PRÓLOGO

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Una gota... Dos gotas y otra más. El inquietante sonido de la fuga de la cañería rompía el silencio del baño en el que una niña se encontraba sentada en el húmedo y frío suelo de gres. Su pelo negro caía largo y mojado por delante de su cara ocultando la misma. La niña, temblando, marca la caída de las gotas con sus pequeños dedos, ajena a la oscuridad de la habitación y el frío que le calaba los huesos.

El goteo cesó, o más bien el sonido se ocultó pues golpes se escuchaban tras la puerta del pequeño y sombrío aseo. La pequeña, que había sido liberada de su pequeño trance, escuchaba aquellos ruidos que nadie podría ignorar puesto que se oían resonantes por la vivienda. Se levantó de su pequeño escondite detrás del lavado con sumo cuidado pues el pelo no le permitía ver, quiso retirarlo, pero Dani le dijo que así nada le podía hacer daño. Tomó con delicadeza la manija de la puerta y esta se abrió un poco generando un chirrido casi imperceptible por el sonido constante que se generaba en algún punto de la casa. Una suave brisa corría por el pasillo revolviendo su pelo delicadamente.

-Dani.- susurró aunque el ruido no dejó que se escuchara.

La corriente de aire aumentó dejando descubiertos los ojos de la pequeña que miraban curiosamente el pasillo de paredes azules que tiempo atrás habían sido sus amigas. Apoyó la mano desconfiada y avanzó pegada a la pared de camino al origen del ruido.

-Dani.- llamó más alto porque el ruido taladraba en su cabeza y le dolía.

Vió una luz encendida al final del camino que debía, o más bien, quería recorrer. Llegó a su destino y el ruido que por momentos había aumentado, paró de golpe. Allí estaba su padre, su salvador.

-Papá, tengo frío.- miró a su progenitor, se encontraba cocinando unas hamburguesas, preparando la carne. Era lo único que alcanzaba a ver sobre la mesa. -Dani me dijo que se iba a ir pero que antes me peinaría.

-Oh, cariño.- su padre le retiró el pelo de la cara y acarició sus mejillas pálidas. -Dani ya se ha ido, pero tranquila, Melody.- hizo una pausa que mostraría su tono psicótico si no fuera por la inocencia de cierta niña de 8 años. -Tu hermana ya se ha ido, pero no te preocupes, yo te peinaré.

La niña miró confundida a ese hombre de pelo canoso y gran figura que le observaba con a su joven parecer, cariño.

-Pero Dani dijo-

-¡No me importa lo que ella te dijera!- gritó su padre interrumpiéndola fuera de sí.

-Pero-

Su padre le detuvo al comienzo de la oración dándole un golpe en su delicada cara infantil, llenándole de sangre que tenía manchada en las manos de cocinar.

El ruido de la puerta de la vivienda siendo derrumbada interrumpió las lágrimas de la niña que estuvo a punto de llorar, si no fuera por los gritos que se escuchaban en la entrada de su pequeño piso.

-¡Policía, manos arriba!- unos hombres trajeados entraban por la puerta principal de la cocina agarrando rápidamente a la niña y llevándola lejos de su padre, con una joven que esperaba atenta a que la pequeña se encontrara a salvo.

Eso era lo último que recordaba de su pequeña casa en Cáceres, antes de eso, no había más, todo borroso. Apenas unos recuerdos de alguien peinándola y arropándola antes de ir a dormir; un cuarto vacío y oscuro y el chirriar de las puertas.

-Melody, ¿estás bien?- la asistenta social estaba pendiente de las acciones de la pequeña, se había mantenido en estado de shock durante unas horas y no sabía cómo iba a reaccionar al encontrarse en un lugar desconocido como él que era aquel.

-Y-yo, no estoy segura.- la pequeña miró sus manos temblorosas. -No tengo heridas, ¿no?

La mujer negó, parecía joven, no más de treinta años, era morena y sus ojos café, tenía una linda sonrisa y su voz era melosa. Melody nunca olvidó a aquella mujer, la primera que la trató bien en años.

-Mel, irás a una gran casa, con otros niños, irás a la escuela. Será muy divertido, ¿no crees?

-¿N-niños? Los niños son molestos.- respondió tímida pero contundente.

-Oh... No te preocupes, son buenos, serán como tú familia.

La pequeña se quedó pensativa, ella ya tenía una familia y no quería otra, ¿acaso la iban a obligar? Si, lo hicieron, pero con tanta dulzura que la niña no lo pasó mal en los años que pasó en aquel frío orfanato.

Break The DistanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora