Capítulo 11

266 16 2
                                    

"The Red & Gold"

Era domingo por la noche y, después de una semana tranquila, no tuve mejor idea que mirar las dos primeras temporadas de Lucifer desde el viernes hasta... bueno, ahora. Estaba empezando la tercera temporada y, ¡cielos! Matthew sí que tenía razón.

SOMMER: Vaya que has tenido razón, esta maldita serie es adictiva.

Le escribí. Y, por un momento, me sentí una tonta por hacerlo. No quería darle el lujo de saber que le había hecho caso. Sin embargo, sentí la necesidad de hacerlo y, en realidad, no estaba pensando cuando le mandé ese mensaje.

Su respuesta había tardado varios minutos en llegar, y me apenaba admitir que estaba pendiente de ella.

MATTHEW: ¿Cómo en qué temporada estás? No puedo creer que vayas a lograrlo. Me alegra que te haya gustado.

SOMMER: Estoy en la tercera ;)

Antes de que pudiera ver su respuesta mi mamá me estaba llamando para cenar. Mi padre estaba sentado leyendo el periódico, así que me senté a su lado y tomé una copa de vino blanco.

—Oye, ¿y tú desde cuándo tomas?

—No lo sé, desde que tú has empezado a comprar vino blanco y has estado almacenándolo en ese viejo mueble —señalé uno que se veía en la sala que tenía muchas botellas de distintos tipos de vino volteadas para añejarlos más. Sin embargo, nadie los tomaba.

—Bueno, es que me lo ha hecho probar el padre de Kai y ha estado sensacional.

Kai.

No había sabido de él desde que le dije que tenía que juntarme con Matthew a estudiar. No me preocupó mucho, debería de estar con sus estúpidos amigos nuevos y con Jane. Sin embargo, no se reportó más y esa costumbre nunca la perdía.

De todas maneras, no me importaba tampoco. Quería estar lejos de él y de sus nuevos hábitos por un tiempo.

—Papá, ¿así que mañana empiezas a trabajar?

—Oh sí, estoy más tranquilo desde que supe que el señor Collins decidió guardarme ese puesto. No sé qué le hizo repensarlo.

Sonreí satisfecha.

Antes de que pudiésemos siguiendo hablar del trabajo de papá y cómo milagrosamente lo conservó, mamá llegó con un pastel de papa y carne que, por su pinta, estaba para chuparse los dedos.

—Eso se ve genial, mamá.

—Teníamos que festejar que tu padre comienza a trabajar.

—¡Salud! —levanté una copa llena de vino.

La cena iba de maravilla. Hacía mucho tiempo que no pasaba un tiempo de calidad con mis padres sin tener que preocuparnos por un montón de cosas. Habían sugerido que dejase de trabajar ya que ahora habría suficiente dinero para ahorrar para la universidad. Les dije que, de todas maneras, me gustaría seguir valiéndome por mí misma en ciertos aspectos y dejé el tema allí.

Mi papá dio un último sorbo a su copa y me miró fijamente. Creía que ya sabía a qué venía esa mirada.

—¿Cómo va tu relación con Kai? —suspiré y rodé los ojos—. Vamos hija, no puedes echar a perder una amistad de tantos años.

—¿Yo no puedo hacerlo? ¡Pregúntale a él, papá! Cómo desapareció tres días de la faz de la tierra, para después enterarme que se había ido al maldito Oxford para elegir una universidad americana... ¡Harvard! ¿Puedes creer que a tus amigos les esté yendo tan bien? Pregúntale por qué entro al equipo de Lacrosse cuando siempre dijo que odiaba a todos los jugadores y cómo de a poco fue dejándome de lado para juntarse con sus nuevos amigos ricachones que siempre nos insultaban. ¡Pregúntale! Y después dime quién está echando a perder la amistad.

Me enamoré del Niño Rico | editandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora