❝ —Hay personas que merecen ser castigadas; sus pieles ser quitadas, sus cabezas ser cortadas. Sé justo pequeño niño.❞


Un suspiro cansino salió de sus labios cuando quitó sus zapatillas apenas entró al departamento. Años atrás era mucho más sencillo ser maestra, los niños no eran tan molestos y mimados como los de hoy en día, en esos tiempos los padres sabían educar a sus hijos y no les cumplían cualquier capricho; como comprar una muñeca a su hijo siendo varón por ejemplo.

Dejó al muñeco sobre la mesita de centro y se acostó en el sofá aún con el uniforme puesto, el cansancio era tanto que se quedó dormida en cuanto cerró sus ojos.

Pasaron por lo menos unas cinco horas antes de que un ruido en la cocina la despertara, abrió sus ojos con pesadez y dirigió su mirada al reloj en la pared.

"3:28 a.m."


Bufó, su esposo últimamente llegaba a altas horas de la noche sin dar explicación alguna. Ella ya ni siquiera le preguntaba donde había estado, no quería discutir.

Se estiró en el sofá y se desperezó un poco.

—¿Acabas de llegar? —preguntó obteniendo un "ajá" como respuesta.

Una luz proveniente de su bolso la hizo arrugar su entrecejo, corrió el cierre y buscó su celular. Tenía cuatro llamadas perdidas de su marido.

El mensaje emergente de "Llamada entrante" la hizo congelarse en su lugar, presionó la opción "aceptar" y tragó saliva.

Tres sonidos de espera.

—¿Cariño? Hoy no voy a regresar a casa, tengo que quedarme de guardia en el hospital ya que la esposa de Dae está embarazada y...  Oye ¿estás bien?

El pánico comenzó a invadirla, trató de calmarse antes de contestar.

—Tú... —su voz se cortaba, el nudo en su garganta crecía cada vez más —. ¿No llegaste al departamento?...

Silencio. Un horrible silencio de dos segundos en los que su esposo respondía.

—No. Estoy en el hospital desde la mañana, ¿estás bien? Camille me estás preocupando. ¿Qué sucede?

Su labio inferior temblaba, el miedo era demasiado y le impedía hablar de manera correcta.

—Hay alguien aquí... —logró decir atropelladamente, las palabras salieron más como un suspiro pero aun así su esposo logró escucharlas. 

—¿Qué dices? amor, sal de allí ahora mismo. Ve con la vecina, o donde quieras, pero sal de allí ahora.

Miró la mesita de noche de donde había tomado su bolso, en ese momento recordó lo que había olvidado desde que despertó.

—El muñeco...

Un escalofrío recorrió su espalda y sintió una mirada posarse en ella.

—Ajá.

La voz detrás de ella, el frío viento chocando en su oreja. Su corazón latiendo a mil por hora.

—¡¿Qué muñeco?! ¡Camille sal de ahí!... Mierda, voy para allá. No cuelgues maldita sea.

El aparato resbaló de su mano a la vez que una gota de frío sudor resbalaba por su frente hasta llegar a la comisura de sus labios. El viento invernal hacía chocar las ramas de los árboles contra la ventana y las sombras aparecían sobre las paredes, la silueta de un niño pequeño también pudo ser presenciada.

DOLLHOUSE (MALEC) (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora