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Cuando Atsushi regresó a la Agencia Armada de Detectives y recibió el tratamiento de la doctora Yosano, ni si quiera se quejó. Desde luego gritó del dolor del tratamiento brutal que se requería para activar la habilidad de Yosano, pero aceptó sin rechistar ni oponerse. No hubiera necesitado los amarres ni las cuerdas que la doctora solía utilizar siempre, pues no pensaba huir. A todos les extraño aquello, pero luego de curarse, Atsushi regresó a su habitación en el edificio que pertenecía a la agencia. Apenas dijo unas cuantas palabras y respondió a secas las preguntas que el hicieron. Parecía en trance, con la mirada perdida y caminando pesadamente como zombi. 

Esto provocó que no llegara a su habitación hasta que era hora de la cena. Kyouka lo esperaba, como siempre, para cenar. 

- Bienvenido - dijo ella con su voz monótona usual cuando abrió la puerta.

- Ah... ya vine - respondió él, igual de vacío. 

- La cena está lista - siguió Kyouka. Le parecía que Atsushi actuaba raro, pero no estaba segura. Atsushi observó los platos con comida caliente sobre la mesa, mientras Yasha Shirayuki servía con delicadeza una taza de té. 

- Ah... Lo siento, en realidad no tengo hambre - Atsushi pensó en que ahora se llevaba mucho mejor con Kyouka, en comparación a cuando la había conocido, cuando Kyouka le clavaba un cuchillo en la yugular sin pestañear - Disculpa, Kyouka-chan, pero ¿podrías guardar mi plato? Lo comeré más tarde. 

- ¿Estás enfermo? - le preguntó. Kyouka podía llegar a preocuparse mucho por él, cosa que lo conmovía. Le sonrió, intentando tranquilizarla.

- Estoy bien. Sólo un poco cansado. Dormiré ahora y comeré más tarde, si no te molesta. 

Dicho esto, Atsushi se acercó al armario, en donde tenía su cama y, tras acomodarse, cerró la puerta. Kyouka pensó que, tal vez, después de todo no había nada raro en él y sólo se debía a que había tenido una inesperada batalla ese día. Se había sorprendido mucho cuando lo vio entrar a la agencia, cubierto de sangre y golpes, pero ahora que había sido tratado estaba más tranquila. Probablemente sólo necesitaba descansar y se levantaría cuando tuviese hambre. Con esos pensamientos, tomó el plato de Atsushi y lo llevó a la cocina para cubrirlo con plástico protector y guardarlo. 

Atsushi se recostó boca abajo en el futón. Ni siquiera se cambió a sus pijamas, sólo se quedó ahí, sin moverse, mientras seguía con la mirada vacía. Y entonces, apretó con fuerza la almohada entre sus brazos y hundió su cara en ella.

- ¡NGHHHHH! - gritó en la almohada, ahogando el sonido. Se movió de un lado a otro en el reducido espacio en que estaba, hasta que se le acabó el aire y dejó de gritar. 

Su mente daba vueltas. Su mejillas estaban en llamas. Le temblaban las manos y seguía intentando procesar lo que había sucedido ese día, pero su cabeza iba tan rápido como los latidos de su corazón. 

"Él... ¡se confesó! Lo hizo, ¡lo dijo! ¡En serio lo dijo! Y yo también, y... y..."

Al recordar a Akutagawa besándolo, sintió que el fuego se esparcía de sus mejillas al resto de su cara.

"Algo como eso... ¡Hizo algo como ESO! ¡Y no una, sino tres! ¡Veces! ¡Él...en serio...!"

- ¡¡MNFFFFF!! - de nuevo, gritó en la almohada. 

Atsushi estaba por explotar de felicidad. Era la primera vez que se sentía así, y no le molestaba para nada, aunque sintiera una vergüenza capaz de matarlo. Aún así, apenas podía creérselo. Sin embargo, no había estado para nada preparado para que Akutagawa tomase la iniciativa. Si la confesión era más que suficiente, los besos habían sido más de lo que podía aguantar. 

El Perro Rabioso y el Hombre Tigre ( Ship AkuAtsu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora