La brisa fresca se cuela por el manto negro que cubre su cara; sobre los muros que recorren por completo la capital, observa atento, en silencio, reposando sus manos en sus rodillas, inclinado en el amparo de la noche, para no ser visto; en su visión de las personas transitando, vuelve su atención a aquella estatua central, adorada por cada habitante del imperio humano; una lágrima rebelde asoma desde su ojo y se desliza por su mejilla, no la detiene, se acostumbró a ella, su compañía en medio de la soledad.
Se puso de pie, caminando sobre aquella muralla de piedra, la luz no alcanzaba su silueta, la noche lo escondía; la plaza empezaba a quedarse solitaria, cuando un destello tenue de brillo blanco apareció cual fuera un círculo tras la figura de los reyes estelares, volvió a su posición cual acechara; la esfera que se había formado emanaba energía — Son artes sacras... pero nadie tiene ese control... nadie excepto... — su corazón comenzó a galopar en su pecho; no podía ser cierto, mas si no era ella, lo que sea que entrara a través de la energía, era peligroso...
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Año 430 del Calendario del Imperio Humano
Piso 90 de la Gran Catedral, Centoria
Octubre, 25
Los recuerdos de aquella tarde no dejaban descansar a mi cabeza, luchaba contra mis instintos para no entrar y detener el inicio del ritual de artes sacras que oía recitar aun estando fuera de la habitación, mi ceño permanecía fruncido, los caballeros que se encontraban a mi alrededor parecían nerviosos de mi expresión, traté de serenarme y suspiré mirando al techo, mas mi vista fue nuevamente centrada en la puerta que me separaba de mi reina; las luces blancas comenzaron tenues a titilar por las hendiduras, el piso de manera lenta y casi imperceptible comenzó a temblar, cuando la luz hizo una silenciosa explosión que nos obligó a cerrar los ojos, cubriéndonos con las manos en alto, entendí que algo estaba mal, mas el sonido abrumador detuvo un segundo a todos en el aire en una onda de choque, la pared desapareció al tiempo que el suelo tembló cual fuese un terremoto.
El aturdimiento duró en mí solo unos segundos —Asuna... —un susurro que era más una súplica — ¡Asuna! — corrí los metros en un instante, busqué con mi mirada a mi reina; mi respiración comenzó a acelerarse y mi corazón se detenía a la espera que mi mente me explicara qué había pasado... y por qué no estaba ahí... —Selka — estaba bajo un estante, lo moví cual fuera un simple papel, quité de su rostro su pelo desordenado, sacudiéndola con delicadeza para que abriera sus ojos —despierta, por favor... — cual me hubiese escuchado, su mirada azul se fijó en mí — Asuna... ¿dónde está Asuna? — no hubo un te sientes bien, ni dejé que se recuperara del aturdimiento; ante su silencio insistí, tomé sus hombros con desesperación, sin medir la fuerza que ejercía...
—Senpai... ¡Senpai! — Ronye tomó mi brazo — está aturdida; todos lo estamos... no olvide que es Asuna sama — no era capaz de procesar lo que me decía, quedé como si fuera una hoja en blanco, sin pensar, sin sentir... cual si hubiesen quitado de mi pecho el corazón... y así era... ¿Dónde estás?
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Cerraba una vez más mis ojos, perdí la cuenta de cuantas veces había hecho lo mismo, no podía encontrarla en ninguna parte del imperio, aunque me forzara a sentirla... simplemente no estaba... el sudor corría incesante mi frente; abrí mis ojos que se nublaban con las lágrimas, ardían, la encarnación volvía a mover todos los muebles del salón donde todo había pasado — ¿dónde estás Asuna? — tras de mí, estaba Selka...
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Sabor a ti
RomansSin importar los años que pasen, seremos uno, en el mundo que sea... Un amor que el tiempo fortalece... Como reyes... Como marido y mujer...