Sonaban los violines
Y las luces rojas parecían pequeñas bolas de Navidad
Aunque podrían también ser manchas de sangre,
Sobre un manto blanco de nieve.
La ciudad que nunca duerme, decían.
El avión despegaba, y ya varias personas lo hacían.
Ella, en cambio, tenía sus cascos puestos y su libro preferido entre los dedos.
No dormiría.
Se quedaría viendo por última vez las luces nocturnas de la Gran Manzana,
Viendo la oscuridad, como hacía cada noche.
Le gustaba hacerlo.
Se sentía...
Pequeña,
Arropada por algo que no conocía.
Lo desconocido la asustaba
Aunque sentía curiosidad.
¿No era, la oscuridad, el reflejo de nuestro alma?
¿No era, el silencio, el eco de nuestros besos?
¿No era, el vacío, el recuerdo de nuestras miradas?
Al final se quedó dormida,
Y la oscuridad pudo con ella.