El suicidio no es una opción, ¡es la solución!

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No sé cómo iniciar esto, vayamos de lleno, carajo.

Esto no estará muy editado, porque me doy mucho cringe, así que si ven un vocabulario precario y procaz atiborrado de groserías y faltas de ortografía o semántica, mil disculpas.

Bien, primera advertencia: la mitad del capítulo hablaré en exceso de mí y mis problemas personales, si vienes únicamente por mi contenido Rilen, ¡Felicidades!, lo hay. Sáltate hasta el primer separador que veas.

Segunda advertencia: si decides leerme por completo, esto será personal e incómodo.




¿Sigues aquí? Okey, hagamos esto.

Em, ¿hola? Creo que ésta es la primera vez que les hablo en mi cuenta como yo misma y no como "Mirlen". Como buena ridícula que soy, no tenía previsto hasta hace una hora hablarles de tú a tú. Pero siento la necesidad de darles una explicación, aun si fácilmente pueda volver y publicar como si nada.

¿Me estoy desahogando? Quizás.

Empecemos con la pata derecha: me llamo Fatima, tengo diecinueve años, soy mexicana y estoy hasta la madre.

Algunos tal vez ya me conozcan, porque nos volvimos amigos o porque me han visto en Miku Ball (grupo de facebook). Hoy no vengo publicando lo que he compartido en ese grupo, será en otra ocasión.

Hoy, en cambio, básicamente recitaré mis votos sacramentales.

Se habrán dado cuenta que he estado algo fantasma, por no decir muerta (ya me gustaría). El último fic que escribí fue en noviembre, más o menos. Después de ahí no he vuelto a dar signos de vida.

Lo comenté en anteriores ocasiones: por allá de septiembre-octubre del 2020 que gracias a mi precario instinto de supervivencia, fui operada de apendicitis aguda. Estuve internada como por dos o tres semanas, tras eso, tuve que ponerme al corriente con la escuela, y fue una mierda que regresará en periodo de evaluación al tiempo de tener trabajos extra. Me consumió bastante de mí misma.

¿Por qué les cuento eso si ya es pasado? Bueno, fue el meollo del asunto.

Tras finalmente recuperar el semestre sin perdidas significativas (ignoremos que después de eso me volví a enfermar por exceso de trabajo), la paz llegó... a mi exterior. Mi mente se convirtió en una espesa y repugnante mierda.

Nunca he sido la persona más sana, mentalmente hablando, eso me consta. Pero tampoco estaba tan jodida, quiero creer. Como a todos, la cuarentena me puso en fecha de caducidad, y ese periodo de enfermedad me hecho a perder.

En pocas palabras, dejé de gustarme las cosas que me hacían feliz y me volví una matadita compulsiva que no quería perder el semestre. Seh, soy ése tipo de persona que su amor propio depende de sus calificaciones.

Adelante, háganme un Chems.

Yo solía dibujar, obviamente escribía, editaba, chateaba con mis amigas o mendigaba por internet. Todo eso lo eché a la basura, ya no me apetecía hacerlo. Creí que sería momentáneo, típico bloqueo, por eso me obligué a sentarme en el computador a hacer cualquier cosa. De ahí nació "Los anillos". Ya no era lo mismo.

Para acabarla de amolar, la escuela se volvió todavía más perra y de pronto tenía que programar un videojuego y hacer el análisis literario de la Odisea, entre otras pendejadas.

Para las vacaciones decembrinas, estaba hecha mierdax2. Sería la primera vez que pasaría la navidad sin mi familia, más que mis padres. Pero eso no fue por el covid. Tengo una relación muy fatídica y horrorosa con mis parientes, tema turbio de familia disfuncional.

JoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora