Capítulo duodécimo

18 4 2
                                    


Que sea mía


Que de su luz yo me alimento,
que de su sangre salga mi centro, que ella sea mía.

Mía para siempre con todo y reniegos,
que sea mía para siempre con todo y lamentos.



¡Porque ni Dios puede pararme!
¡Porque ni Dios puede pararme!



Que su risa no se apague,
que su risa no se apague,
porque,
escuchame bien,
no solo doy penas,
penas tantas no doy aunque así parezca.
Porque no solo doy penas,
porque no solo doy penas ni lamentos,
ni penas ni lamentos ni reniegos.

¡Caramelos!
¡Caramelos yo también tengo!


Risas dulces,
risas dulces yo también te entrego.

El mal querer-La historia detrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora