El oficial Gabriel tocó la puerta de la residencia, los vecinos se quejaron de haber escuchado gritos en el lugar, por lo que una patrulla fue enviada para verificar que todo estuviera en orden.

Abrió la puerta al no haber obtenido respuesta alguna y avanzó por el pasillo principal, siendo seguido por otros compañeros quienes avanzaron por el resto de la casa. Sintió algo viscoso en la suela de su zapato y bajó la mirada sólo para notar un rastro de manchas negras dirigirse hacia la puerta de la sala de estar.

Quitó el seguro de su pistola y siguió el rastro.

Al entrar a la habitación una bilis amarga subió por su garganta.

—Refuerzos, necesitamos refuerzos —habló por el walkie-talkie a la vez que su mente procesaba lo que sus ojos veían.

El sitio que tenía enfrente le causaba escalofríos, lo que alguna vez fue un hombre yacía en el suelo. Su cabeza apenas estaba unida a la columna vertebral, colgando grotescamente hacia un lado, alrededor de un charco de líquido escarlata. Un ojo estaba fuera del cráneo, perdido unos metros más allá del cuerpo.

Siguió por el lugar, viendo el pegajoso espectáculo ante sus ojos, abrió una puerta encontrando a una mujer en condiciones similares.

Había un hueco donde antes estaba su estómago, como si hubiera sido arrancado a mordiscos por una bestia, mientras que los órganos aparecían esparcidos a su alrededor; ella misma se encontraba sobre sus intestinos.
Unas horribles marcas de cortes adornaban sus manos y dedos, los cuales se encontraban llenos de costras.

El olor a sangre y entrañas lo mareó un poco, aun así caminó, paró en seco al escuchar un sollozo de un niño.

Caminó por la casa siguiendo el llanto, entró al sótano al notar que el ruido provenía de él.

—¿Niño...? —preguntó, avanzando a oscuras observando la silueta de un niño pequeño.

El pequeño se removió en su lugar, sus sollozos se hicieron más fuertes.

—No te voy a hacer daño nene, quiero ayudarte... —le habló suavemente, acercándose hasta él.

—El juego terminó... —susurraba mientras se mecía abrazando sus piernas —. El juego terminó —repitió, desconcertando al oficial.

—¿Qué?

—Alexander jugó con ellos —lloriqueó.

—¿Alexander...? —sacó su libreta y anotó el nombre rápidamente —. ¿Quién es él?

—Alexander... —su voz salía entrecortada —. Él jugó con ellos... —comenzaba a desesperarse, su pecho subía y bajaba con rapidez —. Él quiere ayuda.

—Tranquilo, ven —extendió su mano esperando que Magnus la tomara —. Vamos a hablar de esto fuera de aquí.

—¡Él necesita su ayuda!

—Niño...

—¡Alexander quiere que lo salven! —gritó con fuerza —. ¡El maldito demonio necesita que le extiendan una mano, necesita salir de allí!

El ambiente se volvía cada vez más pesado, haciendo que Gabriel tambaleara intentando mantenerse de pie.

—El pequeño niño sólo quiere ser feliz —susurró antes de caer al suelo.

Gabriel se acercó a él, comprobando sus signos vitales, sin embargo su piel se erizó al notar un pequeño detalle en las manos del niño.

Estaban llenas de sangre.

DOLLHOUSE (MALEC) (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora