Capítulo 22: Saladino y Edric.

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"Ser Orlando le encantaba despertarse temprano y fastidiarnos a todos obligándonos a levantarnos temprano para patrullar. El hombre en serio creía que yo y todos estábamos interesados en nuestro deber y lealtad al viejo Eisenbach, pero en realidad yo simplemente estaba interesado en aquella chica Pia, quien era su segunda al mando, o su escudera, a mí se me hacía una estupidez nombrar a una mujer como escudera, ni siquiera existía un término para designar a una mujer caballero, ¿Caballera? Tal vez. Paladina, jineta. Así que, para ganarme la atención de ella, yo me volví el hombre más noble y piadoso que podía haber, casi un Jesucristo en la tierra, incluso me alejé de DeBois por un tiempo, debido a que a ella no le gustaban las actitudes violentas de él. Solo que al parecer no fue suficiente...ella estaba enamoriscada de Ser Orlando. A veces me pregunto...si tan solo ella me hubiese visto a mí... ¿Tal vez las cosas no hubiesen terminado como terminaron? ¿Tal vez no hubiese perdido la fe en el código del caballero?"

Se escuchó entonces el relinche de un caballo, ahí estaba Tala, la hija de Jusseff, la chica estaba peleando por no poder quitarle los terrones atorados en las crines de su caballo, en su cinturón llevaba la espada de Pia. Edric estaba interesado en poder hablar con ella y poder saber cómo es que había conseguido esa espada. pero antes de poder acercarse a ella. vio una nube de polvo que se dirigía desde el camino hacia el palacio. Edric supo que se trataban de jinetes. Más su sorpresa fue cuando vio que los estandartes eran los del halcón.

--Al Mutah Alim...--dijo Edric en voz baja. El muchacho entonces les pidió a sus guardias acompañarle a recibir a sus invitados.

Frente a un caballo negro de largas crines estaba Al Mutah Alim en persona, el hombre descendió de su corcel y se dirigió hacia Edric, todos los hombres alrededor de él hicieron una reverencia, excepto Edric. El muchacho no se reverenció ante él; quien representaba la justicia de Saladino en Tierra Santa.

--Mi señor Al Mutah Alim, Que bueno es verlo otra vez. Se ve fuerte cómo...—dijo Edric.

--Ahórrate las mentiras y los falso cumplidos Bardo, si he venido aquí es por asuntos oficiales.—respondió Al Mutah Alim.

--El rey me cedió estás tierras, Karnak es mío ese fue el acuerdo a cambio de darte el Crac de los Caballeros. —respondió Edric. Tras él apareció DeBois con mala cara, esperando de alguna manera generar algo de miedo en el líder de los halcones.

--No vengo a quitarte tus tierras Edric, he venido porque, cómo señor de Karnak eres un Califa en las tierras del rey. Y el rey Saladino está reuniendo a todos sus califas en Jerusalén. En un concilio de guerra, cómo Karnak es tuya, estás obligado a asistir.

--¿Por qué razón Saladino quiere reunirnos? ¿Tantos problemas tiene para reconquistar Acre? —preguntó Edric.

--Si el rey hubiese querido recuperar Acre de la orden del Temple, la habría recuperado hace tiempo. El primo de Saladino, Hairam Balik se ha sublevado y se ha autoproclamado Sultán de Egipto, además se ha aliado con un ejército de cruzados. Y juntos atacaron y tomaron la fortaleza de Montreal en Antioquia, ¿Sabes que reino sigue después de Antioquia, Edric Bardo?

--Palestina...--respondió Edric.

--¿Y en palestina?

Karnak...vale ya entiendo lo que quieres decir. –respondió Edric.

--Karnak tiene tierras muy fértiles, por lo que no podemos dejar que estás caigan en manos de cruzados y de usurpadores. —respondió Al Mutah Alim.

--Vale, deja preparo mi montura y voy contigo. —respondió Edric. Después Edric dio instrucciones a Jussef de cuidar el palacio, El hombre se notaba algo alegre con la noticia de que Edric se iba. Sí, esa era la mirada que Edric recordaba, la misma que tenía en sus ojos cuando el muchacho cambió el testamento de Karl Eisenbach en el lecho de muerte.

La Doncella de Hierro IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora