Capítulo 56: Un caballero sin título y William.

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William miraba aquel cielo estrellado, libre de nubes donde podía apreciar cada una de las constelaciones que había aprendido. Y al mirar el cielo se dio cuenta, que, a pesar de ser un mundo tan grande, el cielo era el mismo en todas partes. Y entonces por un momento pensó en Ekaterina, su esposa y en su hijo Edmund, o en su hija Ana, ya debería de haber nacido para ese momento y en Allys como podía olvidar a Allys. Se preguntó si ellos estarían mirando el cielo nocturno como él en ese momento. Ya había pasado más de un año desde que se fue de Inglaterra. Había una extraña tranquilidad en las ruinas de aquella iglesia, anteriormente había sido un templo de la Orden Hospitalaria, pero había sido abandonado e incendiado cuando Saladino inició la conquista de Tierra Santa. Las paredes eran de ladrillo y los techos que habían sido abovedados, ahora tenían por bóvedas el verdadero cielo. las ventanas que alguna vez fueron hermosos vitrales, ahora se encontraban solo los marcos de estas. William observó con calma como el suelo de azulejo estaba ahora cubierto por montañas de arena, una de las columnas se había caído y lo único que había sobrevivido había sido una mesa de roble, por los grabados en ella tenía que haber sido importada de Europa. William encendió una vela y esperó...

--No fue difícil encontrar este lugar, lo difícil fue aceptar que tuviese las agallas para pedir una reunión conmigo. —Dijo Jacques. William subió la mirada, el muchacho entró por uno de los agujeros en la pared. Jacques estaba cubierto con una capa para protegerse de las tormentas de arena. –¿Recuerda lo que le dije en Malta caballero?

--No Jacques, no lo recuerdo. —respondió William.

--Le dije que si se atrevía a seguir a Selene lo mataría. —Respondió Jacques. El muchacho entonces desenfundó el hacha de guerra, William sabía de quien era aquella hacha de guerra, había sido del hombre que había golpeado hasta casi morir en la batalla de Versalles uno de los pocos hombres que había logrado sacarlo de sus cabales.

--Podrías matarme Jacques, no vengo armado—El caballero entonces se levantó y alzó los brazos a los lados, en efecto el caballero no llevaba ninguna espada o puñal con él. --Dios sabe que lo merezco por todo lo que he hecho. O podrías salvar a Selene del cruel destino que le deparará si continúa su camino. —respondió William.

--¿Qué quieres decir? —le preguntó Jacques.

--Por lo que he reunido de inteligencia ustedes tienen alrededor de 20,000 hombres; entre cristianos, musulmanes y judíos. —respondió William. —Pero Ricardo tiene 85,000 hombres, y no cualquier tipo de hombres, soldados, verdaderos soldados, no conscriptos. No levantados por la leva ni reclutados en aldeas, sino verdaderos ejércitos conformados con hombres leales a morir a Ricardo encantados por la leyenda del hombre que fue 7 veces a la guerra contra su propio padre para asegurar el trono de Inglaterra. El hombre que me envió en una misión para desestabilizar Francia. Y es el hombre que ha vencido a Saladino en el campo de batalla. Sé que la guerra será inevitable, sé que el derramamiento de sangre será inevitable, pero por favor, al menos salva a Selene. Puedo fácilmente presentar batalla contra sus tropas y contra las de Edric Bardo de ser necesario, pero ¡por favor Jacques salva a Selene!

--Si tanto quiere mi ayuda Ser, ruegue por ella. —respondió Jacques.—Si me va a pedir algo a mí, el único que lo odia todavía más que Selene, arrodíllese y pídame ayuda.—el muchacho entonces apuntó con su mano enguantada hacia el piso Jacques estaba enfadado, el ceño fruncido lo delataba y su voz tosca. William lo miró extrañado, el caballero se paró y caminó hacia Jacques, el joven señor le sacaba una cabeza al muchacho, el caballero entonces se arrodilló.

--¡Por favor salva a Selene! —exclamó William.

Jacques observó al caballero, como aplastó su frente contra la arena y rogó por la ayuda de Jacques quien había sido menos que un campesino. William Lanfield, Conde de Norfolk, señor de Yaromouth, cuarto en la línea de sucesión al trono de Inglaterra, arrodillado como un sirviente frente a Jacques.

La Doncella de Hierro IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora