería haber pedido vuestra ayuda y haberos contado todo sobre mis sentimientos y mi intención desde el principio —confesó sinceramente.

—Nosotras te ayudaremos —habló Lily incorporándose en la cama y sentándose como un indio con las piernas cruzadas.

—Sí. ¿Qué necesitas? —dijo Daisy sentándose al lado de su melliza para estar más cerca de todas y ofrecer su apoyo.

—Necesito enviarle una carta. La duquesa no me da su aprobación y el doctor no me deja ver a nuestro padre porque aún no sabe si su enfermedad es contagiosa. ¿Le ha pasado algo últimamente? —una idea tiraba de su mente, pero era tan aterradora que ni siquiera quería sacarla a la luz.

—No sé, no sale nunca y no lo vemos —dijo Daisy con los ojos llorosos apoyando la cabeza en el hombro de su hermana pelirroja quien la abraza.

—Si no te da permiso para casarte, dudo que te deje enviar una carta. Podría enviársela yo —propuso Lily.

—Se daría cuenta de que va destinada al conde de Devonshire y sabría que estás ayudando a Jasmine —explicó Poppy apoyándose en la pared.

—Entonces se la envio al duque de Northumberland —persistió en la idea Lily, más ilusionada por poder escribirle una carta al duque.

Jazmín (Flores perfumadas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora