[III] I N F E C C I Ó N

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—Marinette.— Mi pequeña kwami se puso frente a mi rostro para llamar mi atención.

Di un salto hacia atrás al ver que la taza de té había rebalsado de lo distraída que estaba.

—Mierda...—murmuré, tomando un trapo para secar el mesón de mármol.

No entendía como la pequeña decisión de haber ido a la fiesta del señor Agreste el día anterior había terminado en un problema que se pondría peor.

No podía dejar de pensar en lo qué Adrien quería decirme, en el motivo por el cuál me citó en nuestro departamento. Miré el reloj en la pared de la cocina; según él, ya llegaría.

Suspiré. Se supone que ayer me pidió matrimonio, ayer me dió la sorpresa este departamento que sería nuestro futuro hogar, y ayer también tuvo que suceder todo esto.

—Marinette, deja de sobre pensar tanto. Todo estará bien—habló Tikki—. Adrien ya llegará y estoy segura que te dirá lo mismo.

—Es que no puedo quedarme tranquila, Tikki. No es sólo lo molesto que debe estar el señor Agreste, sino que...Felix.

Felix. ¿Por qué no podía pensar en él? No podía dejar de pensar en la curiosidad que me daba saber qué planeaba para el futuro y lo frustrante que era no saberlo.

Lo poco que Adrien me dijo anoche, antes de dejarme en mi casa después del desastre, fue que Felix trajo a todos los habitantes de París de vuelta porque no pudo traerme a mí. Dijo que Kagami y él lo presionaron y Felix accedió algo arrepentido, sin embargo la mirada y la sonrisa que me mostró antes de desaparecer nuevamente me decía todo lo contrario.

Todavía no sabía sus motivos y el porqué dejó a Adrien y Kagami en la ciudad. ¿Qué quería ese loco, que repoblemos la tierra entre los cuatro?

Planeaba algo y debía estar alerta. No iba a estar tranquila hasta saciar esa curiosidad de saber qué significaba la oscuridad de sus ojos al verme antes de marcharse.

La puerta del departamento sonó y corrí hasta la sala para lanzarme a los brazos de Adrien, quien correspondió a mi abrazo con ternura.

—Princesa, ¿cómo estás?

—Nada tranquila hasta que me digas por qué me citaste con ese tono preocupado, Adrien.

Él suspiró y me mostró una sonrisa. Supe que nada andaba bien, esa sonrisa era sólo para tranquilizarme.

—¿Podemos sentarnos a conversar?—dijo, y mi corazón se llenó de angustia.

Plagg salió del bolsillo de su camisa y me saludó.

—¡Marinette! Que delicioso hueles...—Solté una risita ante su comentario.

—Hola, Plagg—musité—. Traje algunas galletas con queso que te encantarán, puedes ir con Tikki a la cocina.

—Gracias por pensar siempre en mí; si no fuera por ti seguro moriría de hambre.— Adrien rodó los ojos por su exageración.

—Hablas como si no gastara miles de euros en camembert.

Plagg hizo caso omiso a su comentario y se marchó a toda velocidad hacia la cocina. Al menos tendríamos algo de privacidad para nuestra conversación.

I N F E C T I O N  [Adrinette/ Felinette] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora