One-short.

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   El día poseía una calidad y luminosidad increíble, irradiando alegría por cada ángulo que una persona pudiera ver. Pájaros cantando, parejas felices recorriendo el parque que curiosamente tiene enfrente de su casa, como si la tortura interna no fuera suficiente escarmiento, todo el mundo quería presumirle su buen karma. Todo era tan positivo y ella tan negativa, todo era tan colorido y ella tan opaca, todo parecía tener tanta vida y ella tan muerta.

   Observó con envidia todo ser viviente que pasaba por su radio de vista a través de las sucias ventanas y las viejas cortinas color melón. Hace tiempo que las lágrimas se esfumaron, dejando rastro de presencia. Claramente estaba sufriendo en la habitación más rara del mundo, ya que, aunque esté iluminada por distintos puntos de entrada de luz, el cuarto que ella habita no parece querer dejar la paleta de colores amargos.

   Giró su cabeza, ahora observando su reflejo en un rayado espejo de cuerpo completo. De esbelta figura, con curvas pronunciadas y piel pálida, contrastante con sus gemas azul cielo, que normalmente tienen un brillo vivaracho característico de su persona, junto a su gran melena de hebras blondas que cuelgan hasta su cintura; pintas que claramente la hacen ver como una modelo digna de ganar un premio, su belleza era envidiable y ella misma sabía que no era fea.
Pero... Cual filtro de fotografía, sus ojos pueden observar únicamente que su cuerpo ha pasado por dietas excesivamente estúpidas que ahora marcan hasta los huesos; y por más dotada que estuviera, no podía evitar pasar por alto las marcas de por vida que tienen sus dichosos atributos. Sus campos de visión no eran tan bellos al estar tan apagados y sin vida; todo ese maquillaje arruina su lindo rostro, en especial aquellas pestañas postizas y el color vibrante en sus finos labios. Y por Dios, lo que ahora mismo más odia de ella misma, es lo que más capta la atención de muchos: Su ondulada cabellera. Tan larga que siempre al andar se movía al compás de sus caderas, junto con su flequillo y una simulación de patillas en un mismo color claro. Como lo odiaba.

   Se llenó de frustración. ¿Cómo no hacerlo? Ver el resultado de toda su farsa era decepcionante. Sus luceros se volvieron a cargar de agua, mezclando el maquillaje rojizo de sus cachetes con el negro de su máscara de pestañas corrido.
Entró en desesperación. Todos lo sabían ahora y también él. ¿Cómo podría entrar en su corazón desde este momento en adelante?.
Todo lo que ella arriesgó no sirvió de nada, ahora estaba expuesta a un gran y doloroso rechazo por el amor de su vida.
Que cruel castigo por querer ser una copia.

   Una idea se cruzó por sus perturbados pensamientos y no dudo en ejecutarla. Fue de inmediato al sanitario, donde tomó una esponja gorda de agua y la restregó en su faz, limpiando cualquier rastro de maquillaje y gotas saladas.
Volvió a ver su reflejo, ahora tomando posesión de su joyería y terminando toda ésta en el bote de basura, a modo de rabieta; siguiendo con ésta misma, corrió directo a su habitación, despojándose de un vestido de cóctel carmín estampado con marcas de labial y zapatillas altas y plateadas, llegando a su habitación en ropa interior de encaje negro.
Buscó entre todas sus cosas un objeto con el cual desquitar toda su tristeza. Lo encontró. Tomó un mechón de cabello, ese tan sedoso y con la facilidad de escurrirse entre tus dedos, para acto seguido cortarlo con ese par de filosas tijeras. Todo el suelo se comenzó a llenar de su antigua cabellera, o al menos, sólo la rodea a ella. Tan sumergida en sus sollozos le impidieron ver que la parte trasera de su cabeza estaba escasa de mechones largos, mientras que dejo intactos su fleco y patillas. Esa imagen le trajo recuerdos que lograron sacarle una sonrisa. Decidió recuperar a ese personaje que tanto extrañaba.

   Un traje de dos piezas, un cinturón lleno de triángulos, calentadores y mangas negras, zapatillas deportivas color blanco y todo variando en tonalidades blancas, naranjos y negros. Antes amaba vestirse de esa forma y lo sigue amando, pero lo dejó atrás por algo que valía la pena luchar. Sigue faltando algo...

JoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora