Ninguno de los dos sabía cómo había comenzado, ni mucho menos por qué. Tal vez fue cuando el perro rabioso le salvó la vida al hombre tigre, o quizás fue cuando el hombre tigre mostró empatía con el perro rabioso. Tal vez fue cuando uno ayudó al otro sólo porque sí, o cuando el otro le devolvió el favor, con el pretexto de que no quería deberle nada. Podría ser que comenzó cuando empezaron a conocer más uno del otro, y a darse cuenta de que no eran tan diferentes: cada uno podría haber terminado como el otro si se hubieran dado las circunstancias correctas.
Luego, de algún modo, esa dinámica continuó. Una pizca de empatía. Un poco de amabilidad. Una mano que ayudaba cuando se encontraban. En algún punto, comenzaron a llevar la cuenta de quién era el que le debía el favor a quién ahora. Eso no significaba que ya no pelearan, pues era casi su forma de saludarse. Luchaban y se lastimaban, se insultaban y se maldecían, pero de alguna forma, se volvió lo habitual, y crearon una rutina no establecida de enfrentarse con todo cada seis meses. Mientras tanto, tenían pequeñas disputas casi cada vez que se encontraban.
Pero poco a poco, ambos notaban que su opinión del otro iba cambiando. Tal vez el perro rabioso no era tan odioso como había pensado al principio. Tal vez valía la pena mantener con vida al hombre tigre. Tal vez, sólo tal vez, incluso podrían llegar a cooperar sin problema. Incluso, una vez, lograron cenar juntos en el mismo restaurante, en la misma mesa -ya que habían llegado al mismo tiempo y no había más sitios disponibles- y no la habían pasado tan mal como hubieran creído. El hombre tigre descubrió que el perro rabioso era malo con los palillos, y el perro rabioso descubrió que el hombre tigre tenía lengua de gato.
Ninguno sabía cómo había comenzado, pero sí sabían en qué se había convertido. Se había convertido en una costumbre de reunirse, una vez a la semana, a cenar en aquel restaurante. Se había convertido en una rivalidad constante que entretenía a ambos. En un enfrentamiento que los hacía superarse entre sí. En una plática quejándose de sus compañeros de trabajo. En favores y apuestas infantiles. En ellos dos volviéndose, de algún modo, el confidente que el otro jamás habría esperado encontrar.
Luego, se convirtió en algo más. Se convirtió en regalos simples como cupones para la tienda o un libro usado. En palabras amistosas. Un chiste que sólo ellos entendían. Una bufanda prestada un día de nieve. Una sonrisa. Una mirada. Una sensación cálida en el pecho...
No comprendían lo que les estaba pasando, ni por qué. Pero si entendían que era algo que no habían experimentado jamás. Sin embargo, había demasiadas cosas que se interponían en su camino como para seguir el viaje que, sin darse cuenta, habían comenzado. De haberles preguntado, habrían contestado que el otro no les agradaba, pero que tampoco lo odiaban particularmente. Había algo, algo que hacía que lo que sentían por el otro fuera diferente de lo que sentían por los demás, o incluso de lo que habían sentido por el otro mucho antes.
Ninguno de los dos era estúpido, por lo que llegaron a la misma conclusión casi al mismo tiempo. Desgraciadamente, los dos tenían la misma experiencia en el tema que un recién nacido, así que desconocían cuál debía ser su siguiente paso, o si siquiera debían dar un siguiente paso. Lo desconocido los paralizaba, y su pasado mutuo y el saber de lo que eran capaces los aterrorizaba.
El perro rabioso temía usar sus colmillos.
El hombre tigre temía usar sus garras.
¿Cuál podría ser el futuro de dos personas así?
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El Perro Rabioso y el Hombre Tigre ( Ship AkuAtsu)
FanfictionPara dos inadaptados sociales, el amor es algo complicado de sentir y difícil de expresar. Más aún cuando se tiene un largo historial con la otra persona de continuas batallas a muerte. Siendo dos caras de la misma moneda, tan diferentes pero tan ig...