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La fiesta se prolongó hasta altas horas de la madrugada.

A Jota aún le dolía la cabeza, esta vez no había sido por la ingesta desmesurada de alcohol, pero las secuelas del día anterior en el parque, aún permanecían recientes.

—Jota...

Se revolvió en la cama, ignorando a Javi.

—¡Oye! ¡Levanta! Tengo ganas de una hamburguesa.

Jota abrió un ojo y miró por la ventana. El cielo estaba gris oscuro y una densa cortina de lluvia no le dejaba ver los edificios colindantes.

—¿Pero qué hora es?

—Son las once de la mañana.

Soltó un gruñido.

—¡Vete a la mierda Javi! ¿Has visto el día que hace?

Javi miró por la ventana.

—Tormenta—contestó como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Y pretendes que me despierte un domingo, a las once de la mañana, con el temporal que hace, para ir a comprar una hamburguesa? ¡Estás loco! —Escondió la cabeza bajo la sábana, dándole a entender que no pensaba levantarse.

Javi luchó con él hasta descubrir su cara.

—Me gusta comer hamburguesa cuando llueve, es casi como una tradición, ¡así que vamos! —Presionó la nariz de Jota con los dedos para que no pudiera respirar y así espabilarlo.

—¿Quieres dejar de hacer eso? ¡Ve tú solo a por la tradicional hamburguesa! ¡A mí déjame en paz!

—Comer solo es muy triste, ¡vaaaaaamos! —Javi insistió, destapando nuevamente a su amigo.

—¡Eres un cabrón! —espetó irritado—. Déjame solo diez minutos más.

Fuera caía lluvia como chuzos. La corriente había formado improvisados ríos que arrastraban basura y hojas por la carretera. Realmente no era un buen día para coger el coche, pero tras escuchar varias veces a Javi describir la hamburguesa perfecta, le había entrado hambre.

—Ayer vi a tu padre... —empezó Javi dentro del vehículo—, parece que ha encontrado trabajo.

—Mira qué bien—respondió sin mostrar emoción alguna.

—¿Realmente no hay marcha atrás? ¿No podéis reconciliaros?

Jota mordió su labio inferior intentando contener la ira. Javi captó por su expresión que jamás podrían perdonarse el daño que se habían hecho mutuamente.

—No es que quiera entrometerme en tu vida ―continuó sin mirarle―, pero lo mío es inevitable porque mis padres están muertos. Ya no hay vuelta atrás, en cambio, tú aún tienes la oportunidad de...

—¡Javi, por favor! No insistas. No se trata de una discusión sin más... tú no podrías entenderlo. Preferiría que mi padre hubiera muerto a que hiciera todo lo que ha hecho. Así que no, no hay vuelta atrás.

Javi prefirió callar a discutir con Jota.

El coche se detuvo frente a la luz roja de un semáforo.

Sus labios se apretaron con fuerza tensando la expresión de su rostro. Se aferró fuertemente al volante con ambas manos y rascó con las uñas de los pulgares el revestimiento de cuero.

Javi percibió su tensión y buscó en el desolador paisaje algún elemento que pudiera utilizar para desviar su atención.

—¡Es increíble! Con el temporal que hace y todavía hay gente que se atreve a salir sin paraguas.

JOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora