El sol salió muy temprano esa mañana y con él nos levantamos. Los ánimos no eran lo mismo de por la noche, se empezaba a sentir la tensión entre las tropas. En silencio recogíamos todas las provisiones y nos preparábamos para partir.
A diferencia del camino engorroso que habíamos tenido que tomar para llegar a las tierras de Clara Villa, esta se había encargado de hacer un camino rústico hacia las tierras vecinas del Barón.
A medida que avanzábamos se sentía la presión, cada ruido nos parecía una explosión. Luego de algunas horas caminando logramos divisar un campamento a lo lejos.
A diferencia de los dos territorios ya conocidos, este era un enorme campamento militar. Sus casas eran tiendas de campaña y toda construcción era en pos de esto: herrerías, peleterías, almacenes de comida.
Me sorprendió ver tan pocos soldados en aquel lugar. Se veía desolado, solo algún que otro caminando sin tan siquiera percatarse de que estábamos ahí, concentrados en su tarea. La diferencia es que estos hombres sí estaban bien armados, armas de acero y armaduras, aunque simples, de cuero. Pese a la descortesía, ni Holguín ni Villa parecían molestarse, todo lo contrario, sus semblantes lucían serios, como de temor.
En medio de un claro, un hombre se encontraba sentado en un tronco mirando al suelo. Ya mayor, de pelo canoso y con unas patillas que recorrían su rostro terminando en una barba bien arreglada, en él su bigote también se notaba bien cuidado. Su armadura, aunque desgastada por los combates, relucía. Hombreras, peto, guantes, botas, todo su atuendo era de metal. En medio del pecho su emblema, un triángulo transparente donde las tres puntas se iluminaban. La única armadura que había visto en todo este viaje con a un nivel similar era la de mi capitán y no era ni la sombra de aquella majestuosa obra de arte. Pese a su edad era un hombre fornido y de buena estatura. Un mandoble en su espalda cubierta por una capa roja cubría su cuerpo de las inclemencias del clima.
Se levantó de su asiento a nuestra llegada. Aquel hombre impactaba. A diferencia de mi capitán, que inspiraba miedo, este hombre era como un sol abrazador, bajo el cual te sentías protegido.
García y Clara se adelantaron para saludarlo, el nivel de respeto hacia él era tan alto, que no creía conocer a mi sacerdote: me parecía estar viendo al benevolente al ver a Holguín como se reverenciaba ante él.
El capitán se me adelantó, postrando una rodilla en el piso y clavando su enorme espada en la tierra mientras agachaba la cabeza. Con un leve gesto de su mano el Barón le ordenó levantarse.
Llegué hasta donde estaba él, hice una pequeña reverencia bajando mi cabeza.
Este es el nuevo "Señor" de las tierras de Occidente – habló Holguín – Se llama...
Ya he oído hablar de él – lo interrumpió cortésmente el Barón – Soriano Santiago, Barón de estas tierras y baluarte de las tres puntas. Dueño de las tierras del Oriente – se presentó.
Recité mi nombre, con mi emblema, adoptado hace poco, el del cangrejo.
Lamento tener que volvernos a ver en esta situación – habló Santiago – y conocer al nuevo Señor con tanta precariedad, pero esta puede ser nuestra batalla definitiva y el fin de la guerra.
Con un gesto de su mano hizo que lo siguiéramos.
Luego de pasar una pequeña colina, me di cuenta por qué casi no había soldados en el campamento. Era en un enorme llano donde se encontraban todas sus tropas posesionadas, listas para la batalla.
Así llevamos tres días –dijo al observar mi rostro.
Era una extensa área llana, cubierta de un pequeño césped. A no menos de un kilómetro se encontraba la entrada de un bosque y a no mucha profundidad desde ahí, salía humo de fogatas.

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Hacia las Nuevas Tierras
AdventureHistoria de fantasía en una época antigua donde el poder era llevado por los grandes reinos, un joven señor surgirá para guiarnos en sus aventuras. Portada Cortesía @EditorialPets @Team-Potato Banner Cap.1 al Cap7 realizados por @EditorialOlimpo @I...