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Había empezado a lloviznar. El informativo predijo que vendrían días de incesantes lluvias y ventiscas, por lo que decidió quedarse en casa.

Sus ojos se apartaron de la ventana y regresaron a su ordenador. Se estiró perezosamente contra el respaldo haciendo chirriar su silla, luego, se deslizó sobre las ruedas para guardar en el cajón de latón del escritorio una bobina de cable. Cayó en la cuenta de que uno de sus bolígrafos estaba destapado y buscó rápidamente el tapón para colocárselo. Lo guardó depositándolo paralelamente y a un centímetro exacto de distancia de sus lápices. Con cuidado, volvió a cerrar el cajón sin hacer el menor ruido.

Javi acabó de recoger el baño y de camino a la cocina se detuvo en la habitación de su amigo.

—¿Todavía estás así?

Jota se giró despreocupado.

—¿Así cómo?

—Con esa ropa y esos pelos... ¡por Dios, pareces un indígena!

—¿Realmente quieres decir indígena: originario del país, o querías llamarme indigente: persona con falta de medios para alimentarse, vestirse, peinarse, etcétera? Porque son cosas bien distintas...

— ¿Qué te parece vagabundo?

—Vagabundo: persona que anda errante de un lugar para otro, sin oficio ni domicilio. No sé yo si ese apelativo me define demasiado...

—¡Oye no me líes! ¿Quieres? Ya sabes lo que quiero decir.

—Lo que no entiendo es qué tiene de malo mi aspecto. ¿Qué más te da si llevo el pelo a lo afro o la raya en medio?

—No te acuerdas, ¿verdad?

Jota enarcó las cejas.

—Realmente me molesta que seas tan despistado...

Jota se levantó para estirarse y mientras bostezaba, añadió:

—Eres un auténtico coñazo, ¿lo sabías?

—Sí, bueno... di lo que quieras, pero tienes diez minutos para intentar adecentarte un poco.

Jota volvió a mirarle, esta vez como si su compañero estuviera loco.

—Hemos quedado, ¿recuerdas? ¡Joder! Esta tarde nos van a presentar a unas tías, así que por una vez, y te lo pido como favor personal, intenta no parecer un estúpido bicho raro. Solo por esta vez: relájate, suéltate y haz este enorme esfuerzo que te pido.

—¡Yo no me he comportado nunca como un bicho raro!

—Ya sabes a lo que me refiero...

—No, la verdad es que no te sigo... —añadió provocándole.

—Pues que no te las des de inteligente y juegues con la ironía de las palabras y ese tipo de cosas... entre tú y yo, queda repelente y además, asusta a las tías.

—Sinceramente, Javi, yo no me las doy de nada. Solo me pone enfermo que la gente sea ignorante e incoherente.

—Sí, vale, en cualquier caso... intenta controlarte un poco, ¿quieres?

—¿Y por qué tendría que hacerlo?

—Pues por el bien de tu amigo —dijo señalándose el pecho—, que lleva ya casi dos meses sin mojar. ¿Te parece poco?

Jota le sonrió con malicia.

—No, la verdad es que esa es una razón de peso —hizo un gesto con ambas manos para mostrar la grandeza de sus partes bajas.

JOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora