Capítulo 46: El Emperador Friedrich y William.

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La técnica del príncipe Juan era... distinta. El rey Ricardo le había pedido a William que entrenase con el príncipe de Francia. Y William no tenía ningún problema con eso, Juan había dado todo en cada golpe, en cada tajo y contragolpe. Pero el muchacho tenía nervios, los primeros nervios de la batalla. William los podía recordar muy bien. los nervios previos a la primera batalla a la que fue, el caballero que iba enfrente de él cayó muerto cuando una flecha se enterró en su ojo.

--No debe tener miedo alteza. —Respondió William. El joven señor entonces dio un tajo descendente la pantorrilla del príncipe y este perdió el equilibrio y cayó en la arena, William le tendió la mano al príncipe. —El miedo lo hará sobre-pensar las cosas. —respondió William, el joven señor tiró de la mano del príncipe con fuerza y el joven príncipe se levantó de golpe.

--No es que tenga miedo en sí, es solo que siento emoción de pelear junto a tan valiente guerrero. —dijo el príncipe.

--Sí lo sé, El Rey Ricardo es un buen soldado, pero no se preocupe alteza, usted llegará a ser como él, con un poco de práctica. —respondió William.

--No mi lord, no hablaba de mi primo, sino de usted Ser. —dijo el príncipe Juan, usted es el hombre que luchó en la batalla de Orleans contra Andree Boudin, y luego salvó a mi madre del bosque, es el hombre que peleó en Versalles y logró desarmar a mí tío Raphael, quien era uno de los mejores espadachines de Francia. Cuando sea rey, quisiera ser como usted Ser.

William río.

--Créame alteza, no quiere ser como yo. —respondió William.

--Desearía poder tener algo que presumir, una hazaña o una historia que contar. —respondió el príncipe. –Yo...yo no he hecho nada.

--No se desespere alteza, usted será recordado como uno de los tres reyes que liberó la Tierra Santa de los sarracenos. —respondió William. —Tiene aún buen consejero de guerra con usted, Arlo Valois, es uno de los hombres más valientes y más nobles que he conocido.

--Sí usted lo dice mi lord. —respondió el príncipe. Los dos siguieron practicando, cuando terminaron de practicar William dejó las espadas en un barril y luego subió hacia la muralla de la ciudad de Acre, miró hacia el interminable desierto al otro lado de la ciudad. Se quedó reflexionando... cuando ella subió.

--Una moneda por sus pensamientos Ser William. —respondió Nicole, la chica vestía un fino vestido de terciopelo escarlata y un peto de cobre, la chica tenía que levantarse las faldas del vestido.

--Nicole, te ves...

--Gloriosa, lo se. —respondió la chica. —Me gusta el vestido , me hace sentir como parte de la corte del rey pero no esperaba tener que usar armadura.—dijo la chica.

--No te preocupes solo es decorativa. —respondió William.—Protección para los peligros del desierto al otro lado.

--¿Protección para que no muera antes de reunirnos con Selene?, nunca le pregunté Ser, ¿Qué fue lo que le hizo a Selene para que lo despreciara tanto?

--¿Qué placer encontrarías en saber eso? —preguntó el joven señor.

--Sí voy a ayudarte a convencer a Selene de que deponga las armas, necesito saber que fue lo que le hizo, ¿Qué le hizo a ella? Si se puede saber.

--No hay problema, solo que es algo difícil de decir, Yo soy la razón por la que Selene está sola en este mundo Nicole. Yo le pagué a Alfonz de Las Capas de Cuero, tres bolsas de oro para que saquearan todas las aldeas costeras de Normandía, necesitaba la tierra libre para una invasión que Ricardo nunca hizo. —respondió William.—Yo soy contraté al hombre que asesinó a los padres y hermanos de Selene y ella lo descubrió.

La Doncella de Hierro IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora