CUARTO

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El nuevo día comenzaba y está vez Lucas llegaba pronto a clase, silbando una canción animada de su músico favorito: Beret.

Realmente ese día iba a ser bueno, desde ayer que estuvo de un rollo bueno con Nina y luego con su hermana, sentía que podía cambiar la situación que le esperaba en clase.

Tan solo estaba entrando al salón 5 minutos antes de tiempo y no había nadie, si no fuera por Melody claro, la chica estaba sentada con unos auriculares puestos y si no se equivocaba, ¿su mesa estaba brillando? Sí, definitivamente lo hacía.

La pelinegra vestía una sudadera negra encima de su uniforme, este estaba perfectamente planchado y quedaba bien con la pieza que había añadido la chica. Su pelo caía, en su plenitud, suavemente por su espalda y el flequillo le tapaba parcialmente los ojos, aunque pareciera como si no le molestara en lo absoluto. Sus manos repiqueteaban en la mesa con las uñas con cuidado, no llevaba los guantes y a Lucas le vino a la cabeza la imagen de las manos enguantadas abriendo la puerta con cautela.

Lucas se sentó en su mesa y observó cómo Melody era ajeno a él, apoyó el brazo derecho sobre el izquierdo y la cabeza sobre el primero, jugando con la mano derecha con el borde de la mesa. La postura era perfecta para dormir y, para admirar a su compañera. Le llamaba la atención que estuviera perdida en sus sentimientos.

El Sol empezó a salir por la ventana captando la atención de los dos jóvenes en el salón, era un bonito amanecer, digno de una fotografía y eso era lo que iba a hacer Lucas. Cualquiera diría que era extraño, pero para él era lo normal así qué sacó la Polaroid amarilla pastel de su maleta y tomó una fotografía de Melody y el amanecer.

El sonido del obturador de la cámara si llamó la atención de la pelinegra que se giró rápidamente encontrándose con la sonrisa del chico de pelo despeinado que ahora admiraba la fotografía recién tomada.

—Realmente no le hace justicia.— guardó la cámara. —Ni al sol, ni a ti.— concluyó comparando la fotografía con Melody y finalmente mirándole a los ojos.

Melody no sabía dónde esconderse, sus mejillas estaban empezando a arder y sabía que estaba sonrojada bajo el tapabocas, ¿esta también era una función de aquél pedazo de tela con filtros de aire? Incómoda tocó sus orejas, estaban ardiendo y eso no lo podía ocultar.

—Buenos días, novato.— Lucas se giró a la puerta en busca de la chica que le había llamado por ese apelativo... ¿cariñoso?

Melody vió como se abrazaban y rápidamente miró el reloj, sí, ya iba a llegar su profesor favorito —porque claro, ese hombre amargado podía ser el favorito de alguien— Melody como todos le odiaba. Guardó sus auriculares a su pesar por dejar a medias su canción favorita: Sueño.

—¿Cómo volviste ayer a tu casa? No me respondiste la llamada, ¡desagradecida!— le revolvió el pelo sin saber que la pelinegra les miraba.

—Volví bien, mi madre casi me mata, oyeeeee— Nina pareció recordar algo. —¿Al final lo plastificaste?— miró a Melody y esta apartó la mirada recibiendo también la de Lucas.

El castaño asintió y sacó un papelito plastificado de su cuaderno, era similar al que le había dado el día anterior, pero ahora estaba mejor presentado y lo dejó en la mesa de su compañera de trabajo.

—Toma, Mel.— se puso en cuclillas y le sonrió. —Espero que trabajemos bien.

La sonrisa se contagió a la chica, que pena que Lucas no pudiera admirar como se formaba un pequeño agujero en la mejilla izquierda de la joven.

—Hm.— fue el único sonido que soltó la chica que también asintió.

Tomó un pañuelo y envolvió el pedazo de plástico en él para guardarlo en su mochila, también sacó un pequeño botecito que por el olor, parecía ser alcohol en gel. Se echó bastante en la palma de la mano y empezó a limpiarse las manos.

Break The DistanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora