Capítulo 9

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"No otra vez"

Era lunes por la mañana y mi padre no había salido del hospital. El médico me dijo que era imposible porque durante su observación se vieron ciertas anormalidades en el electrocardiograma. Me quedé angustiada.

Mamá había salido del trabajo el domingo a las siete de la tarde y no quise preocuparla con el tema de papá, así que le dije que preferían dejarlo unos días más en observación.

—De acuerdo, ¿cómo lo has visto tú?

—Bien —le mentí.

La verdad que lo había visto decaído y no vi que hubiese mejorado mucho desde la última vez que lo había visto el jueves por la tarde. Sin embargo, no perdía las esperanzas.

Me dirigí al instituto más tranquila sabiendo que mamá estaba en casa y que al menos mi padre tendría algo de compañía hoy. A ella le habían dado el lunes libre, pero eso no le serviría para sacar todo el cansancio que había juntado durante todo el fin de semana en el trabajo.

El día pasó extrañamente rápido, la última clase la tenía con Kai así que me senté en el pupitre de siempre y esperé a que llegara a sentarse a mi lado. Lo hizo diez minutos más tarde, después de que la profesora de química hubiera empezado su clase.

—Oye, ¿dónde has estado?

—El pesado del entrenador hizo una reunión por el juego del sábado —suspiró—. No sé para qué fui, si de todas maneras no jugué.

—Tranquilo Kai, ya lo harás.

No dijo más nada en toda la clase, excepto antes de salir cuando la señorita Lindermann nos dejó cinco minutos libres.

—¿Qué harás ahora?

—Tengo que ir al hospital, mi papá sigue allí. Y quiero que mamá descanse, estuvo todo el fin de semana trabajando.

—¿Cómo que todo el fin de semana trabajando?

—Sí, le dieron doble turno porque pidió para quedarse con papá los primeros días.

—Debió de haber sido horrible.

—La verdad es que sí, pero ya ha pasado lo peor.

—¿Quieres que te acompañe? —se ofreció y me sorprendí, la verdad era que hasta ahora era la primera vez que lo hacía. Detrás de su generosidad, había algo escondido, podía sentirlo.

—No quiero quitarte tiempo.

—No lo harás, no tengo nada que hacer.

—De acuerdo —dije sin fiarme mucho.

Cuando tocó el timbre, salimos juntos hacia los casilleros, guardamos nuestras cosas inútiles (en realidad todo) y nos fuimos hacia la parada de colectivo a esperar al que nos llevara hasta el hospital. Todo el camino fue silencioso, ni siquiera los auriculares nos pusimos.

El autobús nos dejó frente al hospital después de media hora. El camino fue incómodo, pero cuando terminamos el recorrido, él me tendió la mano para que bajara la escalera como en los viejos tiempos. Me reí con él después de mucho tiempo y se sintió bien sentir que todavía quedaba un vestigio de nosotros, de nuestra amistad.

—Oye, gracias por acompañarme. Seguro que tenías cosas más importantes que hacer.

—No hay cuidado, tenía que reservarme un tiempo para ti después de todo —se encogió de hombros.

Me sentí mal de nuevo, antes todo su tiempo era para mí.

No dije nada, caminé en silencio, y él junto a mí sabiendo lo que yo estaba pensando de su comentario. Me subí al ascensor y Kai me siguió tratando de comenzar una nueva conversación, para olvidar la anterior.

—¿Sabes? Este tiempo que he pasado con Jane ha sido genial, no podía dejar de agradecerte por habérmela presentado.

Me contó todo lo que habían hecho cuando él se alejó de mí. Cómo iban a comer a restaurantes que, al parecer, costaba más de lo que yo podía pagar. Sin embargo, ahora él no tenía por qué preocuparse por el dinero, sus padres ya tenían trabajo. También me contó cómo ella le había llevado a Oxford para conocerla y para las entrevistas a Harvard. Cómo hubo una feria de universidades de Inglaterra, España y América y cómo Jane le había llevado. ¿Acaso no habían pensado en mí?

—Pensamos en llevarte, pero... —se rascó la nuca, nervioso ante lo que iba a decirme— se nos hacía tarde para buscarte y no sabíamos de tu paradero.

—Ajá —fue lo único que dije.

La razón por la no me habían llevado era simplemente porque esas universidades que presentaban en la feria eran de las grandes ligas, de aquellas privadas y más caras, que solo hijos de dueños de empresas, o de abogados pertenecientes a un bufete podrían pagar. No una chica con una madre que trabajaba en un hotel de recepcionista y un padre internado. Además, seguramente querían estar solos.

Me siguió hablando de cómo se fueron a Brighton, a Kent, a Cambridge, Liverpool... a un montón de lugares más a los que siempre le insistí para ahorrar e ir, pero él siempre se excusaba con que no tenía dinero.

—Es suficiente, ¿sabes? Deja de alardear tu nueva vida de niño rico, la vida que por cierto siempre odiaste. ¿No es así? —exploté cuando el ascensor se abrió y pudimos salir de allí.

—¿Qué estás diciendo Sommer? —se hizo el desentendido—. No estoy alardeando nada, solo...

—¿Acaso te escuchas? ¿Acaso tienes la cara para decirme que has ido a una feria de universidades privadas, a lugares donde siempre te insistí para ir y no podías por falta de dinero, todas las cosas que has hecho con ella? ¡No entiendo por qué actúas así y te burlas de mí contándome todas esas cosas que sabes que son imposibles para mí! Te has convertido en uno de ellos.

Su rostro se relajó y quiso acercarse a mí, pero no le he dejado. Me aparté y comencé a caminar por el pasillo en dirección a la habitación de mi padre. Escuchaba sus pasos por detrás de mí, pero en ese preciso momento no quería escucharlo, no quería estar cerca de él... mucho menos que me persiga después de comportarse como un maldito niño rico, como un completo idiota.

—Sommer, espera. Por favor... sabes que yo no soy así, discúlpame. No quiero que pienses que cambié porque tampoco es cierto. Odio esa clase de gente tanto como antes, tanto como tú. Solo que Jane es diferente, no es como su hermano. Sólo me ha enseñado otra faceta de ellos, que uno puede llegar a ser diferente.

—¿Uno? —lo confronté—. Claramente me estás diciendo que eres uno de ellos, pero con otra actitud.

—No —suspiró y se volvió a acercar—. Claro que no. ¿Te puedo contar algo, sin que te alteres?

Asiento con la cabeza derrotada y él se sienta en una de las sillas que había en el pasillo. Estábamos cerca de la habitación de mi padre, así que sabía que, si me dijese algo que no me gustaba, simplemente iría corriendo a esconderme ahí.

—El año que viene, si me aceptan en la universidad, me iré a Estados Unidos.

—¿Se puede saber qué universidad?

Kai agachó la cabeza, dudando si decirme la verdad o no. Aunque ya sospechaba de cuál se trataba. De todos modos, era amiga de Jane.

—Harvard.

—¿Sabes? Puedes irte de este hospital también si quieres, Kai.

Entré a la habitación de mi papá dando un portazo. Temí que estuviese durmiendo y le hubiera despertado, pero él estaba ahí, sentado, cenando pollo con arroz y queso.

—Sé cómo te sientes —enarco una ceja confundida y él sigue—. Estas paredes son un tanto finas, ¿sabes? —prosiguió con su comida y, una vez que haya tragado, continuó hablando—. Pero Sommer, tienes que tener en cuenta algo: por más que cambie y se convierta una persona que no reconozcas, Kai siempre será tu amigo... ese que conociste cuando tenías cuatro años, que te ha acompañado tanto tiempo, esa persona siempre estará en algún lado. No lo olvides. 

Me enamoré del Niño Rico | editandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora