CAPITULACIÓN CAP.8

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Llegamos a donde una vez estuvieron nuestras tropas formadas y que ahora solo era un campo lleno de cadáveres. Estábamos desconcertados, el único que atinaba a gritar órdenes era Soriano, que pedía que buscaran a los supervivientes para darles atención médica a los heridos. Solo lo que restó de su tropa hizo caso; aquellos hombres inexpertos, como los de mi tropa, no tenían la capacidad de tomar ninguna orden ni yo tenía fuerzas para darlas, solo miraba para todos lados buscando cuantos de los míos habían sobrevivido, en especial buscaba a Rio, a quien no había visto durante la batalla.

Junto a mí se encontraba Valencia, caminaba con la mirada perdida; había tirado su arma en cuanto se había ordenado el cese del ataque. Se frotaba las manos una con otra intentando quitarse la sangre. También se hallaba Setúbal que, al contrario de ella, agarraba fuertemente la ballesta, como si en cualquier momento pudiesen volver al ataque.

La primera a quien vi fue Habana. Ella sí era una guerrera, no se veía consternada por la derrota.

¿Qué hago? – me preguntó, obligándome a centrarme en la situación y en que era yo el que estaba al mando.

¿Eh? – dije como reaccionando, y en eso pude escuchar a Soriano mandando a reunir los sobrevivientes – Reúne a los sobrevivientes en este punto.

Dije casi sin pensarlo, ni ubicándome tan siquiera dónde estaba, pero Habana solo obedeció y fue a buscar sobrevivientes. El duende, salido como de la nada, ya estaba al lado mío, no sé si al ser tan bajito no lo notaba y estuvo allí todo el tiempo o si era un maestro del sigilo.

Los próximos a quien vi a lo lejos fue a Rio y su hermano. Me alegró ver a Rio venir desde los lejos. Se hallaban muy golpeados, pero nada serio. Intenté parecer ecuánime, poco a poco fui caminando hacia ella apurando el paso; ella hizo lo mismo, dejando a su hermano atrás.

Al encontrarnos no dijimos una palabra, solo nos abrazamos, un abrazo que lo decía todo. Pensábamos en cómo casi nos habíamos ido de este mundo sin decirnos lo que sentíamos. Aunque no nos besamos intentando guardar las apariencias, todos pudieron notar el afecto entre nosotros dos. Valencia fue la primera vez que reaccionó, mirando fijamente aquel abrazo tan lleno de emoción.

Después de unos minutos Habana aparecía con menos de media docena de hombres con ella.

Estos son los únicos vivos – dijo como algo natural.

No sabía si molestarme con ella por la falta de tacto o estar agradecido por ser la única que podía mantener la calma en esta situación.

Soriano logró emitir una orden mandando a buscar carretas para que llevaran los cuerpos a sus respectivas familias en sus hogares. En esa corta reunión pude ver el estado de los demás jefes. Holguín parecía no estar presente, aunque el cuerpo estuviera junto a nosotros; sus ojos abiertos como platos, mirando a la nada... era como si su mente todavía viviera el horror de la emboscada. Villa quería aparentar la tranquilidad que mostraba Santiago, pero podía notar como sus manos temblaban, además de estar herida. Yo escuchaba lo que el Barón decía, pero no lograba centrarme en sus palabras, era como si no pudiera ubicarme en la situación actual, mi mente se negaba a aceptarla.

Luego de la corta reunión donde se nos mandó a esperar las carretas para cuando llegaran montar los cuerpos de los muertos, divagué por el campo de batalla hasta que me encontré al comerciante. Yacía su cuerpo sin vida en el suelo, su pecho lleno de sangre no me dejaba saber cuál había sido la herida mortal, los ojos abiertos mostrando una expresión de susto.

Me senté a su lado y cerré sus ojos, lo único que podía pensar era en cuanto le había pedido que se quedara, que habría sido más útil en el poblado. Pensaba también en que si en sus últimos momentos se arrepintió de haber venido, si luchó valientemente y cayó como un héroe, o si al igual que el capitán de los ballesteros, había muerto casi al principio del combate por una flecha enemiga. Sería una pregunta que nunca se respondería. No muy lejos de su cuerpo se hallaba uno de los músicos que había tocado en la aldea de Villa, a partir de ahora la gente no disfrutaría más su música..., un cuerpo de un orco cerca de donde me había sentado... pensé en ellos también, ¿qué haría este orco en su aldea?, ¿tendría familia? ¿Sería un buen sujeto?

Hacia las Nuevas TierrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora