Uno.

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Solías llamarme Alaska,

decías que era porque

era fría y frágil como un ice berg.

Podría romperme en miles de pedazos

pero luego estaría bien,

o podría ser tan dura

que jamás notarías todo el dolor

que ocultaban mis ojos.

AlaskaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora