Melifluo: Algo excesivamente dulce, suave o delicado.
Número de palabras: 1024
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Una noche durante una época sin importancia en un lugar irrelevante. Crowley había sido invitado una fastuosa fiesta del algún pomposo aristócrata. El demonio se encontraba al fondo del salón, tomando la que era su tercera copa de champagne de aquella noche, cuando un sonido, no, mejor dicho, una voz, lo hizo despertar abruptamente de sus cavilaciones.
Blah, blah, blah. Eso era lo único que escuchaba. Ahí, a solo metros de él, se encontraba aquel ángel rubio, su opuesto, su enemigo natural, aquel con el que estaba destinado a luchar, rodeado de una pequeña multitud que escuchaba ensimismada lo que estaba diciendo.
Chácara sin importancia. Palabras sin sentido. Era todo lo que escuchaba el pelirrojo. El rubio parecía estar en su entorno ideal, gracia y facilidad de palabra, eso era todo lo que el ángel necesitaba para llamar la atención de los demás, podría estar hablando del tema más complicado del mundo, pero los demás le escucharían, aunque no entendieran ni una palabra de lo que decía. Incluso el mismo Crowley tuvo que admitir que el ángel le había llamado la atención (Aunque, claro, jamás admitiría que hace milenios que el rubio llamaba su interés).
Por ello no podía simplemente quedarse allí, apoyado en la pared en una esquina, tomando alcohol hasta el punto en que su vista era borrosa y dar un paso significaba el mareo absoluto, así que, con paso firme y seguro se dirigió hacia el rubio, quien no era consciente del hombre que se le acercaba.
A pasos confiados y sensuales, con un andar deslizante, se fue acercando hacia el rubio, abriéndose paso entre la multitud que lo rodeaba. La voz del ángel resonó en sus oídos y no pudo evitar chasquear la lengua al oírlo, no podía soportar ese sonido tan irritante.
Porque sí, por alguna razón Crowley odiaba el sonido de la voz de Aziraphale, aquello combinado con la rectitud y actitud correcta de Aziraphale, hacía que una conversación con él fuera poco soportable.
—¡Hola, Aziraphale! —le saludó, haciendo que todas las miradas se volvieran hacia él. El mencionado quedó pasmado al ver al curioso personaje que le saludaba.
—¡Crowley! —dijo Aziraphale recuperándose de la impresión —¡Que gusto verte aquí, amigo mío!
"Amigo" se burló Crowley "Si supiera que todo lo que quiero hacerle es más de lo que haría un amigo... ¡En que carajos estás pensando, Crowley!" se reprendió cuando sintió como sus pensamientos sobre el ángel se desviaban hacia elucubraciones más libidinosas.
Cuando Crowley al fin salió de sus desatinados pensamientos, se dio cuenta que ahora estaba solo en la pista de baile, con Aziraphale junto a él, ofreciéndole una sonrisa que solo un ser etéreo como él sería capaz de dar.
—¿Qué te trae por aquí, Crowley? —le preguntó Aziraphale curioso.
—Ya sabes, causando tentaciones por allí —dijo restándole importancia mientras removía el poco líquido que le quedaba a la copa en su mano.
—Oh —fue lo único que dijo Aziraphale, quedándose sin un tema de conversación. Crowley no hizo ningún esfuerzo en evitar rodar los ojos, no podía creer que ese fuera aquel hombre que hace apenas unos minutos, hablaba sin parar sobre mil temas a la vez.
—Parecía que te aburría mi charla de hace unos minutos —mencionó Aziraphale.
—¿Me viste? —preguntó sorprendido Crowley.
—Siempre te veo, Crowley —respondió Aziraphale sin pensar, eso causó que un fugaz sonrojo cruzara por la cara del demonio.
—Ya veo —dijo Crowley dándole un sorbo al poco líquido que quedaba en su copa, en un intento de romper el incómodo momento.
Aziraphale bajó la mirada, aún le resultaba incomprensible por qué cada vez que se encontraba con Crowley, se quedaba sin palabras, como cualquier tema del que se pudiera hablar desapareciera.
Crowley, tan abochornado como Aziraphale por el embarazoso silencio producido, se le ocurrió una idea, no sabía si era buena, pero al menos era mejor que permanecer en silencio junto al rubio.
—Sígueme —le dirigió mientras le indicaba con una mirada una pequeña salida oculta por la multitud presente en la fiesta.
Aziraphale le siguió, confiando por primera vez en el demonio. Cuando se dio cuenta, había salido a un jardín que a pesar de que estaba cubierto por la oscuridad propia de la noche, aun así, la vegetación del jardín resplandecía con un brillo singular.
Aziraphale vio una figura en la oscuridad y no le fue difícil distinguir que se trataba de su acompañante pelirrojo.
—Podría estar mejor —dijo críticamente Crowley, Aziraphale se dio cuenta de que escudriñaba el jardín como si de un juez se tratara.
—Oh, ¿Te gusta la jardinería, querido?
—...Si —respondió orgullosamente el demonio. Cayó en cuenta de que volverían a caer en un vergonzoso silencio si no se le ocurría nada que decir —Y... a ti, ¿Qué te interesa?
Aquella pregunta fue suficiente para que Aziraphale volviera a ser ese sociable y amigable ángel que había visto rodeado por una multitud en la pista de baile. Su voz, era suave, delicada, alegre, jovial, pero al mismo tiempo llena de sabiduría y si darse cuenta, era hipnótica, lo suficiente para embobar al demonio durante más de dos horas, que al pelirrojo le supieron como si hubieran sido tan solo dos segundos.
Aziraphale soltó una pequeña risa y a Crowley casi se le sale el corazón del pecho, esa risa, tan dulce, tan agradable, hizo que las rodillas le temblaran, casi haciéndole caer.
¿Han escuchado alguna vez el infame mito de las sirenas? Aquel que dice que, con su hermosa voz, tales criaturas atraen a los hombres hacia la muerte. Pues bien, Crowley estaba seguro que atravesaría mil y un fatalidades con tal de seguir y escuchar la melodiosa voz de Aziraphale.
Y así, escuchándolo hablar, con el mismo tono que minutos antes estaba haciendo que le doliese la cabeza, se dio cuenta de que su voz era de todo menos chillona; era suave, era delicada, era dulce...
Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando el sonido se metió en su cabeza y tuvo un presentimiento: esa meliflua voz iba a poner su vida patas arriba y Aziraphale iba a estar más presente en su vida de lo que nunca hubiese imaginado.

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Elocuencia (O el buen uso de las palabras)
Fanfiction"Los límites de tu lenguaje son los límites de tu mundo." Miles de palabras hermosas, llenas de significados profundos, una palabra para un sentimiento, para un momento. Y ellos, bueno, no podemos describirlos con una sola palabra, pero ¿Por qué no...