La puerta del baño está cerrada y Melody está susurrando algo repetidamente "está sucio" y así lo sentía, sentía que algo estaba mal dentro de ella. Frotaba y frotaba y la sangre no paraba de salir, incluso salía en más abundancia, se estaba estresando. ¿Por qué tenía que pasarle eso a ella?
—Todo es culpa suya...— susurró molesta entre tantas repeticiones. —Quizás no debí quedarme callada.
Siguió limpiando a fondo la suciedad en sus manos, porque sí, según ella la sangre era sucia.
La puerta sonó, el sonido hueco de la madera de la puerta blanca del baño fue prácticamente anulado por el sonido del grifo, pero la voz más allá no.
Fuera del baño, se encontraban algunas maestras queriendo entrar para socorrer a Melody. Pero ella no sabía por qué, simplemente quería limpiarse, alejar la suciedad de sí misma y no contaminarse. ¿Por qué piensan que necesita ayuda?
—Melody...— una voz melosa atravesó la puerta captando la atención de la pelinegra. —Soy yo, abre la puerta.
Era Nina y, ¿de verdad creía que iba a abrirle? Estaba loca si pensaba eso, demente.
Realmente quería salir ya de allí, el aire se hacía asfixiante y el olor metálico de la sangre no ayudaba. Necesitaba salir del baño muy pronto.
Y abrió la puerta, sin levantar la cabeza de sus manos, ya no había sangre, pero ardía. Afuera, estaba su profesora de matemáticas, Nina, el director y llegando corriendo por el pasillo, su madre. Sofía parecía muy preocupada por su hija, se veía a leguas y cuando llegó a su altura le agarró las mejillas por encima del barbijo negro que tapaba su expresión de notable molestia, le estaba tocando, con las manos sucias.
No recuerda cuando fue la primera vez que vió a su madre tan preocupada, realmente fue hace mucho. Sus ojos se llenaron con un cariño poco apreciable en su mirada y un pequeño puchero que, no se podía ver. Aquella mujer la cuidó muy bien durante este largo tiempo.
—Melody, mírame.— le empezó a hablar como si fuera una niña pequeña. —Sabes que te harás sangre si haces eso, no aprietes tus yemas, ¿sí?
La respuesta fue una mirada fría como el hielo y es que, no tenía que decirle lo obvio, pero era cierto que no podía reprimir su costumbre de pellizcar las yemas de sus dedos. No había solución a eso. Tenía un hábito que ella sabía que era perjudicial, pero no podía controlarlo, su ansiedad le podía y perdía, en cierta forma, la cordura.
Se alejó de su madre por el pasillo, sin mirar a Nina y evitando contacto visual con su mano, sabía que estaba hay, la suciedad brotaba de su mano, de su interior intentando contaminar todo aquello a su alcance. Esos pensamientos enfermaban a Melody, debía sacarlos de su cabeza, era una semilla plantada en lo más profundo de su ser. Aunque pareciera lo contario, quería curarse. No miró su mano más que para colocarse unos guantes de lana suaves que le había llevado su madre en un plástico de congelación cerrado herméticamente.
El aula se encontraba sumido en un leve murmullo de un par de personas y Lucas no era menos, sentado en su mesa al final de la clase hablaba con los compañeros sentados en las mesas inmediatas a la suya. El tema de conversación, Melody. Él sabía que estaba mal, que no debería de hablar de otras personas en su ausencia, eso era los que le había enseñado su madre. Pero la curiosidad era mayor, perdón mamá.
—Entonces, nadie sabe qué le ocurre a Melody.— afirmó medio preguntó el castaño y recibió una negativa por respuesta. —Y no debo acercarme a ella.— lo mismo, Lucas suspiró. —¿Por qué me ha tocado a mí?— susurró para sí mismo.
Lucas intentó entender a Mel pero solo podía recordar como la sangre manchaba sus manos, su cara de estrés, la frase repetitiva saliendo con dificultad de la fortaleza que formaba el barbijo alrededor de su cara que no conocía. Muchas preguntas flotaban en la mente del chico despeinado, de aquel novato que había llegado recientemente a ese instituto.
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Break The Distance
Teen FictionElla quiso curarse cuando enfermedad alguna ocupaba su cuerpo, ahora nada puede estar en contacto físico con Melody. Nada debe estar cerca. ↻ 4-11-2019 ↺ En emisión