Las máscaras forman parte de la cultura y de la historia de Venecia desde la época del imperio romano. Las primeras menciones al respecto hablan sobre las máscaras teatrales durante las celebraciones en honor a Baco, dios del vino (Dionisio para los griegos), una costumbre que quedó arraigada en la ciudad y que evolucionó según las necesidades sociales del pueblo.
Sin embargo, el concepto que conocemos en estos días es un poco más moderno. Hablemos primero sobre el Carnaval de Venecia. Es importante saber cuándo y cómo se gestó.
LA HISTORIA
El Carnaval de Venecia se remonta al siglo XI, aunque no fue reconocido como una celebración oficial y anual hasta el siglo XIII. El primer documento oficial que señala al Carnaval de Venecia como un día festivo es un edicto de 1296 en el que el Senado de la República declara el Carnaval como festividad el día anterior a la Cuaresma.
De forma oficial, el Carnaval duraba seis semanas, desde el 26 de diciembre hasta el Miércoles de Ceniza. Aunque, a veces, las festividades empezaban a verse desde los primeros días de octubre de forma clandestina.
El Carnaval significaba un período sin preocupaciones para los ciudadanos, una época de liberación en la que se olvidaban de los hábitos diarios, de los prejuicios. Un noble podía hacerse pasar por un pobre y viceversa; una mujer podía ser un hombre y un hombre podía ser una mujer. Desaparecían las diferencias sociales en una ilusión temporal.
Es sabido que muchas personas aprovechaban el anonimato y la igualdad creada por el festival para cometer delitos y para poner en riesgo su honor, para realizar acciones que solo podían llevarse a cabo bajo la protección de una máscara que ocultara la identidad del portador. Era la época en la que había más robos, más asesinatos, más prostíbulos abiertos y más adulterio.
Fue recién en el siglo XVI, cuando notaron que se había llegado a un punto muy alto de desenfreno, que se hicieron numerosos decretos que limitaban el uso de máscaras en ciertos contextos y lugares. Por poner un ejemplo, se prohibió a los hombres ir disfrazados de mujeres a la entrada de los conventos. El incumplimiento de las nuevas normas era castigado con un máximo de dos años en prisión.
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