Amor de Sueños y Miedos

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¿Qué quieres de mí?; ¿qué esperas que haga?, estoy desolado, frente al abismo de mi cordura jugando en los límites, me niego a avanzar, aunque tras de mí la voz de mi soledad me implore que salte, que avance ese paso y apague de una vez el dolor, que arranque de mi alma cada recuerdo de quién creí ser, mas no seré nunca; y entonces, a tan solo un paso, llega tú abrazo cálido a remecer mi mundo, mi paz oscura autoimpuesta en voto de silencio, se desarma ante mis ojos cuando tu sonrisa se infiltra entre los hilos que apenas atan mi vida… y mi conciencia vuelve a repetirme ¿Qué quieres de mí?...

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Año 620 del Calendario del Imperio Humano
En las afueras de Centoria
Octubre, 26


Las lágrimas brotaban sin querer detenerse desde sus ojos, incapaz de hablar por miedo a que su voz se quebrara ante ella, por más que estuviese hecho pedazos en medio de su abrazo que buscaba sin medida reunir de él, cada trozo esparcido de su alma; sus delicadas manos no aflojaron aquel agarre, podía sentirla llorar tras él, deseando contenerla.


No podía engañar a su propio ser, no podía consolar aquel llanto que provenía desde su espalda, aunque se tratara del ser que más amaba en el mundo entero… en cualquier mundo que su memoria, de manera imprudente, le mostró.

Quería alcanzarlo, atrapar en un beso sus miedos y hacerlos abandonar sus pensamientos, quería que ese abrazo lo cuidara de sus sentimientos, gritarle que era suficiente, pero de su boca se negaban a salir las palabras…


—Asuna… — susurró cual si fuese su propia memoria quemando el sonido del nombre de la mujer con cabellos como el atardecer; no supo qué más decir, no habías más palabras que contuvieran el cúmulo de sensaciones que martillaban su pecho y su propia mente; se negaba a aceptar que ella pudiese sufrir por él; su ser había estado a poco andar de la pérdida total de su antigua alma copiada de un original que yacía fuera de esa realidad; y ella volvería con aquel hombre que estaba completo.


—No te hagas esto — cual leyera sus pensamientos habló bajo, amortiguando el sonido dulce y quebrado de su voz entre las ropas oscuras de él — sigues siento mi rey… aunque hayan extraído nuestras almas años atrás… realmente… sigues siendo el único que es mi rey… eres el hombre que vivió conmigo 200 años de nuestra historia de amor; esos recuerdos sólo los conserva tú alma pura… — en silencio la oía, tratando de comprenderla — no eres una copia… eres un alma real que siente, que aún puede amar… — rompió en llanto, soltando su cintura, llevando ambas manos a su rostro.


Giró a ella, tomó sus muñecas despacio, bajándolas con gentileza, exponiendo sus ojos ámbar enrojecidos por las lágrimas, llevó sus propias manos a su cabeza, sacando la capucha que recelosa lo había mantenido oculto de su mirada de miel; el cabello negro y espeso ondeó con la brisa que acompañó aquella acción, sus ojos azules acerados brillaban con el llanto; eran los mismos ojos que amaba, a pesar de los años sumados y el dolor acumulado.


El viento volvió a soplar con fuerza moviendo como una llama ardiendo el cabello de ella, su mirada navegó en el mar de sus ojos, tendiendo un puente en cada segundo que corría, mientras redescubrían lo cómplice de sus  almas… — ¿aún puedo sentir…? — la capacidad innegable de arder en los brazos de quien ama, traspasaba su pecho…


Sus labios se entreabrieron en invitación, se quedó inmóvil, temeroso de que al cerrar sus ojos, todo fuera una mentira de su mente, un espejismo que terminaría por diluirse entre sus manos apenas la tocara, tenía miedo y bajó su mirada al suelo.


Asuna elevó su cuerpo, sus manos temblaban un poco, las levantó tomando el mentón del que, para ella, era el rey… su rey… lo hizo mirarla con el movimiento — tus ojos nunca me han mentido… perdóname… por no estar aquí cuando más lo necesitaste… — su mirada se volvió a inundar, mas no hizo ademán de desviarla de él.


Sabor a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora